Se miente, pero no se engaña

Este diario publicó el martes de la pasada semana una pequeña pero jugosa entrevista al economista belga Paul de Grauwe, uno de los mejores expertos en economía europea, en la que relativiza el hecho de que España haya incumplido las previsiones de déficit público comprometidas con la Comisión Europea. La conversación no tiene desperdicio.

Una de las sentencias memorables de De Grauwe en esa entrevista es que “es verdad que no está bien tener que mentir, pero a veces cuando te enfrentas a acreedores que te imponen condiciones tan duras, bueno, quizás mentir es la mejor respuesta posible. Así que debo decir que es bueno que el Gobierno español mintiera. Es bueno para los españoles”.

Por mi parte añadiría que se miente, pero no se engaña. Desde que se fijaron los objetivos para una rápida reducción del déficit público, cualquier economista sensato sabía que eran incumplibles en los términos que se habían fijado. Y sabían también que no eran buenos para los españoles, como señala con acierto De Grauwe. Y quiero creer que también lo sabían los responsables económicos europeos y el propio ministro de Hacienda español.

Pero, si lo sabían, ¿para qué jugar a este juego de mentiras? Es una forma piadosa, “la mejor respuesta posible”, de adaptarse a una reglas que se sabe que no se pueden cumplir pero que no se quieren cambiar. Un juego en el que, por un lado, Bruselas exige el cumplimiento estricto de las “reglas” y, por otro, el Gobierno español jura que va a hacerlo. Pero como lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible, una vez que no se ha logrado hay que entrar en otro juego. En el del “yo te doy una prórroga para que cumplas, pero a cambio te pongo una multa”. Juegos infantiles y banales, que provocarían sonrisas si no fuese por los efectos dramáticos que tienen sobre las condiciones de vida de mucha gente.

De Grauwe sabe de lo que habla cuando afirma que el haber mentido “es bueno para los españoles”. Tiene más razón que un santo. Pregúntense por qué España es el país de la eurozona que más ha crecido en el 2015. La explicación no son las reformas del mercado de trabajo. Hasta el propio Fondo Monetario Internacional, que no es precisamente el Vaticano de la heterodoxia económica, las ha cuestionado en su reciente informe de primavera sobre las perspectivas económicas mundiales.

Si no han sido las reformas, ¿qué ha tirado del crecimiento español? Lisa y llanamente, el incumplimiento del objetivo del déficit. Ha sido una pequeña inyección en vena para el consumo interno, que ha sido el motor de la recuperación. Eso sí, con la ayuda del buen comportamiento de las exportabienes ciones de y servicios y del turismo. Reconocer esta realidad no es hacer alabanzas al déficit, ni aplaudir al Gobierno por su incumplimiento, sino reconocer una realidad económica avalada por los datos.

La otra perla que deja De Grauwe en la entrevista tampoco tiene desperdicio. Es cuando afirma que “por lo que hay que preocuparse es por el bienestar de la gente, no por las reglas que estos grises contables de la UE tratan de imponer. Que los alemanes digan lo que quieran, si es que dicen algo”.

Tiene razón. La política fiscal europea no la dirigen los economistas ni los políticos, sino contables obsesionados por el cumplimiento a rajatabla de las reglas. No me entiendan mal. Los contables son muy necesarios, pero no deben estar al frente de la economía. Su conducta acostumbra a responder al principio de “que se cumpla la regla, aunque después el cielo se nos venga encima”. Y así nos va.

Poner el bienestar de la gente por delante de las reglas, como pide De Grauwe, significa colocar la creación de empleo como objetivo central del cuadro de mando de la gestión macroeconómica. Y juzgar la eficacia de todas las políticas de acuerdo con esa variable. Eso es lo que hizo a finales del 2006 la Administración Obama y, en particular, quien entonces era su presidente, Ben Bernanke, cuando afirmó que “la Reserva Federal haría todo lo necesario, durante el tiempo necesario, hasta que el desempleo en Estados Unidos bajase del 6,5%. Y lo consiguió.

A estas alturas de la historia debería estar claro para Bruselas que la frágil recuperación europea y el elevado desempleo obedecen a errores en el diseño de la política fiscal. De ahí que organismos internacionales como el FMI y la OCDE y gobiernos como el norteamericano adviertan a Bruselas contra la tentación de volver a aplicar otra dosis de austeridad en países como España.

Pero mucho me temo que los contables seguirán mandando. En ese caso, el mal menor es seguir con el juego de las mentiras.

Antón Costas, catedrático de Economía de la Universitat de Barcelona.

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