Se acabaron las reglas en la moda

A medida que salimos de más de un año de encierro, que muchos pasaron forrados de ropa deportiva de colores y evitando los restrictivos “pantalones duros”, preguntas como: “¿Qué debería ponerme?” y “¿Qué ropa está de moda en este momento?” han adquirido un significado renovado. La respuesta a estas preguntas es tan liberadora como aterradora: ponte lo que quieras.

Durante la mayor parte del siglo pasado, la moda había sido un sistema descendente, en el que un grupo de diseñadores y editores de revistas dictaba la manera de vestir de la mayoría de la gente. Incluso aquellos que no se sentían obligados a seguir las tendencias no podían decir que estaban exentos por completo de este acuerdo, como demuestra el monólogo sobre el color “cerúleo” del personaje de Meryl Streep en la adaptación cinematográfica de 2006 de El diablo viste a la moda. En el papel de la fría editora Miranda Priestly, Streep regaña a una subordinada por no reconocer los orígenes de su “abultado suéter azul”.

Se acabaron las reglas en la moda
Ilustración por Arsh Raziuddin, The New York Times; Fotografias via Getty

Sin embargo, la jerarquía descrita por Miranda no se parece casi en nada al funcionamiento actual de la moda. Los diseñadores y los editores ya no son los guardianes de antaño y es igual de probable que las personas que impulsan el debate sobre la moda sean estudiantes de secundaria en Tulsa, Oklahoma, o editores de moda en Nueva York.

Incluso antes de la pandemia de COVID-19, era posible entrar en una tienda (o, más probablemente, navegar por un sitio web) y encontrar pantalones vaqueros ajustados, de pierna recta, de tiro alto, de corte de bota o cónicos.

“El ciclo de las tendencias se ha acelerado hasta tal punto que es imposible que una sola cosa se imponga, prolifere y se vuelva omnipresente”, dijo Rachel Tashjian, redactora de estilo de GQ.

La multiplicidad de opciones también está impulsada por la asombrosa variedad de gustos que ha aumentado con la aparición de las redes sociales.

“Las plataformas como TikTok celebran y hasta recompensan a la gente por replegarse en sus propios nichos y descubrir sus intereses”, explica Tashjian.

La pandemia ha ampliado aún más nuestro sentido de qué se considera una vestimenta aceptable. Sin la presión de tener a nuestros pares como público, ponerse la ropa se ha convertido en algo que hacemos por diversión, o quizás no lo hacemos. La obsolescencia programada de la ropa —ya en desuso, gracias al auge de la moda sustentable— se ha desvanecido y en su lugar ha surgido algo en verdad extraño: la moda ha dejado de ser normativa.

Claro que sigue habiendo tendencias —como el top cruzado con cuello tipo halter de este verano y la blusa tipo polo recortada que llevan Ariana Grande y Bella Hadid, que más bien es como un sostén con pretensiones de ser blusa—, pero ya no importa si la gente las sigue o no.

A pesar del alboroto de los milénials en TikTok que defienden de insultos percibidos sus peinados con raya de lado y sus pantalones entubados, estos últimos siguen siendo un estilo muy vendido. El concepto de que cualquier persona debería vestirse con prendas aun cuando no sean cómodas representa el último aliento de un viejo sistema que se está desvaneciendo en la irrelevancia.

Hemos llegado a un punto en el que una nueva temporada no trae consigo una nueva silueta. En su lugar, ahora la principal manera de consumir moda es a través de estéticas de nicho como el cottagecore, que sostiene que ningún estilo es superior. Entre las posibles identidades pospandémicas que uno puede asumir, está el nostálgico de principios de la década de 2000 con sudaderas irónicas de Juicy Couture, el de la influente jipi de la moda lenta que lleva cárdigan y zuecos, el de la chica “hypebae” que viste moda urbana y la fanática de Fashion Nova que rinde culto en el altar de todo lo que tenga que ver con las Kardashian.

“Históricamente, en estos momentos de disrupción, hay mucha confusión en el mundo de la moda”, dijo Justine De Young, profesora de arte e historia de la moda en el Fashion Institute of Technology de Manhattan. “Todos estamos pasando por esto y nadie sabe con exactitud lo que la gente quiere, no solo por parte del consumidor, sino también por parte del diseñador”.

De Young señaló que, en momentos como este, las marcas prueban varios estilos diferentes para ver a qué responden los consumidores. Por ejemplo, el emporio favorito de la moda rápida de la generación Z, Shein, vende de todo, desde diminutos ‘crop tops’ tejidos hasta camisas de franela holgadas.

Llegó el momento de explorar estilos diferentes y experimentar con artículos que tal vez siempre quisiste usar pero nunca te atreviste a hacerlo. Descubre qué artículos de tu guardarropa prepandémico le siguen pareciendo atractivos a la persona en la que te has convertido; o bien, empieza desde cero. Aprovecha este momento para descubrir cómo quieres vestirte, porque nadie más va a decidirlo por ti.

“Después de las calamidades suele haber una oportunidad para celebrar la exuberancia”, dijo De Young. “La privación y la pérdida nos impulsan a querer celebrar la vida”.

Después de la Peste Negra en el siglo XIV, en la que murió el 60 por ciento de la población de Europa, comentó, la ropa se volvió mucho más vivaz y ceñida. De igual modo, después de la guerra franco-prusiana, las tendencias emergentes se llamaban moda de tapiz, debido a la preponderancia de las cintas y otros detalles recargados. “Mis alumnos le dicen el momento YOLO” [de You Only Live Once o “solo se vive una vez”, en español], dijo De Young.

A medida que el mundo de la moda incorpora poco a poco conceptos como la inclusión y la diversidad, el reconocimiento de que no todas las personas se ven igual ha originado la epifanía de que tampoco todas las personas quieren vestirse igual.

Jonathan Walford, director del Museo de Historia de la Moda de Cambridge, Ontario, sugiere que este cambio ha llevado a un aumento de la libertad de expresión.

“A principios de los años ochenta, cuando salía a las discotecas, me ponía un poco de rímel y delineador y, sin duda, atraía muchas miradas”, dice Walford. “Creo que, en gran medida, ese sentido del juicio sobre el aspecto de los demás ha desaparecido”.

Hay una parte escéptica en mí que cree que el actual entusiasmo por el estilo personal podría ser en sí mismo una tendencia, un agotamiento del ciclo de la moda que se manifiesta como un rechazo de todas las reglas de la moda. Después de todo, el péndulo de la moda tiende a oscilar. Pero la capacidad de vestir como queramos no es una libertad a la que se renuncie con facilidad.

Estamos entrando en un mundo nuevo y valiente, y es importante vestirse para él. Es decir, como a uno se le antoje.

Isabel Slone es periodista de moda y estilo de vida de Toronto. Ha escrito sobre la estética “cottagecore”, que puede entenderse como la vuelta al estilo de vestir rural, el atractivo contraintuitivo de los vestidos florales largos, el maquillaje alienígena y robótico friki y la dicha de comer en los restaurantes Hooters.

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