¿Se puede salvar a Ucrania?

Une nube de humo acre flota en el aire e irrita los ojos en gran parte del centro de Kiev, donde la represión del Estado está frustrando las esperanzas de resolver la crisis política de Ucrania. Cualquier expectativa de acabar con el grave desorden civil del país parece desaparecer rápidamente, pues la tregua entre el gobierno y la oposición se rompió horas después de hacerse efectiva, y se ha reportado la muerte de docenas de personas en días recientes.

Sí, se ha logrado una paz temporal, luego de la mediación de ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, y se llegó al compromiso de adelantar elecciones. Sin embargo, esos arreglos se han propuesto antes, es poco probable que un acuerdo obtenga una aceptación general a menos que incluya la salida inmediata del presidente, Viktor Yanukovich.

De hecho, el gobierno de Yanukovich parece estar preparado para tomar todas las medidas necesarias para continuar en el poder. Siguiendo el ejemplo de la guía de acciones del presidente ruso, Vladimir Putin, la policía fiscal está persiguiendo organizaciones de la sociedad civil con la esperanza de intimidarlas para hacer que callen y se vuelvan irrelevantes. Con todo, a pesar de dicha intimidación, los ucranios de todas las condiciones han estado protestando durante tres meses en las ciudades de todo el país.

En el fondo, esta es una lucha entre la Ucrania orientada hacia Occidente y la Ucrania oriental obsesionada con Rusia, para ganar el corazón geopolítico del país. ¿Se irá Ucrania más hacia la Unión Europea o se unirá a la unión euroasiática dominada por Rusia?

A pesar de la violencia creciente, Ucrania no está al borde de la guerra civil –al menos no por el momento. Pero no nos confundamos: el riesgo de escisión del país –y de su ejército– es muy real, como lo prueba la decisión de Yanukovich de destituir a Volodymyr Zamana, jefe de las fuerzas armadas. Se tiene que poner un alto al conflicto ahora.

Para lograrlo, Ucrania necesita un gobierno de transición de expertos y una nueva Constitución que ofrezca al país el sistema que prevalecía hasta hace una década, en el que había división de poderes entre el Parlamento y el presidente. Además, se deberían celebrar elecciones en tres meses, y elegir un nuevo parlamento poco después.

Pero Yanukovich ha demostrado que no quiere una solución negociada. Hasta que la violencia estalló recientemente, parecía que se podrían reducir las tensiones mediante el diálogo. Se ofreció una amnistía para los detenidos y los manifestantes aceptaron retirarse de los edificios públicos. No obstante, cuando los manifestantes cumplieron su promesa y evacuaron los edificios ocupados, Yanukovich recurrió a la fuerza con el fin de acabar por completo con las protestas.

En efecto, la policía abrió fuego contra los manifestantes y, según se informa, han matado a al menos 70 personas y herido a cientos más. Los hospitales están desbordados y muchas personas evitan ir a la clínicas públicas porque temen ser detenidos –o peor. El activista Yuri Verbitsky, un físico matemático fue secuestrado por cinco hombres en un hospital de Kiev al que había acudido para recibir tratamiento por las lesiones que le había provocado una granada de conmoción durante una manifestación. El cadáver golpeado de Verbitsky fue encontrado al día siguiente en un bosque a las afueras de la ciudad.

Cualquier posibilidad de resolver la crisis depende en última instancia de restablecer la confianza de los ciudadanos en sus fuerzas de policía y seguridad, a las que muchos consideran actualmente como fuerzas de ocupación. Para recuperar la confianza del público, no puede haber impunidad para quienes abrieron fuego o dieron la orden de hacerlo. Se debe investigar a fondo el uso excesivo de la fuerza y la utilización del gobierno de grupos semicriminales (llamados titushki) para atacar a los manifestantes.

No obstante, incluso cuando la violencia actual hace que tal investigación sea más urgente, los fiscales y los tribunales de Ucrania se niegan a actuar. Por eso es tan importante que una misión internacional de alto nivel, en la que participen líderes de la sociedad civil, el Consejo de Europa y la Unión Europea, inicie una investigación y presione al gobierno ucraniano para que coopere.

La Unión Europea y los Estados Unidos introdujeron sanciones diplomáticas desde que comenzó la última ola de violencia. Estas deberían incluir prohibiciones de viajes no solo para todos los funcionarios que ordenaron, supervisaron o aplicaron las medidas represivas, sino también para quienes forman la base de apoyo político de Yanukovich: los oligarcas que ahora se mantienen al margen y sacan grandes cantidades de dinero del país.

Las sanciones únicamente deberán levantarse cuando se permita una investigación creíble de los últimos tres meses de violencia y cuando se establezca un gobierno tecnócrata (en cuyo momento la UE y sus Estados miembros deben ofrecer asistencia económica concreta). El Primer Ministro Mykola Azarov renunció el mes pasado, claramente para dar lugar a esa solución. No obstante, Yanukovich se ha negado a dar el paso siguiente o a comprometerse a realizar reformas constitucionales, lo que explica en gran medida la creciente frustración de los manifestantes, y su voluntad de seguir adelante a pesar de la brutal represión.

En Occidente existe la idea de que todas las fuerzas políticas de Ucrania son débiles, corruptas y están divididas. Además, hay inquietudes crecientes, alimentadas a menudo por una cobertura sensacionalista en los medios, de que las fuerzas de extrema derecha están obteniendo una posición dominante en la oposición. No obstante, si bien esos grupos existen, la gran mayoría de quienes se manifiestan en las plazas del país son ciudadanos comunes y corrientes indignados por los abusos de poder, la violencia del Estado, la impunidad oficial y la corrupción.

La amenaza real para las élites corruptas y violentas que han tomado el control de Ucrania es la perseverancia de estos manifestantes, no las provocaciones de los extremistas radicales. En efecto, aunque me niego a creer que no se puede detener la marcha de Ucrania hacia la guerra civil, también sé que nunca se podrá volver a hacer callar a nuestros ciudadanos.

Yevhen Bystrytsky is Executive Director of the International Renaissance Foundation. Traducción de Kena Nequiz.

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