Se acelera la crisis de fertilidad en China

Históricamente la demografía fue una variable de lento movimiento, pero en las economías asiáticas —en especial China, Japón y Corea del Sur— el paso abrupto de un crecimiento rápido de la población a una reducción se asemejó a un latigazo.

China, por su condición de economía planificada, alguna vez se obsesionó con ampliar su población, pero en 1957 el economista Ma Yinchu publicó La nueva teoría de la población y advirtió que esa tendencia comenzaría en poco tiempo a afectar el desarrollo económico chino. Aunque en un primer momento el gobierno criticó su teoría injustamente, los líderes chinos eventualmente tuvieron en cuenta sus advertencias y alentaron la planificación familiar considerándola una forma de promover el crecimiento económico.

En 1973 China avanzó un paso más con la campaña nacional wan, xi, shao («casamiento tardío, reducción de la frecuencia y menos niños»), que alentaba a las parejas a no tener más de dos hijos. Seis años más tarde eso escaló hasta la infausta «política de un solo hijo»; para garantizar su impacto en el largo plazo, finalmente se incluyó la planificación familiar en la constitución China en 1982.

La tasa de fertilidad se desplomó, para mediados de la década de 1980 se mantenía apenas por encima del llamado nivel de sustitución de 2,1, cuando en las décadas de 1960 y 1970 era de 6,0. En la década de 1990, la tasa de fertilidad cayó a solo 1,2-1,3, un nivel que prometía acelerar significativamente el envejecimiento poblacional del país. El gobierno continuó, sin embargo, aplicando la política de un hijo hasta 2016 cuando, finalmente, pasó a una política de dos hijos.

Con eso la tasa de fertilidad China se recuperó un poco para llegar a 1,58 en 2017, según la Oficina Nacional de Estadísticas, pero retomó la senda negativa y cayó desde 1,49 en 2018 a 1,47 en 2019. Según el economista de población James Liang, es posible que esté en camino hacia los niveles de la década de 1990.

Como afirmó Liang, en 2017 la tasa de fertilidad total de 1,58 reflejaba una tasa de fertilidad de 0,67 para las familias con un hijo; de 0,81 para las familias con dos hijos y de 0,11 para las familias con tres hijos. El hecho de que la tasa de fertilidad de las familias con dos hijos sea superior al de las familias con un hijo refleja el «efecto acumulación» de los dos hijos (las familias con un hijo que querían tener otro finalmente pudieron hacerlo). En poco tiempo ese efecto se disipará y la tasa de fertilidad total volverá a caer rápidamente hasta 1,2, dejando a China en la misma posición que Corea y Singapur, posiblemente por detrás de Estados Unidos.

Las tendencias de nacimientos previas a 2016 apoyan esta hipótesis: en 2010, la tasa de natalidad de un hijo se mantuvo en 0,73; aunque aumentó ligeramente en 2011-2013, cayó a 0,72 en 2014 y a 0,56 en 2015. Como siempre se permitió tener un hijo, la gran mayoría de los niños deben haber sido registrados, por lo que es improbable que se hayan subestimado estos datos de fertilidad para las familias con un hijo.

En total hubo menos de 18 millones de nacimientos al año durante la última década, frente a los 25-30 millones durante los años pico. En 2019 China solo registró 14,65 millones de recién nacidos. El año pasado que ese número cayó a 10,03 millones: una reducción de casi el 15 % interanual. Aunque es posible que la brusca caída de nacimientos en 2020 haya reflejado el impacto de la pandemia de coronavirus, la tendencia descendente es clara.

La rápida reducción de la fertilidad en China refleja el legado de las políticas de planificación familiar. También se debe cada vez más a una rápida y sostenida urbanización, el acceso universal a la educación y el desarrollo económico (factores que, según se sabe, contribuyen la reducción significativa de las tasas de natalidad).

Este fue ciertamente el caso en Japón, que cuando se convirtió en una economía avanzada experimentó una brusca caída de la fertilidad. En 1995, sin embargo, la tasa de natalidad cayó por debajo de 1,5. Una década después, era de 1,26. Las políticas para fomentar los nacimientos ayudaron a elevar la tasa de fertilidad, pero solo hasta 1,4, donde se mantiene actualmente.

Corea del Sur está aún peor: aunque las autoridades también intentaron alentar a sus ciudadanos a tener más hijos, su tasa de fertilidad se mantuvo alrededor de 1,0 en 2017-18 y cayó a 0,84 el año pasado: la más baja del mundo.

Como en el caso de Japón, se pueden explicar las bajas tasas de fertilidad surcoreanas en gran medida por factores económicos. El rápido crecimiento y la urbanización a gran escala aumentaron los costos de la vivienda, la educación y la atención sanitaria, lo que debilitó las ansias de las parejas por tener hijos.

Esto implica graves riesgos, comenzando con una creciente tasa de dependencia de la población envejecida. En China, la población en edad de trabajar se redujo en aproximadamente 3,4 millones al año durante la última década. Quienes se incorporan actualmente a la fuerza de trabajo nacieron en su mayoría cuando la tasa de fertilidad se estaba por debajo del nivel de reemplazo.

Mientras tanto, la expectativa de vida aumenta. Así, el porcentaje de población anciana en China (de 60 años o más) subió desde el 10,45 % en 2005 al 14,7 % en 2013 y al 18,1 % en 2019. Actualmente hay más ancianos que niños (de hasta 15 años) en China. Se prevé que para 2050 la cantidad de ancianos en China se duplicará, para pasar de los 254 millones actuales a casi 500 millones.

Estas tendencias afectarán significativamente el crecimiento del producto potencial de la economía china debido a una menor participación en la fuerza de trabajo y pondrán una presión tremenda sobre el presupuesto público cuando los desembolsos por pensiones y seguridad social superen por mucho los ingresos provenientes de los impuestos salariales. Esto sucede tanto en Japón como en Corea del Sur.

China siempre se mostró cauta a la hora de relajar sus normas de planificación familiar, pero si quiere mantener su dinamismo económico en las próximas décadas debe trabajar duramente para ampliar su fuerza laboral con medidas que incluyan, entre otras, aumentar la edad jubilatoria y alentar a las familias a tener más hijos. De lo contrario su población envejecerá del mismo modo en que Ernest Hemingway describió una caída en bancarrota: gradualmente... y luego, bruscamente.

Zhang Jun is Dean of the School of Economics at Fudan University and Director of the China Center for Economic Studies, a Shanghai-based think tank.

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