¿Qué ocurrió el 25 de noviembre del 2012? Esta es la pregunta que no dejan de hacerse muchos actores políticos desde la noche de aquel domingo de otoño. Las elecciones que ponían fin a la legislatura más corta desde 1980 dinamitaron todas las previsiones, generaron un Parlament más fragmentado que nunca y abrieron la puerta a un nuevo mapa electoral que habría venido para quedarse. Desde entonces, los analistas han barajado diversos factores para explicar esa monumental sorpresa. Ahora, un libro que analiza los comicios del 25-N desde múltiples enfoques, Cataluña en la encrucijada (coordinado por Toni Rodon y Lluís Orriols) amplía el debate y aporta nuevos elementos para entender aquellas elecciones y, de paso, entrever el futuro político de Catalunya. Estas son sus principales aportaciones.
El contexto. La gigantesca manifestación independentista del 11 de septiembre del 2012 precipitó un anticipo electoral inédito -antes del ecuador de la legislatura- y que llegaba en medio de unos indicadores que acabaron convirtiendo los comicios en “excepcionales”. Así, en sólo dos años -desde las elecciones del 2010- el desempleo en Catalunya había crecido en casi seis puntos y la deuda pública se había duplicado. Y paralelamente, las percepciones negativas sobre la economía se habían incrementado en más de 14 puntos: desde el 72,7% al 86,9%.
Ese escenario combinaba “altos niveles de desconfianza hacia las instituciones políticas con altos niveles de desinterés por la política”. Y, sobre todo, incluía un factor nuevo: la creciente “tensión nacional entre una parte importante de la sociedad catalana y la postura de los grandes partidos españoles”, como reflejo de un cambio en las preferencias territoriales de los catalanes. Este cambio se había iniciado a finales del 2008, cuando empieza a crecer el porcentaje de ciudadanos que escogen la independencia como primera opción, y cristaliza a mediados del 2012 cuando la ruptura con España se convierte en la alternativa mayoritaria, con un respaldo en torno al 50%.
Sin embargo, “justo antes de las elecciones, casi dos de cada tres ciudadanos señalaban la economía y el paro como los principales problemas de Catalunya”, mientras que sólo un 16% veían como problema más destacado las relaciones con España. Aun así, el debate territorial y la cuestión nacional se situaron en el “epicentro del debate político”.
Las transferencias de voto. ¿Por qué retrocedió CiU en votos y en escaños? La respuesta parece sencilla: “La combinación entre el aumento de la participación (que benefició a otras formaciones) y la fuga de votos hacia otros partidos (en especial hacia ERC) lastraron el potencial de CiU”. Asimismo, la federación nacionalista “creció en la mayor parte de municipios interiores pero retrocedió en la parte central de Catalunya”. Y, además, la “polarización en torno a la cuestión nacional provocó que CiU perdiera en apenas dos años a más de la mitad de sus apoyos fuera del catalanismo” (de modo que “en el 2010 el voto catalanista representaba el 57% de los electores de CiU, pero en el 2012 “ascendió al 82%”).
En cambio, el retroceso del PSC -que sufrió fugas de voto hacia casi todos los partidos- se debió al fenómeno contrario. Perdió más votos en la Catalunya interior y, sobre todo, sufrió un “importante éxodo de votantes catalanistas” (de hasta el 80% entre quienes se sienten más o sólo catalanes). De ese modo, mientras en el 2006 “el PSC recogía alrededor del 15% de los votos de quienes tenían una identidad esencialmente catalana, en las elecciones del 2012 esta cifra caía al 3%”. Y los principales beneficiarios de ese “drenaje” fueron CiU y ERC.
El libro incluye una estimación (de la fidelidad y las pérdidas de voto) a partir de casi 5.000 secciones censales, que arroja las siguientes conclusiones: las mayores pérdidas de voto de CiU tuvieron como beneficiario a ERC (14%); en cambio, “el principal destino de los antiguos votantes socialistas fue la abstención” (casi un 20%), aunque las pérdidas del PSC presentan una gran fragmentación (ver gráfico adjunto).
En cuanto a los dos grandes ganadores, Esquerra y C’s, las procedencias son muy interesantes. Un 35% de los votos de ERC procedían de CiU, pero un 16% lo hicieron de la abstención. Las fuentes de Ciutadans fueron algo más diversas: antiguos abstencionistas y antiguos votantes del PP y CiU. En general, el estudio detecta una “pauta general de polarización” y “movimientos (de voto) hacia posiciones menos centrales”. Por ejemplo, “votantes de CiU que van a ERC, de ERC que van a la CUP, del PSC que van a ICV, de ICV que van a la CUP”.
Geografía de la participación. Las elecciones catalanas de noviembre del 2012 se caracterizaron por una movilización excepcional. De ahí que la geografía de la participación resulte clave para explicar el resultado. Por ejemplo, la tasa de paro local “no fue una variable estadísticamente significativa”. Por contra, “en los municipios donde el porcentaje de personas nacidas fuera de Catalunya era mayor, la participación en el 2012 subió en mayor medida” (lo que certifica “la importancia del eje nacional a la hora de movilizar los votantes”).
De hecho, los comicios reflejaron un cierto final de la histórica “abstención diferencial” (votantes de las generales que no lo hacen en las catalanas), aunque se mantuviera aún una “menor tendencia a la abstención” entre quienes “se ubican en posiciones más nacionalistas catalanas”. En cualquier caso, la elevada participación (más que en algunas generales) lleva a pensar que “por primera vez la abstención diferencial se desvaneció”, aunque esa fluencia a las urnas también pudo deberse a “una importante movilización de los segmentos de población que se abstienen casi siempre” en todas las elecciones.
