Semana de pasión

España se ha dado de bruces con la realidad. Los individuos, y los países, tienen una innata predisposición a no aceptar que su nivel de vida ha empeorado. Es comprensible. Además, esa aceptación, condición necesaria para superar cualquier reto, precisa de un periodo de reajuste de expectativas. Pero no puede alargarse demasiado. La semana de pasión que hemos vivido aparece como el punto de inflexión que el país precisaba. Finalmente, hemos comprendido que, tras la década prodigiosa, nos espera una década difícil, hosca y desagradable. Parecía que se habían desatado todas las furias. Y, como es habitual, todos se sumaban a un esfuerzo, digno de mejor causa, para aumentar la confusión. Vayamos por partes. Primero fue el desplante de Obama a la UE. Para sus fans este fue un trago duro, pero es incorrecto leer esa respuesta en términos españoles. La nueva presidencia de EEUU ha venido mostrando que una cosa es predicar y otra dar trigo. Y su política exterior sirve a los intereses de largo plazo de EEUU, parcialmente enfrentados a los europeos. Por ejemplo, su posición sobre el escudo antimisiles en Europa del Este no parece la más adecuada para tratar a un vecino de escalera, como Rusia, del que dependemos energéticamente. Achacar a la presidencia española ese desplante está fuera de lugar.

Después fue el cambio de rumbo de la política económica del Gobierno y la actitud de los agentes sociales: tardío, mal anunciado, pero, no por ello, menos necesario. Esa modificación ha tenido cuatro actos.
El primero, la propuesta para alargar la edad de jubilación. Pónganse como quieran, pero un país que decidió no tener hijos decidió que tendría problemas en sus pensiones. A medida que se vaya jubilando la generación de baby boomers (que en el 2020 tendrá entre 45 y 64 años), y la de inmigrantes que se ha solapado a esta, nuestro sistema de pensiones tendrá problemas. Y no deja de sorprender el torrente de descalificaciones que ha generado esta propuesta, incluso desde aquellos que piden más rigor al Gobierno.
Sobre la severa decisión de reducir drásticamente el déficit público, desde casi el 12% del PIB en el 2009 al 3% en el 2013, la crítica de la oposición es más que chocante. ¿Qué propuesta alternativa tiene el PP al deterioro de las finanzas públicas? ¿Es que, de gobernar, mantendrá este insostenible déficit? Otros comentarios que ha generado la decisión, argumentando que el déficit es el resultado de las políticas anticíclicas de Zapatero, solo pueden atribuirse a la ignorancia. El agujero del sector público español en el 2009 responde, en primerísimo lugar, a la brutal caída de la recaudación y, en segundo, al gran aumento del subsidio de desempleo, de forma que la política estrictamente anticíclica, plan E incluido, representa solo una fracción menor. ¿Qué harían los críticos con este panorama? ¿Reducirían los subsidios de paro, a los que legítimamente tienen derecho quienes han cotizado? ¿Cómo aumentarían la recaudación en esta situación? Lastimosamente para todos, ni había mucho margen en el 2009 y el 2010 ni lo hay más adelante. La inevitable reducción del gasto público y los aumentos impositivos son una amarga medicina, pero no pueden posponerse, a tenor de lo sucedido en la bolsa y los mercados financieros la pasada semana. Aunque esa reducción no puede esgrimirse para recortar prestaciones mínimas, como el alargamiento por seis meses de los 420 euros a parados sin subsidio.
El penúltimo capítulo de esa semana de pasión fue la caída de la bolsa, aunque parece que esta ya se ha dejado atrás. Y en esa caída hay de todo, en especial presiones especulativas para realizar ganancias fáciles a corto plazo. Y aunque es cierto que España se encuentra en una difícil posición, no es exclusivamente la situación financiera pública la causante de este desasosiego de los mercados. El muy elevado endeudamiento privado también planea sobre el futuro de la economía española. De hecho, nuestro nivel de deuda pública es el más bajo entre los grandes países del área del euro, mientras que somos líderes en el endeudamiento de familias y empresas.
A la luz de estos problemas, la respuesta del país comienza a articularse sensatamente. Primero fue el relanzamiento del diálogo social el pasado viernes. Después, la propuesta de un pacto de Estado para abordar la crisis por parte de CiU. Finalmente, el acuerdo sobre crecimiento salarial 2010-2012 de sindicatos y empresarios.

España está, lentamente, mejorando. En los próximos meses deberíamos contemplar crecimientos del PIB, y dejar atrás la recesión, si no lo impide otro debacle exterior. Pero, si nos lo proponemos entre todos, podemos acabar abortando este positivo proceso. Vengo afirmando reiteradamente que los peores problemas que afrontamos van más allá de la recesión. Y que lo realmente importante es plantearse qué haremos el día siguiente. Por ello, el toque de realismo de esa semana de pasión y la respuesta que ha generado han sido muy positivos. Y aunque el cambio de humor del país aún es muy incipiente, estamos, todos, en el buen camino. Felicitémonos por ello.

Josep Oliver Alonso, catedrático de Economía Aplicada, UAB.