Secesionismo y derechos civiles en Cataluña

Tuve la ocasión de llevar al Parlamento Europeo testimonios de padres de alumnos de íbero-Cataluña, así como de algún profesor universitario o de instituto. Se enmarcaba todo en una jornada sobre derechos civiles en Europa, dentro del objetivo prioritario del grupo al que pertenezco, el de los demócratas-liberales (ADLE), de evaluar la calidad democrática en las naciones europeas. Mi obligación era transmitir realidades desde mi circunscripción, y más en cumplimiento de mi programa electoral, para ir mejorando Europa desde la mejora de este rincón de Europa. Reconozco que mi intención era incidir en cómo el mal funcionamiento del Estado de Derecho, o incluso la renuncia a él, termina laminando los derechos civiles de los más débiles. En particular, el disfuncionamiento de la Justicia o el incumplimiento impune de sentencias. Quedó patente gracias a los magníficos ponentes académicos, el ilustre catedrático administrativista don Andrés Betancor y la renombrada profesora de la UAB doña Isabel Fernández Alonso.

Ya lanzó una voz de alarma la impresionante contundencia de la admirable profesora Agenjo, única directora de instituto que se negó a incumplir la ley aquel patético 9 de septiembre del ilegal remedo de referéndum. La única que no entregó las llaves del instituto para la aborrecible manipulación política, y, además, porque los que la presionaron y amenazaron, representantes del Estado, no tuvieron ni siquiera el valor de darle la orden por escrito. Y fue tristemente aleccionador oír el relato de toda la intimidación a la que la sometieron, así como a abundantes compañeros. Y fue desoladoramente revelador saber cómo muchos, aun pensando como ella, cedieron a las amenazas. Así comprendimos mejor al catedrático cuando dijo que la Historia reciente de la sociedad civil en el Principado es la de la instalación del miedo. Y el miedo se instala porque el Estado se ausenta. Y donde se ausenta, ni hay democracia ni hay libertad.

Pero reconozco que todo quedó eclipsado por los escalofriantes testimonios de tres madres y padres por su experiencia vivida en defensa de los derechos fundamentales de sus hijos. Cuando una de ellas acabó entre sollozos recordando cómo había tenido que cerrar su empresa y llevar a su descendencia a un colegio a 30 kilómetros para proteger su derecho a la felicidad y a una convivencia sana entre chavalines de su corta edad, vimos que el nudo en la garganta se había instalado en todos los que abarrotábamos la sala. Se oyeron y vieron cosas que recordaban las épocas siniestras de la Historia de Europa. Acoso y persecución a padres a través de redes y manifestaciones organizadas por las autoridades, encierro individual con el progenitor por parte de la autoridad para presionarle, campañas de medios locales, ¡escraches a las puertas de los padres liderados por representantes de las autoridades, con las fuerzas del orden levemente distraídas…! Pero lo que llevó a la total indignación fue cuando quedó patente la utilización de los propios niños para acosar y atacar a sus propios compañeros. «Orientados y organizados» por padres adictos a la causa y por…¡enseñantes y autoridades! Me quedé espantado, y no pude dejar de repartir la portada de un periódico ilerdense donde se veía a niños, ¡niños!, uniformados para la ocasión, embrigadados por edades, perfectamente formados y alistados, reclamando… ¡¡¡¡ que su colegio no cumpliera la ley ni las sentencias con algún compañero suyo !!!! ¡Manipulan a niños para acosar a niños! Esa bajeza, que se convirtió en dolor para los hijos de los presentes por perder amigos por orden de otros padres, por padecer un aislamiento racista teledirigido por parte de compañeros que apenas cumplían los 10 años, es lo que más nos conmocionó. Y nos dimos cuenta de que ese era el huevo de la serpiente. Hablar de calidad democrática en ese ambiente es pura ilusión lisérgica.

Pero también me di cuenta de un aspecto crucial para nuestro futuro en democracia de libres e iguales. Está bien llevar esta realidad a una Europa cloroformizada, víctima de años de engaños separatistas consentidos. Pero es más necesario hacer conocer esa terrible realidad en nuestra propia Nación, España. Acuso, por supuesto, a los gobiernos de los últimos lustros, afanados en banalizarla ad nauseam por politiquería, y acuso a la complicidad de los medios de comunicación. Pero no es posible seguir ignorando cómo se pisotean los derechos civiles básicos de compatriotas con las peores prácticas intimidatorias en nuestra Nación, cómo se destrozan la niñez y el futuro incumpliendo la Ley, cómo revivimos las épocas de peor acoso totalitario. Se podrá pastelear con las bravuconadas y mentiras secesionistas, se podrá prostituir el Estado de Derecho, se podrán instalar la mentira orwelliana y la pureza de sangre y apellidos, pero me resisto a creer que los españoles se queden impasibles ante el abyecto aplastamiento de los derechos civiles de niños españoles.

Enrique Calvet, eurodiputado.

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