En resumen, la mayor participación fue el resultado de tres factores: “la (casi) desaparición de la abstención diferencial, la masiva movilización de los partidarios de las independencia y la mayor movilización de los ciudadanos con identidades mixtas” (tan catalanes como españoles o más españoles que la media).
La paradoja geográfica. La geografía del voto refleja “un incremento de la polarización geográfica de los resultados”. Es decir, en el 2012 “el crecimiento del voto soberanista se concentró en los núcleos de los municipios”, mientras que en la periferia sufrió una “reducción significativa”. Y el estudio de esa geografía a través del “microscopio electoral” genera tres resultados llamativos y en algún caso paradójicos.
Primero: allí donde perdió CiU, no ganó ERC. O dicho de otro modo: “CiU perdió menos votos allí donde ERC mejoró”. En definitiva, “aquellas áreas geográficas en las que CiU perdió más votos no son las mismas en las que ERC avanzó más” y, al contrario, “allí donde CiU pudo mantenerse es donde Esquerra mejoró sus resultados”.
Segundo: allí donde perdió CiU, ganó Ciutadans. Pero como el trasvase entre ambos partidos fue “moderado”, esa correlación indicaría más bien “un incremento de la polarización territorial de los resultados”. No en vano, “la participación electoral aumentó más en la periferia urbana (hasta 16 puntos porcentuales) que en los núcleos” (casi siempre por debajo de diez puntos).
Y de ahí el tercer resultado: los partidos soberanistas ganaron en aquellas áreas donde ya eran fuertes. Por eso, Esquerra “concentró su avance en los núcleos de las ciudades y C’s, en la periferia”. Y mientras “CiU pudo mantenerse en sus feudos territoriales -los centros- pero reculó en la periferia” (donde ERC también creció en menor medida), el PSC “cosechó malos resultados en los núcleos, pero en cambio fue capaz de mantenerse en la periferia urbana de muchas ciudades”.
Papel de los líderes. El libro aborda el papel de los líderes en los comicios del 25-N y detecta que “el liderazgo es más importante para algunos partidos”. Así, en aquellas elecciones, “Alicia Sánchez Camacho (PP) ha sido la líder que más impacto ha tenido en el voto y para movilizar a su electorado, seguida por Artur Mas (CiU)”. En cambio, en la movilización de los votantes del PSC y, sobre todo, de ERC e ICV “ha sido más importante la identificación con el partido que la valoración del líder”. Eso sí, Oriol Junqueras (ERC) fue el dirigente que más incrementó su popularidad, tanto durante la breve legislatura como durante la campaña.
Encuestas y voto oculto. El fiasco de las encuestas ocupa otro capítulo del libro, a la vista de la sobrerrepresentación de CiU (de entre 10 y 21 escaños sobre los que finalmente obtuvo) y la subrepresentación de ERC y C’s (que lograron más diputados de los previstos). Entre los factores que explican esos pronósticos erróneos está la propia previsión de participación (siempre por debajo de la tasa real), así como el comportamiento de los indecisos, que pudieron cambiar su voto durante la campaña alentados por sus propias percepciones, similares a las de los sondeos.
El otro factor que pudo distorsionar los pronósticos es el voto oculto, que se condensa en el PP y “al que las encuestas sistemáticamente subestiman” (hasta casi en un tercio de su fuerza electoral). El estudio revela “una mayor propensión del colectivo con una identidad nacional española a no declarar su voto en las encuestas”. “Y el PP fue el partido más votado entre los votantes con identidad española”. En cambio, y a diferencia de lo que ocurre en el resto de España, en Catalunya “la derecha tiene mayor tendencia a declarar su voto”.
El pacto predilecto. El pacto entre CiU y Esquerra es otro de los elementos estudiados. A la luz de los sondeos, tendría el aval de la opinión pública, pues casi el 38% de los consultados por el CIS prefería este acuerdo, por encima de cualquier otro pacto entre partidos. Además, “los votantes de los grupos implicados son ampliamente favorables al mismo” (entre un 70% y un 80%, respectivamente). La razón de ello es que la ubicación de los electores de CiU y Esquerra en el eje nacionalista -el más importante para ambos- es muy similar, mientras que la distancia ideológica (los votantes de ERC se sitúan más a la izquierda) no es un obstáculo. Así, la posición ideológica de los distintos electores de ERC no afecta a su apoyo al pacto, mientras que sólo “los votantes menos nacionalistas -y más conservadores ideológicamente- de CiU tienden a rechazarlo en mayor proporción”.
Escenarios de futuro. Finalmente, el libro dibuja cuatro posibles salidas al conflicto territorial entre Catalunya y el resto de España. Ese conflicto se explicaría, sobre todo, porque “el trazado de las fronteras debe responder, de alguna manera, a las preferencias de las poblaciones que viven bajo ellas”. Y a la vez, el concepto de derecho a decidir significaría “el respeto a la voluntad de Catalunya de elegir democráticamente su grado de autogobierno”.
A partir de ahí, los escenarios de salida se resumen en cuatro: Montenegro 2006 (Madrid autoriza la consulta y no ofrece una tercera vía frente a la independencia); Quebec 1995 (Madrid autoriza la consulta pero ofrece una tercera vía si se abandona la aspiración de la independencia); Catalunya 1931 (Madrid desautoriza la consulta -prohibiéndola u omitiendo el resultado- pero ofrece una tercera vía a cambio de renunciar a la secesión), y País Vasco 2005 (Madrid prohíbe la consulta y no ofrece una tercera vía alternativa). Los dos últimos escenarios son, según el estudio, los más probables. pero también los más problemáticos.
Carles Castro