Se avecina la «sorpresa salarial» japonesa

En 2013 la economía japonesa abandonó dos décadas de estancamiento; el futuro será incluso mejor, gracias a la aparición de lo que llamamos la «sorpresa salarial»

Desde septiembre, intensos debates entre el gobierno, las empresas y los líderes sindicales japoneses han buscado poner en movimiento un círculo virtuoso ascendente, mediante el cual los aumentos salariales conducirán a un crecimiento más sólido. Participé en dos de las cuatro reuniones hasta ahora, junto con nuestros ministros de Finanzas, Economía y Trabajo, y líderes industriales y sindicales como Akio Toyoda, presidente de Toyota Motors, y Nobuaki Koga, líder de la Confederación Japonesa de Sindicatos. Salí de cada una de las reuniones confiado y lleno de energía.

Enfrentémoslo. La presión deflacionaria en Japón –y solo en Japón– ha continuado durante más de una década. Al principio de mi mandato, inicié lo que los observadores han llamado «abenomía», porque únicamente en mi país el nivel nominal de los salarios se había mantenido en territorio negativo durante un tiempo tan asombrosamente largo.

La primera vez que vi las estadísticas, me sentí consternado: Desde 2000, los niveles salariales japoneses cayeron a una tasa anual promedio del 0,8 %, respecto de un crecimiento promedio de los salarios nominales del 3,3 % en Estados Unidos y el Reino Unido, y del 2,8 % en Francia. En 1997, el ingreso bruto de los asalariados en Japón fue de ¥279 billones; para 2012, ese valor había caído hasta ¥244,7 billones.

En otras palabras, los asalariados japoneses perdieron ¥34,3 billones durante la última década y media, una cantidad mayor al PBI anual de Dinamarca, Malasia o Singapur. Solo cuando se revierta esta tendencia, la economía japonesa podrá retomar una trayectoria ascendente de largo plazo.

Mientras tanto, las empresas japonesas ya no están descapitalizadas. Recuerdo la reducida participación del patrimonio neto en las corporaciones japonesas hace 15 años: menor al 20 %, cuando en Europa y EE. UU. era mayor al 30 %. Por ello, los economistas dijeron que el comportamiento corporativo japonés se vería caracterizado por el sobreendeudamiento.

Eso ya no sucede. Gracias al continuo aumento de la rentabilidad corporativa y los esfuerzos sostenidos de desapalancamiento por las empresas durante la última década y media, el endeudamiento se ha reducido de manera impresionante. En términos de proporción de su patrimonio neto, las empresas japonesas están hoy a la par con las europeas y las estadounidenses.

La abenomía, me enorgullece decirlo, ha sido exitosa en un sentido más fundamental: hemos reiniciado la psiquis colectiva japonesa. En el año transcurrido desde que asumió mi gobierno, una mentalidad de resignación ha dado lugar a otra de posibilidades ilimitadas: un cambio que para muchos quedó reflejado en la oferta ganadora de Tokio para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2020. Por ello, muchos inversores de Wall Street han creído la narrativa y asumido posiciones largas sobre Japón.

Eso han logrado las primeras dos «flechas» de la abenomía –una política monetaria audaz y una política fiscal flexible– hasta ahora. ¿Qué decir de una tercera «flecha», un conjunto de políticas para impulsar la inversión privada y lograr que el crecimiento de la productividad sostenga la recuperación japonesa en el largo plazo?

Algunos dicen que, a diferencia de las dos primeras, la tercera flecha es difícil de lanzar. Coincido: por definición, las reformas estructurales requieren más tiempo que los cambios en las políticas monetarias y fiscales. Muchas necesitarán legislación, sobre lo cual mis colegas en la Dieta han dedicado gran parte de su tiempo durante los últimos dos meses. Durante este proceso, con sus aparentemente interminables e intrincados debates en la sala, los observadores no deben perder de vista el bosque por mirar los árboles.

Desde sumarse a las negociaciones para el Acuerdo Estratégico Transpacífico (AET) hasta la introducción de zonas especialmente desreguladas (mi propia oficina supervisará su implementación), mi gobierno está comprometido con la catalización de la recuperación económica a través de todos los medios disponibles. Es aquí donde la sorpresa salarial se destaca, porque solo cuando se recupere el vínculo –ausente desde hace tanto tiempo– entre la rentabilidad corporativa y los salarios, la inversión en vivienda, automóviles y otros bienes durables, y el consumo de los hogares en general, sacarán finalmente al Japón de la deflación y pondrán su economía en la senda del crecimiento sostenido.

La sorpresa salarial se inspira en los Países Bajos, donde el consenso a principios de la década de 1980 fue que para mantener el empleo, el costo de controlar la inflación galopante debía ser compartido entre empleadores y empleados. El consenso fue consagrado mediante el «Acuerdo de Wassenaar», el suburbio de La Haya donde fue forjado.

Japón presencia en la actualidad el surgimiento de un consenso nacional semejante o, más bien, la inversa del consenso holandés: la sensación compartida de que el gobierno, las grandes industrias y los sindicatos deben trabajar conjuntamente para aumentar los salarios y las bonificaciones (y facilitar simultáneamente los incentivos que puedan aumentar la productividad).

Huelga decir que son solo los empresarios y los trabajadores quienes deben determinar los niveles salariales. Pero es igualmente cierto que el consenso emergente entre el gobierno, los líderes empresariales y los sindicatos ya ha conducido a un número creciente de empresas a prometer salarios y bonos significativamente más elevados.

Esta es la esencia de la sorpresa salarial. Será un fenómeno completamente nuevo, el cual, junto con el masivo estímulo fiscal de ¥5 billones, más que compensara el potencial efecto negativo de un aumento del impuesto sobre las ventas. Más importante aún, continuará llevando a la economía japonesa a una trayectoria de crecimiento sostenible. De esto, estoy seguro.

Shinzo Abe is Prime Minister of Japan. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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