Se agitan las aguas del Golfo

El presidente Barack Obama llega a Arabia Saudita en un momento crítico para el país. La reciente decisión de Riad de retirar al embajador en Qatar dejó en descubierto la gravedad de la crisis dentro del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), en el que participan los vecinos más cercanos del reino saudí. De hecho, tras el reacercamiento entre Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos y el reciente intento de aislar a Qatar, la política del Golfo está oscilando hacia un nuevo equilibrio.

Junto con Arabia Saudita, también retiraron sus embajadores los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. Esto es algo fuera de lo común, teniendo en cuenta la tradición de los estados del Golfo de tratar los desacuerdos políticos como asuntos de familia que deben manejarse detrás de escena. Por su parte, Omán está tratando de mantener distancia de la situación, mientras que Kuwait intentó mediar entre los sauditas y Qatar.

Las acciones de Arabia Saudita contra Qatar obedecen a diversos factores, entre ellos una prohibición a intelectuales sauditas de publicar en diarios cataríes. Otros motivos son: el apoyo de Qatar a la Hermandad Musulmana (en Egipto y en otros países); los sermones del teólogo islámico Yusuf Al Qardawi y la política de transmisión de la cadena Al Jazeera (financiada por Qatar) desde la Primavera Árabe; y la creencia en la idea de que Qatar alberga instituciones occidentales con la intención de organizar un golpe en el reino.

Esa idea se relaciona con el firme rechazo de Arabia Saudita a la Hermandad Musulmana, a la que declaró organización terrorista. El reino percibe la influencia de la Hermandad en los países árabes, particularmente en los estados del Golfo, como una seria amenaza a su estabilidad interna y su supervivencia.

La abdicación voluntaria del ex emir de Qatar, jeque Hamad bin Jalifa Al Thani, que en junio de 2013 fue reemplazado por su hijo, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, no bastó para satisfacer las expectativas sauditas de un cambio en la política exterior de Qatar. Con sus últimas medidas, el reino quiso dejar en claro que su paciencia se agotó.

Pero la actitud de Arabia Saudita hacia Qatar puede entorpecer sus propias políticas. El Golfo es escenario de un importante movimiento transnacional de bienes y servicios, junto con inversiones transfronterizas por valor de miles de millones de dólares, una actividad económica que podría verse en peligro si avanza la desintegración del CCG.

La Hermandad Musulmana no es una organización violenta y no desarrolló actividades ilegales en los países del Golfo. Es improbable que otros estados del CCG, que no quieren un aumento de las tensiones políticas internas, la declaren organización terrorista. Ni siquiera la relación especial que une a Arabia Saudita con Jordania logrará que el gobierno jordano emita una declaración en ese sentido. Por ahora, es probable que la política de dureza contra la Hermandad Musulmana siga confinada en Egipto y Arabia Saudita.

El problema para Riad es que “corregir” la postura de Qatar no será suficiente para cambiar el rumbo político de la región, particularmente en Siria y Egipto. Además, que Arabia Saudita le imponga al CCG las políticas de su agrado, sumado a la posibilidad de sanciones contra Qatar, puede poner en riesgo todo lo logrado en los últimos 33 años por el CCG (que ya comenzó a perder estatura política desde la Primavera Árabe).

Si bien los gobernantes cataríes están preocupados por la creciente antipatía que les demuestra el reino saudí, no han dado señales de que vayan a someterse a sus demandas de cambiar de rumbo. Además, el impacto del reciente acuerdo nuclear provisorio entre Irán y Occidente sobre la geopolítica regional torna mucho más peligroso un alejamiento entre Arabia Saudita y sus vecinos. Para colmo de males, está claro que los desacuerdos dentro del CCG ya no pueden resolverse a puertas cerradas y que los estados integrantes no pueden sacarlos a relucir sin riesgo de ruptura diplomática.

En toda la región, las minorías se sienten cada vez más poderosas, y crecen las demandas de mejores gobiernos por parte de los ciudadanos. Hay un deseo incipiente de un futuro donde se dejen atrás las políticas tradicionales de miedo y confrontación.

En este contexto, la política saudita parece atrapada en el pasado. El reino eligió adoptar una estrategia de autoayuda para aislarse de los problemas externos, a pesar de que aún se considera el árbitro del poder regional. El súbito acercamiento entre Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos no se debió a que las políticas de los sauditas resulten atractivas, sino a la percepción compartida por los respectivos gobernantes de la escasez de alternativas.

Por supuesto, sería mucho mejor encarar los problemas reales a los que se enfrentan los gobiernos del CCG, que van desde el resentimiento de las minorías hasta la incapacidad de las economías para crear suficiente empleos para los jóvenes. Pero para resolver estas cuestiones se necesita adoptar un enfoque inclusivo y flexible, tanto en el plano interno como en el plano regional, algo que Arabia Saudita en particular no está lista para hacer.

El atasco en que se encuentran los países del Golfo agravará la ya frágil situación de Medio Oriente. Es preciso que en algún momento las realidades políticas regionales, la interacción transnacional y la búsqueda compartida de un futuro mejor prevalezcan sobre las políticas orientadas a la represión, la disciplina y el orden. El CCG debería estar acostumbrado a la existencia de perspectivas en conflicto sobre el diseño regional y a diferentes grados de cooperación entre los actores regionales, y debería extraer fuerza de esas diferencias.

Esta crisis puede crear una oportunidad de repensar y recalibrar las estrategias del CCG, sobre la base de una visión más realista de la interdependencia regional, la seguridad común y la toma de decisiones compartida. La adopción de una nueva mentalidad para la gobernanza del CCG puede dar lugar a la creación de mecanismos de participación constructiva en la región, manteniendo a un mismo tiempo la cooperación con los actores internacionales. Es evidente que esto sería más constructivo que la política de lobo solitario de Arabia Saudita, que sólo llevará a los estados del Golfo y sus vecinos a un callejón sin salida.

Bülent Aras is Global Fellow at the Wilson Center in Washington, DC, and a professor of international relations at Sabancı University in Istanbul. Traducción: Esteban Flamini.

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