Sed de agua y de energía

El calentamiento de la atmósfera y el consecuente cambio de sus patrones de funcionamiento, lo que se llama cambio climático, ocupó de forma relevante las informaciones de muchos medios de comunicación del año 2007. El informe del grupo de expertos de la ONU y la Organización Meteorológica Mundial, que hace justo un año dio a conocer en Valencia el resumen de poco más de 30 páginas que destilaba los estudios de miles de científicos de todo el mundo, ponía de relieve la constatación genéricamente aceptada del calentamiento de la superficie terrestre a causa de la continua emisión a la atmósfera de gases con efecto invernadero a consecuencia de las actividades humanas y, sobre todo, la urgencia de actuar frente a este problema, dada la gran inercia que tienen los sistemas naturales y la sociedad de cambiar sus patrones de comportamiento.

La primera mitad del 2008, por el contrario, se ha caracterizado a escala global por el problema del aumento del precio de la energía fósil y, a escala catalana, por la angustia sobre la disponibilidad de agua en las cuencas internas. Sin embargo, pasado el verano solo se ve y se habla de la crisis económica porque ya ha llovido y, además, el precio de los combustibles fósiles ha bajado considerablemente. Pero las crisis económicas tienen un aspecto ambiental positivo: al disminuir la actividad de forma generalizada se gastan menos recursos y, por tanto, hay menos emisiones a la atmósfera.

No obstante, que tengamos agua y que la energía de origen fósil no sea tan cara no significa que los problemas sobre la disponibilidad de agua y de energía se hayan terminado: simplemente, nos dan un respiro.

Las previsiones más optimistas publicadas en los últimos días por la Agencia Ambiental Europea ponen de manifiesto que la precipitación puede disminuir sustancialmente en el área mediterránea un 20% anual a finales de siglo a consecuencia del cambio climático, y las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía auguran futuras tensiones sobre la disponibilidad y el precio de los recursos energéticos fósiles.

Podemos intuir, pues, que episodios como el de esta primavera van a repetirse en el futuro, y probablemente con más frecuencia. Aun así, el futuro de la gestión del agua y de la energía, a pesar de parecer temas separados, tienen que ir juntos.

La mayoría de los sistemas de generación energética dependen del agua como refrigerante o como fluido de trabajo. La sociedad actual tiene una gran sed de energía, pero también cada vez tiene más sed de agua. El agua y la energía solar hacen crecer los árboles y las plantas del mismo modo que lo han hecho durante millones de años, lo que llevó a la formación de depósitos de biomasa que, con el paso del tiempo, se convirtieron en los combustibles fósiles. Todo depende de los dos recursos, el agua y la energía. Los avances tecnológicos que han cambiado profundamente la vida en el último siglo y, especialmente, en las últimas décadas han alterado pero no han resuelto la intensa interrelación entre el agua y la energía.

En las condiciones ambientales cambiantes en que nos encontramos, no está claro que siempre se pueda disponer del caudal suficiente allí donde se necesita. Además, en el contexto del cambio climático, si la producción de algunos biocombustibles, especialmente los de primera generación, se generaliza se va a necesitar más agua para los campos de cultivo. La producción de hidrógeno en un hipotético salto tecnológico futuro necesitará también cantidades considerables de agua. Por otro lado, contar con agua dulce es una necesidad básica para nuestra salud y para el correcto desarrollo de los pueblos. Debe asegurarse la disponibilidad de este recurso, pero para eso se necesita energía, sea para extraerlo del acuífero, para tratarlo y potabilizarlo o para desalinizar el agua del mar y, posteriormente depurarla. Es evidente que estamos ante un reto muy importante.

Quizá por primera vez la humanidad se enfrenta a un problema ambiental, el cambio climático, que involucra globalmente la forma de utilizar los recursos energéticos disponibles y, a la vez, cuestiona en muchos lugares la disponibilidad de recursos hídricos suficientes para ayudar a la vida. Y a la vez constatamos que los esfuerzos y descubrimientos que la ciencia y la tecnología puedan llevar a cabo referentes al agua y a la generación de energía no serán, por sí solos, suficientes para resolver el problema.

El mundo va cada vez más hacia el uso de combustibles que son más intensivos en la utilización del agua y, a la vez, en la obtención de recursos hídricos más intensivos en el uso de la energía. El difícil equilibrio que continuamente pretendemos alcanzar entre preservar el estilo de vida en el que nos hemos desarrollado y, a la vez, preservar la calidad del medio ambiente que también caracteriza a nuestra calidad de vida cada vez será más difícil de alcanzar, y para poder enfrentarnos al problema necesitamos soluciones valientes e imaginativas, así como gobernantes con capacidad de liderazgo para promover estrategias que a buen seguro, en algunos aspectos, serán duras pero imprescindibles si no queremos llegar a una crisis, esta vez ambiental, de imprevisibles consecuencias vitales.

Josep Enric Llebot, departamento de Física de la UAB.