Sentido del humor

A juzgar por el número de visitantes, la aparición de la sonriente cara del humorista británico Mister Bean en lugar de la del presidente Zapatero en la página web que ha de reflejar sus actividades al frente de la Unión Europea en este semestre ha sido un éxito. El hacker que consiguió tamaña hazaña técnica –recuerden que la confección por expertos informáticos de la susodicha página nos cuesta más de 11 millones de euros– puede colgarse una medalla. Y por dos razones. Ha sabido superar todas las barreras de seguridad erigidas, tarea que no debería ser fácil a juzgar por el precio pagado. Pero también ha elegido a un personaje para sustituir al que oficial e inicialmente figuraba que, además de mantener con él un cierto parecido, provoca hilaridad. No hay duda del acierto de la caricatura.

Si quienes se han apresurado a visitar la versión modificada de la página web solo buscaban carcajadas, la osadía del hacker debería verse con indulgencia, como una broma sin mayor trascendencia. A fin de cuentas, son muchos los médicos que juzgan positivos los efectos de la risa sobre la salud. También es posible que otros hayan buscado, con la visita, satisfacer su inquina a Zapatero, para ellos el culpable de todos los muchos males que nos aquejan. Si la befa que la sustitución de su cara por la del payaso británico supone para el presidente les permite descargar adrenalina, tampoco la condena del hasta la fecha anónimo pero atrevido informático furtivo debería ser demasiado severa, aunque ahora con reservas por el escaso respeto mostrado hacia quien ha sido democráticamente elegido como mandamás político.

Lo que sí debería ser motivo de preocupación es que el regocijo que en muchos ha producido esta broma tuviera como raíz, o como efecto, un menosprecio de la trascendencia que tiene para España el buen desempeño del papel crucial que en el presente semestre corresponde al señor Zapatero y la siembra de dudas sobre su capacidad para salir bien parado del envite. No nos engañemos. Para salir de la profunda crisis que nos acosa precisamos de una Europa fuerte que, además, se muestre comprensiva con nuestros problemas específicos y nos eche una mano para salir de ellos. En los pasados años de euforia sufrimos alucinaciones. Nos creímos los reyes del mambo y algunos presumieron de estar a punto de superar los niveles de vida de nuestros vecinos del Norte, olvidando que en buena medida nuestro progreso se debía al generoso trato presupuestario que nos otorgaban. Ahora hemos de hacernos perdonar la petulancia a veces mostrada, pero, a la vez, sin menoscabo de la consideración que por razones demográficas, históricas y políticas nos merecemos. En estos seis meses Zapatero se enfrenta al reto de recuperar la imagen de España demostrando haber aprendido de los errores pretéritos y estar dispuesto a tomar las medidas precisas para volver a la senda del crecimiento y la creación de empleo. Solo así conseguiremos que, sabiendo que somos uno de los enfermos de Europa, nos ayuden a recuperar la salud. Al propio tiempo, sobre sus espaldas recae el pesado fardo de estimular el proceso de recuperación de la crisis que ya han iniciado los países con más fuste del continente. ¡Menuda paradoja! El responsable de un país aún postrado en el lecho del dolor ha de animar a quienes ya han iniciado la convalecencia. Más difícil, imposible.

Hay algunos síntomas de que el Partido Popular está dispuesto, si no a arrimar el hombro, cuando menos a no entorpecer la labor de recuperación internacional de la imagen de España que recae sobre el presidente del Gobierno. Ya veremos si se cumplen estos buenos propósitos expresados por el señor Rajoy y sabe resistir las tentaciones que sin duda se le presentarán y las presiones que ejercerán algunos de sus correligionarios para seguir con la política de desgaste del adversario cuyos buenos frutos recogen las encuestas recientes. Cual Guadiana, el caso Gürtel y otros escándalos pendientes pueden reaparecer en cualquier momento para poner a prueba la sinceridad de las palabras del capitoste del partido conservador. Los intereses de España pueden entrar en contradicción con los del partido y originar una duda hamletiana en su mente. Ya veremos qué ocurre cuando llegue la hora de la verdad. Y perdón por utilizar esta expresión en estas épocas donde cualquier tinte taurómaco suscita controversia.
El incidente ha sido sin duda gracioso. Pero que no se alegren quienes ven en él una nueva lanzada contra el personaje de las cejas en acento circunflejo. Todos nos jugamos mucho en este semestre. Si es cierto que el sentido del humor siempre es conveniente, también lo es que con las cosas del comer no se juega.

Antoni Serra Ramoneda, presidente de Tribuna Barcelona.