Se debe tomar en serio la Corby-economía

En el Reino Unido la política de austeridad fiscal se ha convertido en un artículo básico de la sabiduría popular, por lo que se cataloga como izquierdista peligroso a cualquier persona que de manera pública desafíe dicha política. Jeremy Corbyn, a quien en la actualidad es favorito para llegar a ser el próximo líder del Partido Laborista de Gran Bretaña, es la más reciente víctima de este coro de menosprecio. Algunas de sus posturas son insostenibles; sin embargo, sus observaciones sobre las políticas económicas no son tontas y merecen ser analizadas de manera adecuada.

Corbyn ha propuesto dos alternativas a la actual política de austeridad del Reino Unido: un Banco Nacional de Inversiones, que se capitalice mediante la cancelación de los subsidios y de la desgravación fiscal del sector privado; y lo que él llama “flexibilización cuantitativa popular” – en pocas palabras, un programa de infraestructura financiado por el gobierno mediante préstamos de dinero que dicho gobierno obtendría del Banco de Inglaterra.

La primera idea no es ni extrema, ni nueva. Existe un Banco Europeo de Inversiones, un Banco Nórdico de Inversiones, y muchos otros, todos capitalizados por los Estados o grupos de Estados con el propósito de financiar proyectos mandados por los gobiernos, mediante préstamos provenientes de los mercados de capitales. La justificación de este tipo de instituciones se deriva de lo que el gran teórico socialista Adam Smith llamó la responsabilidad que tiene el Estado de “montar y mantener” esas “obras e instituciones públicas”, que si bien se constituyen en grandes ventajas para la sociedad, no redituarían ganancias para la empresa privada.

En otras palabras, el Estado siempre debe tener una función de inversión. Delegar esa función a una institución dedicada pudiese brindar ventajas con respecto a la presentación de las cuentas públicas.

Las circunstancias económicas específicas que se viven hoy proporcionan una segunda razón para establecer un Banco Nacional de Inversiones. En condiciones de un bajón e incluso semi bajón económico, una proporción más alta de lo normal del ahorro privado se mantiene en dinero en efectivo o en su equivalente más cercano (bonos del Tesoro a corto plazo). Un Banco Nacional de Inversiones podría atraer estos “ahorros ociosos” mediante la emisión de bonos para el desarrollo de infraestructura.

Al ofrecer un interés un poco más alto en comparación al ofrecido por los títulos públicos, tales bonos probablemente atraerían a inversores a largo plazo, como ser los fondos de pensiones, que de otra forma encaran rendimientos cero o incluso rendimientos reales negativos. Por ejemplo, con un desembolso fiscal de €21 mil millones ($23,3 mil millones de dólares), el Banco Europeo de Inversiones está listo para financiar inversiones que alcanzan un valor de al menos €315 mil millones hasta el año 2017.

La “flexibilización cuantitativa popular” es una versión más no ortodoxa – y más interesante – de esta idea. Bajo la flexibilización cuantitativa convencional (QE), el banco central compra de títulos públicos de los bancos o corporaciones y se apoya en el dinero en efectivo extra que “imprime” para estimular el gasto privado. Pero los estudios sugieren que gran parte de este dinero va a la actividad especulativa, lo que hace que se corra el riesgo de que surjan burbujas de activos, en lugar de que dicho dinero sea canalizado hacia la inversión productiva.

Una alternativa sería distribuir el dinero de nueva emisión del banco central directamente a las asociaciones de vivienda, a los consejos locales, o a los bancos de inversión nacionales o regionales – es decir, entregarlo a cualquier organización que pueda llevar a cabo proyectos de infraestructura. Esto es lo que propone Corbyn.

Esta idea de la financiación monetaria de los déficits fiscales (prestándose del banco central, en lugar de hacerlo de los mercados de bonos) tiene un pedigrí de buena reputación. En una conferencia en la Escuela de Negocios Cass en febrero de 2012, Adair Turner, ex Presidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, propuso dicha idea como una opción en caso de que la obtención de más préstamos de los mercados se tornase imposible, ya sea por razones políticas o económicas.

La propuesta de Corbyn, a diferencia de la financiación monetaria ortodoxa, no añadiría a la deuda nacional – esta es una gran ventaja. La QE ortodoxa – llamémosla “monetización uno” – está destinada a ser revertida, utilizándose la imposición de impuestos para reunir dinero con el fin de redimir los bonos gubernamentales que mantiene en su poder el banco central. La expectativa de futuras alzas de impuestos podría conducir a que las personas ahorren parte del dinero nuevo, en lugar de gastarlo. La QE no ortodoxa (“monetización dos”) evita este problema, ya que los préstamos del banco central no serán reembolsados; se compensan saldos entre los activos de los bancos centrales y los pasivos del gobierno. Por esta razón esto no se debe excluir a priori.

Existen argumentos sólidos que apoyan a la monetización dos en la eurozona, región que enfrenta un panorama económico con crecimiento cero y deflación. En efecto, mientras que el programa de flexibilización cuantitativa presentado por el Banco Central Europeo en enero se compone principalmente de compras de deuda soberana, en el segundo caso el BCE comprará además deuda emitida por la Comisión Europea y el Banco Europeo de Inversiones – que son elementos clave de la mencionada monetización dos. Por lo tanto, esto ayudará a financiar la inversión en infraestructura.

Pero este no es el caso de la economía del Reino Unido que actualmente crece casi 3% al año y en este momento no necesita un programa de alivio cuantitativo adicional de ningún tipo. El gobierno puede pedir prestado todo lo que quiere de los mercados de bonos a tasas de intereses cercanas a cero. La externalización de tal capacidad de endeudamiento a un Banco Nacional de Inversiones es simplemente una manera de mandar señales que indiquen que cualquier endeudamiento adicional se utilizará para la inversión, no para gasto corriente.

Hay dos argumentos sólidos para que en la actualidad se active una institución de este tipo en el Reino Unido. En primer lugar, la participación de la inversión privada en el PIB se encuentra aún por debajo de su nivel anterior a la caída económica, que era de alrededor del 11% del PIB. Esto sugiere que los inversores no tienen confianza en la durabilidad de la recuperación.

En segundo lugar, dependiendo del mandato de la institución, un programa de inversión dirigido por el Estado ofrece una manera de reequilibrar la economía británica alejándola de la actividad especulativa privada y llevándola hacia la inversión a largo plazo en crecimiento sostenible, y alejándola también de la región sur-este y llevándola a la región central y región del norte de Inglaterra. En pocas palabras, ofrece una forma de abordar el problema de “la riqueza privada y la miseria pública” que John Kenneth Galbraith identificó en la década de 1950.

Corbyn debe ser felicitado, no castigado, por traer a la atención del público estos temas serios respecto al papel del Estado y las mejores formas de financiar sus actividades. El hecho de que se menosprecia lo que Corbyn hace ilustra la peligrosa complacencia de las élites políticas de hoy en día. Millones de personas en Europa están en lo correcto cuando consideran que el orden económico actual no está al servicio de sus intereses. ¿Qué van a hacer dichas personas si sus protestas son simplemente ignoradas?

Robert Skidelsky, Professor Emeritus of Political Economy at Warwick University and a fellow of the British Academy in history and economics, is a member of the British House of Lords. The author of a three-volume biography of John Maynard Keynes, he began his political career in the Labour party, became the Conservative Party’s spokesman for Treasury affairs in the House of Lords, and was eventually forced out of the Conservative Party for his opposition to NATO’s intervention in Kosovo in 1999. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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