¿Se marchita la relación entre suníes y chiitas?

¿Se marchita la relación entre suníes y chiitas?
Bandar Algaloud/Saudi Royal Council Handout/Anadolu Agency/Getty Images

Las relaciones entre suníes y chiitas mejoraron sustancialmente en los últimos años a medida que Arabia Saudita atemperó la retórica antichiita y algunos chiitas árabes procuraron distanciarse de Irán (que se vio acosado por protestas callejeras). Pero las animosidades de larga data y las controversias históricas podrían regresar fácilmente al centro de la escena y estallar otra vez, especialmente dado el papel que ahora desempeñan la televisión satelital y las redes sociales en la esfera pública árabe y musulmana más amplia.

Una serie de televisión podría crear una chispa: para el próximo Ramadán (del 23 de marzo al 22 de abril), la cadena Saudita MBC planea transmitir un gran drama histórico sobre Muawiya Ibn Abi Sufyan —una figura importante, pero controvertida, de la historia islámica antigua—. Muawiya fundó la dinastía del califato Omeya y su reinado coincidió con la primera guerra civil del islam, la llamada fitna, en la que se convirtió en portador del estandarte de quienes se oponían a Ali, a quien los chiitas consideran heredero legítimo del profeta Mahoma.

Con uno de los mayores presupuestos de la historia de la televisión árabe (según los rumores, cerca de 75 millones de dólares), la nueva serie es el último ejemplo de una tendencia de más larga data. Las series de Ramadán son extremadamente populares en el mundo musulmán, donde la gente, como en todas partes, absorbe cada vez más las ideas sobre la historia a través de series por canales de televisión o plataformas en continuo. Un drama histórico anterior de la MBC sobre el califa Umar despertó las críticas de los clérigos suníes, quienes sostuvieron que no se debe representar a los compañeros del profeta (y las de los críticos chiitas, que no estaban de acuerdo con la narrativa histórica del programa).

Pero esas críticas fueron menguando a medida que la representación de personalidades históricas musulmanas en la pantalla se tornó más común, y cuando los clérigos suníes más intransigentes de Arabia Saudita perdieron gran parte de su influencia. El príncipe heredero saudita Mohamed bin Salmán (MBS) —gobernante de facto del país— abrazó un hipernacionalismo que valora la unidad entre chiitas y suníes; y en línea con ello se eliminaron los discursos de odio sectarios y se nombró a miembros de la minoría chiita del país en cargos clave.

MBS también se contactó con los clérigos y políticos chiitas de toda la región para tratar de captarlos y alejarlos de Irán, el archienemigo de Arabia Saudita. Entre ellos se cuenta Muqtada al-Sadr, el poderoso político y clérigo iraquí chiita. Después de la eliminación de Saddam Hussein, al-Sadr surgió como un símbolo del empoderamiento chiita y del nacionalismo iraquí, y como alguien que podía enfrentarse al poder de Irán sobre las comunidades chiitas árabes. Ha agradecido las tentativas de acercamiento sauditas e incluso visitó el Reino.

El 14 de febrero, sin embargo, al-Sadr instó a Arabia Saudita y otros países a no difundir el nuevo programa de la MBC, argumentando que Muawiya es la causa de la división sectaria del islam. Poco después, la Comisión Iraquí de Comunicaciones y Medios de Difusión prohibió su puesta en el aire, junto con la de un drama financiado por los chiitas sobre Abu Lulua (una figura despreciada por los suníes porque mató al califa Umar). La MBC aceptó no difundir el programa en su canal iraquí, y el canal chiita decidió no avanzar con su proyecto provocador; pero es poco probable que la MBC retire completamente el programa, no solo por su costo sino también por la reacción que enfrentarían tanto la empresa como Arabia Saudita por parte de los suníes de línea dura.

