¿Se perdió a Yemen por los ataques estadounidenses con drones?

La reciente y dramática crisis en Yemen ha provocado un debate sobre si la administración del presidente estadounidense Barack Obama cometió un error al declarar que su estrategia de lucha contra el terrorismo en dicho país – centrada en ataques con aviones no tripulados o “drones” – es un éxito. En los hechos, tal como muestra un nuevo informe titulado “Muertes causadas por drones”, incluso si la crisis actual no hubiese entrado en erupción, los daños causados por los ataques con aviones estadounidenses no tripulados a los civiles yemenís deberían ser suficientes como para llevar a EE.UU. a repensar su estrategia.

EE.UU. han estado llevando a cabo ataques con drones en Yemen desde al menos el año 2002, y se estima que el número total de ataques se encuentra en un rango de entre 90 a 198. Si bien los gobiernos de Estados Unidos y Yemen han elogiado la focalización precisa de los drones, dichos gobiernos se han negado a revelar detalles clave sobre los ataques, incluyendo el número de ataques llevados a cabo, quiénes fueron los blancos de dichos ataques, o, lo más importante, la cantidad y la identidad de los civiles muertos a consecuencia de los ataques.

En un discurso en el año 2013 en la Universidad Nacional de Defensa, Obama aseguró que, fuera del escenario de la guerra afgana, no se llevaría a cabo ningún ataque con drones, a menos que hubiera “casi certeza de que ningún civil sería asesinado o herido”. (Obama reconoció, en términos generales, que los ataques aéreos de Estados Unidos habían provocado víctimas civiles). El presidente Obama también afirmó que Estados Unidos sólo ataca a “terroristas que representan una amenaza continua e inminente para el pueblo estadounidense”, y que no lanza ataques aéreos con drones cuando tiene “la capacidad de capturar a los terroristas de manera individual”.

El informe “Muertes causada por drones”, que incluye testimonios de primera mano de testigos y sobrevivientes de ataques con drones en Yemen, relata una historia diferente. Los nueve estudios de casos documentados en el informe – cuatro de los cuales son sobre ataques que ocurrieron después del mencionado discurso del año 2013 – proporcionan prueba creíble sobre que los ataques de los drones estadounidenses han matado y herido a civiles yemeníes, lo que sugiere que la norma de la “casi certeza” no se está aplicando de manera efectiva.

El informe también pone en duda otras aseveraciones vertidas por Obama, ya que muestra pruebas que indican que los objetivos de los ataques con drones, si bien son objetivos que posiblemente representen una amenaza para Yemen, no representan una amenaza directa para EE.UU., y que la captura de dichas personas podría haber sido posible. En otras palabras, los civiles yemeníes han sufrido y muerto debido a ataques con drones que, quizás, no hubiesen sido necesarios.

Para las familias de los civiles que perdieron la vida, la falta de justificación para llevar a cabo estos ataques – o, de hecho, el reconocimiento directo de que estos ataques sí ocurrieron – lleva a que dichas muertes sean aún más difíciles de aceptar. El padre de Nasser Mohammed Nasser, uno de los cuatro civiles inocentes que murieron en un ataque aéreo estadounidense con drones el 19 de abril de 2014, se lamenta indicando: “Mi hijo y los que estaban con él no tenían nada que ver con Al Qaeda. Ellos, simplemente, se dirigían a trabajar para ganarse la vida. ¿Por qué, entonces, el avión estadounidense los atacó?”

Por supuesto, perpetrar ataques con aviones no tripulados en un lugar lejano, en una forma bastante secreta, en nombre de la seguridad nacional es relativamente fácil políticamente. Incluso es más fácil cuando los civiles que se ven afectados por esos ataques son pobres y carecen de influencia política, y por lo tanto, tienen poca capacidad para llamar la atención sobre su difícil situación.

Tal como Yaslem Saeed bin Ishaq, cuyo hijo fue asesinado en un ataque aéreo estadounidense en Wadi Sir el 1 de agosto de 2013, observó: “Ellos simplemente matan. No conocen los estragos que sus misiles causan. No se dan cuenta del sufrimiento que crean para nuestras familias”.

En efecto, si EE.UU. no reconoce los ataques específicos, ¿cómo pueden los estadounidenses comunes y corrientes llegar a saber que Rasilah al-Faqih, una mujer embarazada yemení, fue asesinada en Walad Rabei, junto con su esposo y su hija de diez años de edad, mientras se dirigían a su hogar después de una visita al médico? O, ¿cómo pueden saber que la casa de Abdoh Mohammed al-Jarraah en Silat al-Jarraah tenía a 19 personas, entre ellas mujeres y niños, en su interior cuando fue diezmada por un ataque de drone?

Sin embargo, a pesar de que el silencio permanente del gobierno de Estados Unidos sobre los ataques puede ser de ayuda en casa, dicho silencio está enviando un mensaje dañino en Yemen y más allá de las fronteras yemeníes. En palabras de Moqbel Abdullah Ali al-Jarraah, un aldeano de Silat al-Jarraah: “Creo que Estados Unidos está probando sus inventos letales en nuestros pueblos pobres, porque [EE.UU.] no puede permitirse el lujo de hacerlo en cualquier otro lugar donde la vida humana sí tiene valor. Aquí, nosotros somos personas sin valor”.

En febrero de 2013, quien entonces era jefe de contraterrorismo de la Casa Blanca, John Brennan testificó, en su audiencia de confirmación ante el Senado antes de convertirse en el Director de la CIA, que “en aras de la transparencia”, EE.UU. debería reconocer públicamente los asesinatos equivocados. Más tarde ese mismo mes, él reconoció que el gobierno de Estados Unidos “debería hacer público el número total de muertes de civiles causadas por los ataques estadounidenses lanzados teniendo como objetivo a Al Qaeda”. EE.UU. no ha realizado ninguna de dichas dos acciones.

Entonces, no debería causar ninguna sorpresa que personas civiles como Nasser, quienes han perdido a madres, padres, hijos e hijas en ataques estadounidenses estén indignadas no sólo con EE.UU., sino también en el gobierno de Yemen, que accedió a que se perpetraran dichos ataques. En este sentido, los ataques con drones, lejos de lograr que Yemen y EE.UU. sean lugares más seguros, podrían estar reforzando el apoyo que se brinda a Al Qaeda.

A principios de este año, EE.UU. anunció una nueva política relativa a las exportaciones de drones, política que, supuestamente, es parte de un esfuerzo más amplio para trabajar con otros países con el propósito de “dar forma a los estándares internacionales” sobre el uso de aviones no tripulados y obligar a los Estados receptores  a “utilizar estos sistemas de conformidad con el derecho internacional”. Pero, tal como el informe “Muertes causadas por drones” muestra: el propio EE.UU. puede no estar cumpliendo con las leyes internacionales, o incluso con sus propias directrices.

A esta altura de las cosas, EE.UU. continúa negándose a reconocer el impacto que su programa de drones causa en la población civil. Sin embargo, este país, por lo menos, no debería exportar a otros países el modelo sigiloso y posiblemente ilegal, de guerra con drones que está utilizando en Yemen.

Amrit Singh is the author of Death by Drone: Civilian Harm Caused by U.S. Targeted Killings in Yemen, and Senior Legal Officer for national security and counterterrorism at the Open Society Justice Initiative. Traducido del inglés por Rocío Barrientos.

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