Todos estamos interesados en garantizar que el cargo de secretario general de las Naciones Unidas sea ocupado por la persona más idónea posible. Esto significa un secretario general que sea verdaderamente independiente y que pueda trabajar de forma efectiva con las grandes potencias sobre una base de respeto mutuo. Por este motivo creemos que ella, o él, debe desempeñar su cargo solo durante un periodo de siete años, de forma que el liderazgo audaz que pretendemos no se vea inhibido por el deseo de una reelección para un segundo mandato de cinco años, como ha sido el caso hasta ahora.
Significa también que el proceso de selección debe ser verdaderamente transparente. Las innovaciones actuales, como la publicación de los nombres de los candidatos y la celebración de audiencias públicas, son un buen comienzo. Pero la ONU no puede permitirse que este proceso vuelva a ser opaco, una vez que el Consejo de Seguridad se inmiscuye. En realidad, la oportunidad de lograr los cambios necesarios tan esperados será mucho mayor, especialmente para la composición y los métodos de trabajo del Consejo de Seguridad, si existe un liderazgo firme en la sede de la ONU en Nueva York que muestre el rumbo a seguir.
The Elders están preocupados por el debilitamiento de la autoridad y la efectividad de la ONU en los últimos años. Por ello, en febrero de 2015 lanzamos una serie de propuestas en la Conferencia de Seguridad de Múnich para fortalecer la organización 70 años después de su fundación. Limitamos deliberadamente nuestro enfoque a cuatro cuestiones, reformas que considerábamos que podían implementarse de forma inmediata o que necesitaban ponerse de nuevo sobre la mesa para someterlas a un serio debate.
Además de un proceso de selección del secretario general más transparente e inclusivo, reclamamos que los miembros del Consejo de Seguridad se comprometieran a no utilizar su poder de veto para impedir la acción contra las atrocidades masivas; un papel más importante de la sociedad civil en los procedimientos del consejo y, fundamentalmente, la ampliación del Consejo de Seguridad para incluir nuevos miembros "semipermanentes", y revitalizar de esta forma el órgano más importante para la paz mundial.
Albergamos la profunda esperanza de que estas propuestas de los Elders continuarán ayudando a catalizar la acción donde se necesita, en las salas de conferencias de la ONU, para que los Estados miembros puedan llegar finalmente a un acuerdo sobre la necesidad de un cambio significativo.
La inminente selección del próximo secretario general es, sin embargo, la hora de la verdad. Poner a la figura adecuada al mando es el primer paso indispensable para avanzar de forma efectiva hacia el logro de las demás reformas, igualmente necesarias, en el ámbito de la paz y la seguridad, que pueden garantizar que la ONU mantenga su relevancia y efectividad continuadas hasta bien entrado el siglo XXI.
Agradecemos el proceso más transparente organizado por el actual presidente de la Asamblea General de la ONU, Mogens Lykketoft. Pero cuando el Consejo de Seguridad -el foro donde se tomarán las decisiones clave sobre el próximo secretario general- emprenda sus propias deliberaciones sobre los candidatos, es crucial que los cinco Miembros Permanentes reconozcan colectivamente que el mérito debe primar sobre todas las demás consideraciones, incluyendo la rotación regional y la igualdad entre los géneros.
Cuando el Consejo de Seguridad proponga sus nombres preferidos a la Asamblea General, será el turno de los 193 miembros de la ONU para dar al nuevo secretario general lo que ella, o él, necesita por encima de todo: un mandato único de siete años. La ONU no puede permitirse que su secretario general no desee o no pueda abordar los grandes problemas del momento, como la guerra de Siria y la reforma del Consejo General, por temor a poner en riesgo sus esperanzas de ser reelegido.
La terrible tragedia de Siria no es sino el último recordatorio de lo que el inadecuado uso del derecho de veto por los miembros individuales de los P-5 puede suponer para las sociedades desamparadas inmersas en un conflicto. Por ello les exigimos que se comprometan colectivamente a no utilizar su derecho al veto para bloquear las acciones contra las atrocidades masivas. ¿Es mucho pedir al conjunto del Consejo de Seguridad que sus miembros apoyen el bien común y trabajen juntos para proteger a las poblaciones civiles en peligro antes de que sea demasiado tarde?
Franklin D. Roosevelt, el presidente de Estados Unidos que dirigió a su país durante la Segunda Guerra Mundial y contribuyó a inspirar el nacimiento de la ONU, dijo en su último discurso inaugural, en enero de 1945: “No podemos obtener una paz duradera si nos acercamos a ella con recelo y desconfianza o con miedo. Podemos ganar solo si procedemos con la comprensión, la confianza y el coraje que se derivan de la convicción”. Esperamos fervientemente que los líderes actuales en Pekín, Londres, Moscú, París y Washington estén escuchando.
Solo un secretario general independiente y valiente, alguien capaz de crear consenso y que muestre al mismo tiempo un verdadero liderazgo moral, puede conferir a la ONU la confianza y credibilidad para conseguir una paz duradera en nuestros días.
Lakhdar Brahimi y Mary Robinson