Es probable entonces que el drama de gran presupuesto que reconstruye los episodios históricos más cuestionados por los suníes y chiitas siga adelante, e inevitablemente renueve las tensiones sectarias. La obra se difundirá de todas formas en el principal canal panárabe y seguramente circularán en las redes sociales fragmentos de los episodios polémicos. Y aunque el futuro del programa sobre Abu Lulua no está claro, en los últimos años se filmaron otras series financiadas por chiitas —a menudo con fondos iraníes— que describen el período temprano desde su perspectiva, lo que a su vez provoca a los suníes.

Esto es lamentable, considerando las destacables mejoras recientes en las relaciones entre suníes y chiitas, que llegaron inmediatamente después de algunos de los peores hechos de violencia entre ambos registrados en la década de 2010. El sectarismo violento fue uno de los principales elementos de la guerra civil siria y del surgimiento del Estado Islámico, que masacró a los chiitas y a otros no suníes en los territorios que estaban bajo su control, y atacó objetivos chiitas desde Arabia Saudita hasta Bangladés. Detrás de muchos de los enfrentamientos sectarios de la región hubo batallas subsidiarias entre Arabia Saudita (que principalmente respaldaba a los suníes) e Irán (que en gran medida apoyaba a los chiitas).

Pero después de la derrota militar del Estado Islámico en Siria e Irak, Arabia Saudita cambió de curso y surgieron movimientos de protesta antisectarios en toda la región, que contribuyeron a aliviar las tensiones entre suníes y chiitas, y a poner fin a la violencia. Incluso los talibanes suníes fundamentalistas procuraron vincularse con los chiitas afganos y les permitieron seguir realizando algunos de sus rituales después de su regreso al poder en Afganistán en 2021. Además, las protestas masivas que sacudieron a Irán desde 2022 mostraron un grado destacable de solidaridad interétnica e intersectaria (los suníes iraníes se unieron a las protestas junto a la mayoría de iraníes chiitas).

De todas formas, sigue habiendo mucha tensión entre la República Islámica de Irán, liderada por clérigos chiitas, y sus vecinos liderados por suníes en el Golfo. En Bahréin continúan el impasse político y la privación a la oposición chiita de su derecho al voto. En el Líbano, donde los aliados iraníes controlan el Estado, los estados del Golfo en gran medida abandonaron a sus aliados tradicionales suníes (y cristianos). Y, como en Irak, resulta imposible reformar el sistema sectario de distribución de poder. En Irán y Afganistán, los afiliados a los estados islámicos siguen atacando mezquitas y santuarios chiitas. Y las tensiones entre suníes y chiitas se mantienen en niveles elevados en Pakistán y parte de África.

Las iniciativas para promover el diálogo entre suníes y chiitas en los últimos años lograron declaraciones que denunciaban provocaciones deliberadas, así como conexiones más personales entre las figuras clave, pero no fueron capaces de crear mucho terreno común sobre el cual superar las diferencias doctrinarias o las visiones opuestas de la historia. Lo ideal sería que ambas partes evitaran temas difíciles y polémicos —como la historia de la primera fitna— y se centraran por el contrario en los puntos en común, pero las series históricas harán lo opuesto.

Además, la geopolítica está complicando las cosas: un «eje de resistencia» liderado por Irán —que incluye a Siria, Hizbulá (en el Líbano) y a milicias chiitas en Irak— se alineó completamente con Rusia y aún existen conflictos subsidiarios regionales no resueltos, no solo en Siria sino también, y especialmente, en Yemen. Esta dinámica política, combinada con animosidades de larga data, será suficiente para mantener las tensiones a fuego lento apenas por debajo de la superficie... donde es probable que entren repentinamente en ebullición.

Toby Matthiesen is incoming Senior Lecturer in Global Religious Studies at the University of Bristol and has previously held fellowships at the Universities of Oxford, Venice, Stanford, and Cambridge. His global history of Sunni-Shia relations, The Caliph and the Imam: The Making of Sunnism and Shiism, will be published by Oxford University Press in March. Traducción al español por Ant-Translation.

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