Se busca estrategia. Razón: Unión Europea

La eurozona está de facto partida en dos: de un lado, los países que han hecho los deberes y que ya han salido de la crisis; de otro, los que se han dedicado al dolce far niente y siguen sin levantar cabeza. Lo que ahora quieren los que cortan el bacalao es canonizar esta escisión, y eso sería fatal para España, porque en Bruselas impera la percepción de que confiar en Zapatero para hacer las reformas que él mismo ha anunciado es tan ingenuo como lo fue confiar en que Fernando VII acataría una Constitución liberal.

Los líderes europeos siguen diciendo que rescatarán a cualquier país en dificultades, pero subrayan que una cosa es ayudar al hermano en dificultades y otra bien distinta es aceptar que los contribuyentes tengan que salir al rescate de los países que se empecinen en seguir cometiendo los mismos dislates que les llevaron al borde del precipicio. Hasta aquí llega el acuerdo entre los líderes europeos, porque en todo lo demás recuerdan a pollos sin cabeza corriendo cada uno en una dirección. La Comisión Europea, el Consejo Europeo y el dúo Merkel-Sarkozy hacen propuestas más o menos solemnes pero con poca o ninguna coherencia entre sí. Cada vez es más evidente que lo que falta en la UE es liderazgo.

A día de hoy no sabemos si el Banco Central Europeo (BCE) va a seguir ayudando a los bancos en dificultades y va a seguir comprando deuda pública o va a cerrar el grifo, como pretenden tanto Jugen Stark -miembro del Comité Ejecutivo del BCE- como Axel Weber, el candidato mejor colocado para suceder a Jean-Claude Trichet, en la presidencia del banco. Un lío como no habíamos visto nunca en una institución hasta ahora tan prudente de cara al público.

En el Consejo Europeo, el ruido es también considerable. El presidente Van Rompuy anunció esta misma semana que el mecanismo permanente de rescate, que sustituirá al actual dentro de dos años, incluirá un procedimiento de quita y espera para los títulos de países bajo sospecha, que no se aplicará a los países considerados solventes. Van Rompuy no se ha molestado en precisar quién tomará esa decisión ni con qué criterios.

Obviamente una medida así supone partir la Eurozona en dos. Como dice el analista Wolfgang Munchau, «el nuevo régimen (...) no será una mera prolongación del mecanismo transitorio (...) sino un procedimiento ordenado de ejecución de obligaciones (...) y se diseñará de tal manera que haya una máximo de razones para no utilizarlo».

Por si esto fuera poco, se está abriendo ahora camino la idea de crear un mercado de eurobonos, pero sólo para los países virtuosos o para aquellos que limiten su deuda en cumplimiento del Pacto de Estabilidad. La idea de unas obligaciones europeas, que cubran la parte de deuda soberana considerada segura, es buena porque la emisión conjunta supone mayor liquidez; y porque la responsabilidad solidaria ayudará a los países con dificultades a conseguir financiación. Y todo eso con la ventaja adicional de que los eurobonos darían un empujón al euro como moneda rival del dólar. Los eurobonos -bonos azules en la jerga comunitaria- gozarían de las máximas calificaciones crediticias, se pagarían antes que cualquier otra obligación (deuda senior) y, en consecuencia, se emitirían a un tipo de interés muy competitivo. Por el contrario, la parte de la deuda soberana de cada país que no fuese cubierta por los bonos azules lo sería mediante la emisión de títulos nacionales (bonos rojos), que se pagarían después de haberse pagado los azules y, en consecuencia, su coste sería casi prohibitivo.

A los españoles, los eurobonos nos irían muy bien porque nos ayudarían a conseguir dinero más barato, pero si se reservan sólo para los países virtuosos nos irían francamente mal, porque nos dificultaría aún más colocar nuestra deuda. Por eso he dicho en otra ocasión que la primera opción supondría un avance considerable en la construcción europea, mientras que la segunda supondría levantar un nuevo telón de acero, esta vez financiero, que abriría la Eurozona en canal.

Como último apunte quiero señalar que la Eurozona necesita algo más que disciplina. Necesita un plan de choque para salir de la crisis, retomar la senda del crecimiento y crear empleo. Plan de choque que sería financiado por el Banco Europeo de Inversiones y, si fuere necesario, con los bonos para proyectos específicos de interés europeo.

Zapatero se reúne la semana que viene con Merkel; una ocasión de oro para plantearle estas opciones y definir así una estrategia alternativa, solidaria, que evite la fragmentación de la zona euro. Si lo hace contará con el apoyo del Parlamento Europeo y con muchos países a los que no les gusta un pelo lo que se está cociendo hasta ahora en Bruselas.

José Manuel García-Margallo, eurodiputado del Partido Popular.

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