¿Se puede construir un liderazgo sobre el pasado?

Se puede construir un liderazgo sobre el pasado

Una de las ideas clave sobre las que tradicionalmente ha transitado el socialismo español se refiere al término “renovación”. Así tras el XII Congreso de Toulouse de 1972, se produce una ruptura entre los históricos, los militantes del exterior, y los renovadores, los que permanecían en el interior con una comprensión mayor de lo que sucedía en España.

El XIII Congreso de Suresnes en 1974 consolidaría el nacimiento del nuevo PSOE, pero durante algún tiempo se litigó en torno al reconocimiento de la marca PSOE con dos expresiones, el PSOE (histórico) y el PSOE (renovado) que se resolvería favor de este último.

Años después, conseguidas importantes victorias electorales, el término “renovación” se usaría reiteradamente en los conflictos de orden interno frente a quienes disponían del “aparato” de la organización. Oficialistas y renovadores serían etiquetas que han funcionado incluso de modo intercambiable.

Pero no pretendo distraerme sobre estas diferencias sino insistir en la fuerza que la idea de renovación ha tenido en el devenir de nuestro socialismo. Aún más, Renovación, era la cabecera de la revista histórica de las Juventudes Socialistas de España (JSE) fundada en 1907.

Esta idea se ha desarrollado con otros sinónimos también, como es la expresión del “cambio”. Cabe recordar aquel lema de campaña triunfador “Por el Cambio”, y desde entonces el cambio siempre estuvo implícito en nuestras convocatorias.

Cambio y renovación han funcionado como ideas motoras y conectan con nuestra esencia fundacional que radica en un propósito transformador de la sociedad y en el impulso modernizador que ha representado siempre el socialismo en la historia de España, quizás nuestra principal aportación.

Por ello, no parece una idea acertada el recurso de algunos o algunas de comparecer a dirigir el PSOE del futuro desde una concepción estática con adornos del pasado ignorando la naturaleza dinámica del socialismo español. El recurso a la nomenclatura y a la fortaleza del poder no es una invitación a la ilusión que despierta la llamada al cambio, que es tanto como alimentar la esperanza del futuro. Homenajear reiteradamente la obra del pasado sin poner el acento en los desafíos presentes y futuros equivale a dar muestras de incapacidad para generar nuevos hitos y brindar oportunidades a las nuevas generaciones.

Es verdad que asumir los nuevos desafíos exige valor y que, cuando el futuro es incierto, el temor y la inseguridad que sobreviene nos pueden llevar a refugiarnos en el pasado. ¿Se puede construir un liderazgo sobre el pasado? Evidentemente, no, salvo que la utilización del pasado sea tan solo instrumental. Lo que sí parece cierto, es que no puede haber confianza en el futuro sin un proyecto definido.

El PSOE vive un proceso histórico de redefinición, otro más en su larga historia pero el más crucial desde su legalización en 1977. A la crisis que la socialdemocracia vive en Europa, en nuestro caso añadimos elementos particulares. La inmersión en un sistema con crecientes problemas de desigualdad y dominación ha difuminado el carácter rebelde y ofensivo de la socialdemocracia provocando un cuestionamiento ideológico que lógicamente afecta a los propios valores que nutren nuestra ideología. Hay una cierta quiebra ideológica, pero también moral.

De ahí que la recurrente apelación a la renovación hoy puede ser sustituida por la llamada a la regeneración del socialismo español en la mejor tradición española inspirada en los valores de la Ilustración, representada también por la Institución Libre de Enseñanza, de espíritu krausista, que junto a las fuentes marxistas que originaron la organización del movimiento obrero influyeron en la formación del PSOE en su vertiente intelectual y moral.

Los elementos de crítica regeneracionista están presentes en la movilización de la militancia socialista que sigue la candidatura de Pedro Sánchez. El rechazo a un mero régimen de alternancia que no rehúye siquiera posibles coaliciones entre derecha y socialdemócratas frente a la vocación de alternativa y el espíritu transformador del socialismo. El rechazo a toda forma de corrupción, en la que se integra también el clientelismo. El rechazo a las oligarquías de cualquier naturaleza y presencia que tratan de imponer sus decisiones huyendo de la participación de la ciudadanía. La reivindicación efectiva de los valores de igualdad, libertad y solidaridad basada en hechos constatables y de comportamientos basados en la coherencia, la ejemplaridad y la humildad. Una acción política desarrollada a la luz, buscando el encuentro con la gente y recurriendo al poder de la convicción a través del discurso, frente a la acción política desarrollada a la sombra, mediante la intriga, el recurso oprimente del temor y la presión personal, basándose en un poder que puede influir sobre el bienestar de determinadas personas, que pone y quita, que concede y niega beneficios.

Si alguien no entiende la existencia de esta demanda regeneracionista, de nueva política, más ejemplar y más estética, y de nuevas políticas, más justas y más transformadoras, está adoleciendo de la visión necesaria que a todo dirigente político debe exigírsele. La política es anticipación. Si no entendemos el presente, si no sabemos interpretar correctamente los anhelos de nuestra sociedad, difícilmente aportaremos soluciones y el futuro se dará sin nosotros. Un síntoma de la incomprensión de la realidad es la irritación. Y se observa mucha irritación en una parte del PSOE.

Así que el PSOE, en esta auténtica encrucijada, se juega mucho más que un liderazgo. Está en juego la capacidad para interpretar nuestra realidad y sintonizar consecuentemente con las expectativas de nuestra sociedad, y también la capacidad para poder transformarla, si es eso lo que se pretende.

José Luis Ábalos es portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista en el Congreso.

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