¿Se dividen los BRICS?

La última cumbre virtual de los BRICS, que reunió a los jefes de Estado y gobierno de Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica, fue tan interesante por lo que no sucedió como por lo que sí. La reunión de dos días se caracterizó por algunas discusiones constructivas, pero también por lugares comunes y naderías, y concluyó con una «Declaración de Beijing» que a pesar del título grandilocuente es totalmente anodina.

Pocos dudan del enorme potencial de los BRICS, un grupo que incluye a los dos países más poblados del mundo (China y la India), una exsuperpotencia (Rusia) y dos de las economías más grandes en América Latina y África. Pero el historial del agrupamiento desde la primera reunión anual de los BRIC en 2009 (Sudáfrica se unió al bloque el año siguiente) ha sido en general una muestra de retórica elevada y subdesempeño crónico.

La Declaración de Beijing señala que el Diálogo de Alto Nivel de los BRICS es una oportunidad para profundizar la cooperación en la lucha contra la COVID‑19, la transformación digital, la resiliencia y estabilidad de las cadenas de suministro, y el desarrollo descarbonizado. Objetivos todos que ya se persiguen en una variedad de foros multilaterales.

Con más hipocresía, la declaración condenó el terrorismo y pidió que se concluya y apruebe la Convención Integral sobre el Terrorismo Internacional dentro del marco de las Naciones Unidas. Sonó bastante hueco, ya que la cumbre tuvo lugar pocos días después de que China bloqueó una propuesta conjunta de la India y Estados Unidos para aplicar a Abdul Rehman Makki, un terrorista con base en Pakistán, la designación de terrorista internacional conforme a las normas del Comité de Sanciones de la ONU.

Hace mucho que la India y Estados Unidos consideran a Pakistán (donde como es bien sabido halló refugio Osama bin Laden) un cómplice del terrorismo internacional. Pero Pakistán puede salirse con la suya porque China lo protege en la ONU.

No fue la primera vez que China frenó propuestas para que el Comité de Sanciones denuncie a terroristas conocidos con base en Pakistán. Ya bloqueó varios intentos en ese sentido en relación con Masood Azhar, jefe de la entidad terrorista Jaish‑e‑Mohammed (proscrita por la ONU) y otras personas vinculadas con la no menos sanguinaria Lashkar‑e‑Taiba. El primer ministro indio Narendra Modi señaló con razón en la cumbre de los BRICS que los integrantes del grupo deben comprender las preocupaciones de seguridad de sus socios y darse apoyo mutuo en la condena a terroristas, agregando que esta delicada cuestión no debe ser «politizada».

Fue en este contexto que China, país presidente de la cumbre, lanzó una propuesta de ampliar el grupo con la admisión de nuevos miembros; algunos medios informaron después que Argentina e Irán han solicitado el ingreso. Pero en la reunión no hubo una discusión oficial del asunto, que sólo apareció en forma tentativa en la declaración de cierre.

Detrás de esta cuestión de la ampliación hay dos preguntas que apuntan a la esencia del agrupamiento BRICS. En primer lugar, ¿es una organización de naturaleza ante todo económica o geopolítica? En segundo lugar, si los BRICS son un bloque geopolítico, ¿se convertirá en el principal vehículo para el surgimiento de un eje global liderado por China y Rusia (objetivo que China al parecer apoya y que la propuesta de ampliación, más la nómina de presuntos candidatos, parece buscar)? En tal caso, ¿qué hace la India allí?

Respecto de la primera pregunta, el motor inicial de la sigla BRIC (creada en 2001 por Jim O’Neill, entonces economista en Goldman Sachs) fue una visión de cooperación económica. Los cuatro (después cinco) mercados emergentes que formaron el grupo tenían ideas compartidas y compatibles sobre una reforma de la gobernanza global, que sin duda ofrecían una razón de ser.

Pero por sus inquietudes en común respecto de la dirección del desarrollo global y del poder de las instituciones de Bretton Woods dominadas por Occidente, la agenda del grupo también era política. Los BRICS parecían convertirse en la nueva plataforma principal del Sur Global, en la que los países en desarrollo podían expresar su disenso respecto del «Consenso de Washington»; esta tendencia se reforzó al sumarse Sudáfrica, la única economía africana en el G20.

Pero estos últimos años, el entorno global ha tenido enormes cambios. La reacción contra la globalización y una guerra comercial entre Estados Unidos y China, así como la creciente desconfianza de los funcionarios estadounidenses en relación con las intenciones geopolíticas de Beijing, se sumaron a las hostilidades militares entre China y la India, que incluyeron en 2020 la matanza de veinte soldados indios en la frontera disputada entre ambos países en los Himalayas.

Parece pues que los BRICS están sufriendo una crisis de identidad. Los mandarines de la política exterior india al principio vieron en el grupo una plataforma útil para aumentar la influencia internacional de la India, en sintonía con su papel tradicional de líder del mundo en desarrollo. Pero la India está claramente incómoda con los intentos de convertir el bloque en un foro geopolítico al servicio de los intereses de China y Rusia, y con la extensión del bloque a otros estados «afines» como Irán. (Brasil también ha mantenido un estudiado silencio respecto de la supuesta solicitud de ingreso de Argentina.)

Se dice que la India tuvo una participación crucial en la redacción de la única referencia que hace la Declaración de Beijing a la ampliación del bloque, casi al final del documento de 75 párrafos. Señala el párrafo 73: «Apoyamos la promoción de discusiones entre los miembros del grupo BRICS relativas al proceso de ampliación del grupo. Recalcamos la necesidad de aclarar los principios rectores, estándares, criterios y procedimientos para este proceso de ampliación, a través del canal de los “sherpas”, sobre la base de la plena consulta y el consenso».

Sir Humphrey Appleby, el burócrata británico que siempre habla con rodeos en la serie de televisión Yes Minister, no podría haberlo escrito mejor (salvo que quizá habría agregado «en su debido momento»). El significado es claro: «plena consulta» es una receta para la postergación por tiempo indefinido; y la insistencia en el «consenso» implica que basta uno de los estados miembros para que la ampliación nunca tenga lugar.

Parece que en su confianza respecto de los planes de ampliación de los BRICS y las solicitudes pendientes, China no ha tenido muy en cuenta a la India. Mal puede esperarse que la India acepte una ampliación de los BRICS pensada para volver el bloque más sinocéntrico. Y hay otra inquietud inevitable: si dado el patrocinio de China, el siguiente país a la espera de unirse no será Pakistán.

La India siempre ha sido la vocal indispensable dentro de la sigla BRICS. Si la dirección estratégica actual del bloque y su posible ampliación obligan al país a abandonarlo, puede que el grupo no sólo se vuelva impronunciable, sino también inviable.

Shashi Tharoor, a former UN under-secretary-general and former Indian Minister of State for External Affairs and Minister of State for Human Resource Development, is an MP for the Indian National Congress. He is the author, most recently, of  Pride, Prejudice and Punditry: The Essential Shashi Tharoor (Aleph Book Company, 2021). Traducción: Esteban Flamini.

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