No es una novedad aprovechar una circunstancia ajena a la causa de un problema para justificar una actuación concreta. Es aquello de "aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid...", tomar una decisión incómoda o impopular. Esta crisis que nos rodea sirve para muchas cosas en muchos sectores, incluido el del automóvil, segundo damnificado de la crisis, tras la banca.
Desde hace años el mundo de la automoción se encuentra en una huida hacia adelante: más volumen y tecnología a menos precio y, por tanto, coste. La situación del sector era, per se, insostenible. Y esta crisis global, casi cósmica, está sirviendo para afrontar una problemática que nada (o muy poco) tiene que ver con ella. El sector europeo tiene un exceso de capacidad de producción de al menos un 20%, es decir, sobran entre 12 y 16 fábricas. La coyuntura destapa los problemas estructurales. Como cualquier otra desgracia inevitable, todos deseamos que esta no recaiga en nosotros. Si hay que cerrar, que sea en Bélgica, Reino Unido o Marruecos antes que en Catalunya. El sálvese quien pueda se aplica, y mucho, en tiempos de crisis.
Cuando pase esta crisis, que pasará, volverán los adalides del libre comercio y del laissez faire liberal, con sus deslocalizaciones. Pero ahora el trabajador del Baix Llobregat ha logrado una prórroga gracias a la codicia de los banqueros de inversión norteamericanos que han desestabilizado todo el sistema financiero global. Hay que aprovechar este tiempo extra. Las ayudas de las administraciones central y autonómica a los fabricantes no solo son necesarias sino que las exige una sociedad que quiere cortar esta hemorragia permanente de malas noticias económicas. En Catalunya, se está haciendo todo lo necesario.
Salvada Nissan, al menos temporalmente, el foco de la atención recae en Seat, superviviente de mil crisis. La expansiva estrategia para el 2018, con ventas de 800.000 coches, queda ahora temporalmente en la nevera a la espera de tiempos mejores. Para pasar el bache, el grupo Volkswagen (VW) ofrece fabricar en Martorell un todoterreno de Audi. Se pone la planta por delante de la marca, solución de emergencia que ya se experimentó con éxito para salir de la crisis del 93. Entonces se fabricaron en Martorell modelos de Volkswagen (Caddy y Polo Classic) gracias a los cuales se alcanzaron niveles de producción y rentabilidad nunca vistos. Lamentablemente el sacrificio fue baldío pues los modelos de la nueva Seat no atrajeron lo suficiente al público. Y Seat ha vuelto a tener problemas, agravados por un mercado muy complicado.
La dirección ha jugado muy bien sus cartas, aporta una solución transitoria si, y solo si, los trabajadores aceptan congelar su salario durante dos años (con matices, tras la última negociación), contando con las ayudas públicas. Legítimo y comprensible en quien puede ejercer su posición de fuerza. Ahora la pelota queda claramente en el tejado de la representación sindical, que ha optado por proponer un referendo ante la falta de apoyo de la segunda fuerza sindical, CCOO.
La situación es más compleja de lo que parece. Por un lado el hecho objetivo es aceptar una congelación salarial a cambio de cierta garantía de empleo. No parece mal acuerdo, más aún con una inflación prevista exigua que acota la pérdida de poder adquisitivo real. Cualquier trabajador votaría, racionalmente, a favor del acuerdo. Pero no se puede obviar que CCOO se encuentra en un profundo cambio interno que puede tornarse en fractura según cual sea el resultado. Y lo que menos necesita ahora Seat es una radicalización en unas negociaciones que no han hecho más que empezar pues la adjudicación de un nuevo coche para fabricar es, solo, una parte de la solución.
La votación, con la presión que ha puesto la empresa, debería ser favorable al acuerdo pero el resultado no está, ni mucho menos, asegurado. Hay 11.000 centros de decisión, todos y cada uno de los trabajadores, con sus expectativas y sus miedos, con sus filias y sus fobias. No deberían votar con las tripas, sino con la razón. Y la razón dice que hay que aceptar lo que propone la empresa aunque no acaben de compartirse todos los argumentos. Cuando Volkswagen amenaza, sabemos que cumple (traslado del 10% de la producción del Ibiza a Bratislava en el 2002). Ahora amenaza alto y claro. No quiero pensar que Seat quiera provocar una escisión en CCOO, o que esté jugando a subastar ayudas entre estados donde dispone de plantas.
El grupo VW presentará esta semana sus resultados, y la semana siguiente Seat. ¿Se exigirán más esfuerzos en la empresa que presentará los peores resultados del grupo? ¿Cómo afectará el control de VW por Porsche? CCOO no puede dejar sola a UGT en las negociaciones futuras. La confrontación no llevará a nada bueno y el pacto es imprescindible. Volkswagen no tiene nada que perder.
Confiemos en que pronto podamos tener, también, confirmada la prórroga en Seat para que se pueda trabajar en un futuro mejor. Tal vez no nos guste ceder, tal vez las razones de la empresa no sean suficientes, pero es el único camino cuando las amenazas son tan creíbles como ahora. Es el sino de nuestro país, que padece la debilidad de no ser centro de decisión.
José Antonio Bueno, socio de Europraxis.