Semana Santa en Año jubilar

La Humanidad occidental de nuestros días se ha revelado contra el escepticismo racionalista reinante desde la Ilustración hasta nuestros días y ha emprendido la búsqueda de la dimensión sagrada, mistérica, del mundo. Tal vez el vacío y la nada la prepararan a la humanidad para acoger y acostarse en los brazos de Dios. Una esperanza que no sabe lo que espera no puede dar, como resultado, más que la desesperanza. Se trataría de prácticas religiosas en sentido metafórico y hasta metonímico. Pero mucha gente busca directamente una relación con el más allá, con el misterio, con la dimensión oculta del mundo, con Dios. Una es la búsqueda de la figura de Cristo.

En la actualidad se editan cada año multitud de biografías y estudios sobre Jesús. Parece tarea imposible, pese a los esfuerzos de miles de investigadores, rehacer una imagen realista del Jesús histórico, así como de cualquier personaje de su época o anterior. Sobre la muerte de Jesús, el cálculo astronómico posibilita saber cuándo cayó en viernes el 14 de Nisan. De ahí que se establezca el 7 de abril del año 30 como la fecha más probable, aunque el viernes 3 de abril del 33 también es posible. La cosa se complica un poco por las distintas fechas que dan los evangelistas. La opinión exegética actual acepta la que da Juan porque parece imposible, según las reglas jurídicas de la época, condenar y crucificar a un hombre una vez comenzada la fiesta pascual.

Semana Santa en Año jubilarLa causa de la muerte de Jesús, desde el punto de vista de la historia mundana, no fue un error ni el azar sino el cuestionamiento radical que él hizo de la estima que las autoridades políticas y religiosas tenían de sí mismas más allá de lo debido; desde el punto de vista de la historia de la salvación, es fruto del designio divino. Jesús murió bajo Pilatos. Su prohibición de llamar padre a cualquier ser humano porque solo hay un padre, Dios, hoy se hubiera interpretada como invitación al abandono del orden existente, como un manifiesto contracultural y anarquista. Sus mensajes se tradujeron entre sus seguidores en un relajamiento de los sentimientos de pertenencia a las instituciones de la época. Los exégetas, cristianos y agnósticos, interpretan estos pasajes como el deseo de hacer sitio para las nuevas asociaciones necesarias para predicar y vivir la a Buena Nueva.

Ya fuera un luchador de la resistencia, enemigo de los romanos o se conformara con anunciar una revolución espiritual, Jesús alcanzó, sin duda alguna, el estatus de un agitador. Cristo respetó la ley, pero la saltó porque «el hombre está por encima del sábado». El Evangelio sigue siendo, para todo el que piense, algo valioso, interrogante e inquietante. Pensar que Jesús estuvo vivo en carne y hueso, que tuvo sed y hambre, que comió y bebió, a veces solo, a veces con su familia o con amigos... es impresionante para cualquier persona de hoy. Jesús ayuda, a cualquiera, a mantener la tensión creativa entre el yo, el interior más profundo, y el mundo del que yo hago parte.

Aquel hombre que se llamaba Jesús también se reveló contra políticos y la casta sacerdotal de su tiempo. A veces se mostró verdaderamente agresivo con todos ellos. «No he venido a traer la paz sino la guerra»; la guerra del amor, que es la más terrible de las guerras. El cristiano vive esperanzado con la justicia futura, pero mira con impaciencia el dolor y el sufrimiento inútiles y se revela contra la injusticia y la muerte injusta de seres inocentes, se pone al frente del proyecto inalcanzable de destruir todos los falsos dioses del poder soberano e intenta trasmitir su fe y dejar un mundo mejor a los que vendrán detrás. Los que sufren inútil e injustamente son el cuerpo sufriente de Dios. Las acciones justas del hombre permiten a Dios manifestarse y le dan cuerpo. Las maneras como Dios ocurre y se manifiesta en la historia cambian, pasan, se transforman; pero su presencia dura y perdura en las cosas que pasan.

