Seguidores entregados de la moda

Está claro que, de momento, la inflación no constituye una amenaza inminente para la zona euro, especialmente después de una década de inflación muy baja. No sería honesto afirmar que la inflación alta es inevitable, pero tampoco lo sería descartarlo por completo. Estas son algunas de las posibles causas: el estímulo fiscal masivo en Estados Unidos; el perjuicio a las cadenas de suministro mundiales; y un aumento de los precios en los sectores del turismo, el deporte, las artes y el entretenimiento relacionado con la pandemia. Pero lo que, por sí mismo, constituye el mayor de todos los riesgos no es el rebasamiento de la economía, sino el del gobernador del Banco Central. Como escribieron The Kinks en 1973: “Y cuando hace sus rondas por las boutiques de Londres busca ansiosamente las últimas novedades y tendencias, porque es un seguidor entregado de la moda” (Dedicated follower of fashion).

Actualmente, la moda entre los tertulianos de Londres y Washington es fijar un objetivo de inflación flexible. Hay una o dos maneras de hacerlo bien, y muchas más de hacerlo mal. Los gobernadores de los bancos centrales que tienen más probabilidades de hacerlo mal son los seguidores entregados de la moda, es decir, los que nunca lo habían hecho.

Esto es lo que podría pasar: uno predice ahora que la inflación no va a aumentar. Cuando aumenta, no le presta atención, atribuyéndolo a un rebasamiento pasajero. Si persiste, le quita importancia interpretándolo como una corrección necesaria que había predicho desde el principio. En un momento dado, afirma que un 10% de inflación es mejor que un 10% de paro. En otro, tiene la brillante de idea de culpar a Amazon de la subida de los precios.

Otra posibilidad es limitarse a ser aburrido y elegir simplemente un objetivo de inflación simétrico. La belleza de la simetría reside en su naturaleza autoexplicativa. A los bancos centrales que la eligieron les hizo un buen servicio.

El Banco Central Europeo no fue uno de ellos. La fórmula actual de “cerca, pero por debajo” tiene su origen en 2003, y fue deliberadamente asimétrica. Nunca supimos si significaba 1,9% ‒la hipótesis técnica de trabajo de algunos modelos del BCE‒ o 1,5%. ¿1% es cerca? Si se mira con la suficiente distancia, podría serlo.

Se optó por la asimetría como una señal a los alemanes de que el BCE se situaba en la tradición del Bundesbank. Sin embargo, en los años anteriores, el Bundesbank había ido improvisando. Fingía seguir un objetivo monetario, pero al final optaba por lo que quería.

Si la función tiene que ser la del rebasamiento, entonces hay que asegurarse de ser transparente al respecto, indicar cuál es el límite superior de tolerancia, declarar cuánto tiempo se permitirá que dure el rebasamiento, y estar preparado para responder a un montón de preguntas hipotéticas. La gente tiene derecho a saber en qué momento las cosas han salido mal.

Se podría incluir una función de rebasamiento en un objetivo simétrico en el que el rebasamiento esté incorporado en el marco. Yo lo haría así:

  1. Sustituiría el índice armonizado de precios al consumo, la tasa de inflación general, por una medición básica de la inflación que excluya la energía y los alimentos. Es un parámetro mejor y menos inestable.
  2. Elegiría una meta de inflación simétrica del 2% con una banda de tolerancia en torno a esta cifra, digamos entre el 1 y el 3%, dentro de la cual se consideraría que la inflación es coherente con el objetivo.
  3. Si la previsión se sale de la banda, hay que actuar o explicar por qué no se actúa. Si lo que se sale de la banda es la inflación real, hay que hacer lo que sea necesario.

Dudo mucho que el BCE vaya a seguir este rumbo en la muy postergada revisión de sus políticas. Probablemente, al final tendremos una meta de inflación simétrica del 2% del índice armonizado de precios al consumo, más algunas declaraciones sobre las extralimitaciones que dejarán mucho a la imaginación.

Uno de los grandes logros de la banca central del siglo XXI ha sido el haber abandonado la era de la discreción y de los maestros con sus bolas de cristal. También han quedado atrás los quisquillosos observadores de los bancos centrales, que se ganaban la vida explicando la diferencia entre un gobernador “muy preocupado” y uno solamente “preocupado”.

Equivocarse en la fijación discrecional de la meta de inflación flexible es el camino más rápido para volver a la edad de las tinieblas de la banca central. Por desgracia, el BCE no cuenta con demasiados miembros de su Consejo de Administración con memoria institucional. Muchos de ellos, incluida la propia Christine Lagarde, no han sido gobernadores de un banco central durante mucho tiempo. Ellos son los más sensibles a la atracción de las modas intelectuales. Mi consejo es que pidan a los que lo proponen que muestren el modelo teórico que hay detrás de la meta de inflación flexible.

Puede que nos sorprenda descubrir que a los seguidores entregados de la moda podría resultarles difícil responder a esa pregunta.

Wolfgang Münchau es director de EuroIntelligence. Traducción de News Clips.

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