Seguridad e ideología

Edurne Uriarte, catedrática de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos (ABC, 06/02/04).

Vivimos un momento en el que es interesante preguntarse si sigue siendo válido el tradicional esquema analítico sobre la seguridad según el cual la izquierda está más preocupada por la libertad, es más renuente a la aplicación de políticas represivas y tiende a creer algo más en los métodos pacifistas, mientras que la derecha da prioridad a la seguridad, cree en las políticas de mano dura y es más belicista.

Porque las cosas no están tan claras con los profundos cambios que se han producido en los países occidentales desde los atentados del 11-S, ni tampoco con la extensión de la inseguridad ciudadana como uno de los problemas sociales más importantes, ni con la progresiva conversión en las últimas décadas de los partidos de izquierdas en partidos de gobierno con responsabilidades en la gestión de medidas de seguridad.

Mis preguntas se han vuelto a suscitar con la polémica sobre la petición norteamericana de inclusión de policías armados en los vuelos a Estados Unidos. Porque, por ejemplo, un conocido columnista se preguntaba: «¿por qué se empeña Estados Unidos en crear incertidumbre?»; y un no menos conocido intelectual argumentaba que ésta es la estrategia de Estados Unidos para crear miedo y así hacerse necesario como defensor del mundo frente a las fuentes del miedo. Es decir, pudiera parecer que el elemento ideológico explica aún algunas cosas en esta materia con esas tesis sobre el exceso de obsesión por la seguridad desde la derecha o sobre la invención de la inseguridad desde las élites de poder.

Y, sin embargo, creo que las diferencias ideológicas son más bien residuos del pasado que ejes de orientación del futuro. De hecho, las tesis anteriores ya solamente representan a algunos sectores de los intelectuales de izquierda, pero no las líneas de acción dominantes de los partidos de izquierda o las opiniones de los ciudadanos que votan a estos partidos. Y son producto de la herencia de esa confusión sobre el terrorismo que ha caracterizado hasta no hace mucho a todos, y a la izquierda en particular. Y también de las dificultades de interiorización del significado y funciones de la violencia legítima del Estado. Porque, incluso tras largos años de existencia de estados democráticos, en muchos casos dirigidos por la izquierda, parte de sus intelectuales persiste en ciertas resistencias a la hora de diferenciar la violencia legítima de esos estados de la violencia terrorista o criminal.

Si a lo anterior añadimos los restos de la tesis del imperialismo, tendremos las consabidas interpretaciones sobre la responsabilidad que tienen los países occidentales en la existencia de Al Qaeda y en sus atentados, o sobre el terrorismo islámico como fruto de la pobreza, la opresión o la explotación. Las curiosas reacciones mencionadas más arriba en torno a la inclusión de policías armados en los vuelos comerciales forman parte del mismo cóctel interpretativo con el que violencia legítima del Estado y violencia terrorista se confunden y mezclan. Resulta que el culpable de la amenaza y el miedo ya no es el terrorista sino Estados Unidos o el policía que viaja en el avión, y, por supuesto, los datos de los servicios secretos sobre los planes de Al Qaeda de volver a atentar en los aviones comerciales son puestos en cuestión, como si el terrorismo fuera inventado o estimulado desde los propios estados y ciudadanos atacados.

Pero lo más significativo es que la polémica se ha quedado al final en nada y todo parece indicar que la postura mayoritaria será la misma que la adoptada por la compañía British Airways que ya se ha mostrado dispuesta a aplicar la medida. Y es que los datos de la realidad, es decir, los del terrorismo internacional, son tan abrumadores que sobran las polémicas ideológicas.

Y así lo perciben la gran mayoría de los ciudadanos, tanto norteamericanos como europeos. Porque los europeos, incluidos los españoles, ya han incluido al terrorismo internacional como una de sus primeras preocupaciones. Todas las encuestas del Eurobarómetro lo muestran. Por ejemplo, cuando se pregunta a los europeos por sus temores, el terrorismo internacional ocupa el primer lugar: un 82 por ciento expresaba este temor en el Eurobarómetro de noviembre de 2002. Cuando la pregunta se refiere a los problemas principales, el terrorismo internacional figura en cuarto lugar, mencionado por el 19 por ciento en el Eurobarómetro de mayo de 2003, tras el paro, la delincuencia y la situación económica.

Cuando se pregunta a los españoles por su valoración de las posibles amenazas para los próximos diez años, y según una encuesta del Real Instituto Elcano de noviembre de 2003, un 72 por ciento califica el terrorismo internacional como extremadamente importante, a una considerable distancia de los dos siguientes problemas destacados, el conflicto entre Israel y los países árabes y el unilateralismo de Estados Unidos (57 por ciento en cada caso). Y, de la misma forma, un 70 por ciento de los europeos y un 70 por ciento de los norteamericanos califica el terrorismo internacional como extremadamente importante y lo sitúa en primer lugar de las amenazas.

Por lo tanto, los ciudadanos no tienen muchas dudas sobre la realidad de los hechos y de la amenaza terrorista y les parece más que sensato aplicar todas las medidas de seguridad pertinentes. Y lo mismo les pasa cuando se trata de la seguridad relativa a la delincuencia. Porque la delincuencia se ha convertido ya en una de las principales preocupaciones de los ciudadanos europeos, la segunda para los europeos según el Eurobarómetro de mayo de 2003 y la tercera para los españoles según el Barómetro del CIS de noviembre de 2003. Y los partidos de izquierdas no tienen ninguna duda en esta materia, y hacen lo mismo que el partido socialista español, es decir, compiten con los partidos de derechas, no sólo en quién baja más los impuestos, sino en quién refuerza más las medidas de seguridad frente a la delincuencia. En este punto, ni siquiera los intelectuales a los que antes me refería discrepan y el aumento de presencia policial en su barrio ya no les parece una fuente de peligro ni una medida orientada a aumentar el miedo para así hacer imprescindible al Estado.

El aumento de la inseguridad ciudadana y las nuevas dimensiones del terrorismo internacional han convertido la inseguridad en un hecho que ofrece un margen de interpretación ideológica estrecho, para los ciudadanos y para los gobiernos. Esto es obvio en la semejanza de las políticas de gobiernos de izquierdas y de derechas respecto a la delincuencia, y ha constituido uno de los rasgos más llamativos de las reacciones gubernamentales frente al terrorismo internacional en los últimos años. Son los intereses nacionales y los talantes y estilos de los líderes los que han constituido la clave explicativa de las diferencias, no la ideología. Y esto, que ya se ha impuesto en las dinámicas de los gobiernos en los dos primeros años post 11-S, definirá aún con más intensidad las políticas de seguridad en los próximos años, a pesar de algunos intelectuales.