La vida de muchos creyentes parece un saco de verdades atrofiadas, un piélago de lágrimas, el triunfo de la vulgaridad. Ser cristiano significa ser Cristo, convivir con iguales, con quien piensa como yo o de muy diferente manera. Cristo miraba con los ojos del miserable, del necesitado, de la prostituta, de los niños. Si alguien dice que ama a Dios pero ignora a los pobres y a los miserables de la tierra, miente o no sabe lo que dice. El encuentro con el otro es un encuentro con Jesús. Nadie puede vivir el cristianismo sin preocuparse por el mundo que está más allá de yo sin el cual no puedo explicar la realidad de yo; sin escuchar la melodía seca, dura, tierna, dramática que me rodea, de la que hago parte y me constituye para entenderla y comprenderla lo que no quiere decir, ni mucho menos, estar de acuerdo. A más fe mayores exigencias, mayores servicios a ti mismo y al otro.

A la vez, ser cristiano es buscar una perfección personal e intensificar la intimidad con Dios. El cristianismo es uno de los pilares del respeto a la persona. La fe en Cristo, una relación personal con él, tiene que ser una fuente de esplendor inagotable que haga de la vida una noción turbadora de eternidad hasta que el mundo se olvide del creyente, lo deteste, lo margine sin que, por eso, él se olvide jamás del mundo, pero sin dejarse aturdir por su ruido. Rezar es entablar amistad con Dios, una charla personal con Jesús en la que van a aflorar los antagonismos, las contradicciones, los miedos y las angustias de la vida. La lucha interior tiene que fructificar en frutos de bondad, de belleza, de humildad, de concordia. La cara del cristiano debería ser un escaparate de estupor y admiración ante el bien y el mal, ante la belleza y la fealdad, ante la armonía y el caos.

Otra manifestación clara de busca de algo que está al otro lado de lo visible es la cuerda humana que llena el Camino de Santiago, siempre pero máxime en un año como éste, Año Santo Jubilar. El Año Santo Compostelano, que disfruta de las mismas prerrogativas que el Año Santo Romano, lo fundó el Papa Calixto II en 1122 para que los fieles que verdaderamente arrepentidos de sus pecados visitasen durante el año la tumba del Apóstol Santiago pudiesen, cumpliendo los requisitos ordenados por la Iglesia, obtener la remisión de sus pecados y ganar las indulgencias que ganaban los que visitaban las iglesias de Roma en el año del Jubileo romano. Un año santo cristiano es la cristianización del año sabático judío. Se denomina año santo o de jubileo plenísimo a aquél en el que el día de Santiago Apóstol, 25 de julio, cae en domingo, como sucede este 2021.

Jubileo, del hebreo yotel, el toque de cuernos o bocina que los sacerdotes hacían sonar el año que precedía al año jubilar. Al final de cada siete años, se daba libertad a los esclavos, cada cual se retiraba a su clan familiar, se restituían a sus primeros dueños todas las posesiones vendidas y se perdonaban todas las ofensas. El fundamento de la propiedad privad en Israel era que el país era propiedad de Yahveh, que lo había entregado a su pueblo para que lo administrara. Es por esta causa que los profetas se vuelven contra cualquier clase de explotación. La usura con que los ricos agobiaban al pueblo había privado a éste de sus campos, fenómeno que ocurrió y ocurre con frecuencia en la historia de las sociedades agrícolas y que dio origen a frecuentes revoluciones.

El hombre de nuestros días vuelve a Dios, aunque sea fuera de toda institución; anda a la busca de Dios de distintas maneras. Unos disfrazan la religión de tendencia, modas...; otros buscan claramente la dimensión sagrada y mistérica de la vida.

Manuel Mandianes, antropólogo del CSIC, y escritor. Su último libro es la novela En Blanco (Uno mas Uno).

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