Ser español es de pobres

Si las cuatro provincias de Cataluña fueran los Beatles, Barcelona sería Paul McCartney, pero tocando con la derecha. Recientemente el sector turístico se quejaba de que están llegando menos rusos a la ciudad. Se referían a rusos de Prada y de Tiffany (ambas marcas tienen tienda en el paseo de Gràcia); es decir, no a rusos de vodka y de kasachok, sino a los que han vuelto a quedarse con las playas de Sebastopol. Hay una mitología geográfica, un universo popular como todo lo mítico, que convierte a Sebastopol en esa ciudad hasta cierto punto imaginaria a la que siempre se refería el abuelo Cebolleta. Sin embargo, Sebastopol, al igual que la Interpol, es algo que realmente existe. De lo que no se puede estar tan seguro es de que, al menos por estos lares, existan los sindicatos de clase.

Resulta que, también hace unos días, Josep Maria Álvarez (secretario general de la UGT de Cataluña) y Joan Carles Gallego (secretario general de CC OO de Cataluña), llevados por el propósito de manifestar su apoyo al derecho a decidir, se lanzaron en brazos de Òmnium Cultural igual que esos amigos que en los libros de Julio Verne se reencuentran en su club social después de mucho tiempo sin verse porque han estado dando la vuelta al mundo en dirección contraria a la que creían o han estado en la Luna. Pero ¿por qué este ejemplo? ¿Es que se abrazaron en algún confortable salón de alfombras gordas y cajas de puros con higrómetro? No fue así. La fotografía de ese abrazo tripartito ha sido tomada a la intemperie, en la más pura tradición del ramo de la construcción. Al aire libre del andamio. En los otrora industriosos jardines de las Tres Ximeneies. Gallego y Álvarez (dicho así, parece firma de dueto zarzuelista) escoltando a Muriel Casals, la presidenta de Òmnium Cultural, uno a cada lado de la anfitriona, el uno a su derecha y el otro a su izquierda, en señal de ecuanimidad, como clara muestra de que ya no importa estar a la derecha o a la izquierda de los discursos, y exteriorizando plásticamente el paso de sindicatos de clase a no se sabe qué clase de sindicatos.

De fondo, las tres viejas chimeneas de la Canadiense, empresa mítica del anarcosindicalismo, la que vivió la huelga más sonada e incidente de la historia del movimiento obrero español. Pero esa historia ya no es la historia a la que quieren pertenecer los sindicatos. Aquello ocurrió antaño, cuando el abuelo Cebolleta aún no llevaba el pie vendado y podía salir corriendo de las cargas policiales Paral·lel arriba.

A nadie le gusta perder, y hasta hay quien prefiere ganar, aunque para ello tenga que cambiar de juego y apuntarse al del contrario. ¿En qué aspecto Òmnium resulta contrario a Comisiones Obreras y UGT? En el fundamental. En el que da sentido a los sindicatos. Lo que hicieron en esa foto Comisiones y UGT fue pactar con la oligarquía. Pero pactar aquí es un eufemismo. Se pusieron a su servicio. Òmnium Cultural es el Club Mediterranée disfrazado de Misiones Pedagógicas. Esta asociación fue creada por la más pura y dura oligarquía catalana y para saberlo basta con ser catalán, con pertenecer al cuerpo social y a la historia de esta nación, país, región o como le quieran o decidan llamar.

No soy de los que refutan el derecho a decidir. No tengo conocimientos de derecho para defenderlo, ni tampoco para negarlo. Creo en la democracia. Es en lo único que creo. Y según mi noción intuitiva de lo que es el progreso, la democracia permite plantear abiertamente todos los asuntos. Lo que no es democrático es no poder hablar.

Particularmente no me afecta mucho el latente debate del derecho a decidir, porque lo que se plantea apenas me despierta sentimientos. Creo que no vale la pena ponerse a decidir sobre esas cosas. En lo que sí me he sentido concernido intelectual, biológica, socialmente, biográficamente, ha sido en lo que se desprende de esa fotografía que intento comentar aquí.

Entiendo que, para un sindicalista, el derecho a decidir debiera empezar decidiendo con quién se junta. Y la decisión de CC OO y UGT, tan ocurrente, de sumarse precisamente a lo que representa Òmnium me ha empotrado en un muro de perplejidad, ya no de decepción, pues hace años que nada espero de esas siglas sindicales, aunque creo que acabo de comprobar que ni siquiera sus propios líderes esperan algo del movimiento al que representan. Basta sencillamente con ser catalán para saberlo. Para saber quién es quién en Cataluña.

Como buenos catalanes, Gallego y Álvarez sabrán de sobra que la asociación Òmnium Cultural fue fundada en 1961 por los que cortan el bacalao, que fue comida de pobres durante siglos. Entre otros fundadores, allí estaba el financiero, presidente del Banco Popular Español y asimismo presidente de la aseguradora Chasyr 1879, Fèlix Millet, padre del famoso Fèlix Millet (que cuando es llamado a declarar por el desfalco en el Palau de la Música dice lo mismo que los Pegamoides: tengo los huesos desencajados, el fémur tengo muy dislocado, tengo el cuerpo muy mal, pero llevo una gran vida social).

También formaban parte del grupo fundador de Òmnium Cultural Lluís Carulla, empresario, que, además de presidir Gallina Blanca, Agrolimen, Cavas Mont-Ferrant y ser consejero de la citada Chasyr 1879, fue representante de los Rockefeller en Cataluña. O Pau Riera i Sala, presidente de las empresas Roldán y Seimex (su hermano Rosendo era hombre de confianza de Fèlix Millet padre). Vamos, el cogollito de las 200 familias decisivas. ¿Es que los dos sindicatos no han encontrado en toda Cataluña ninguna asociación más acorde con lo que realmente significan y representan para expresar su postura sobre el asunto?

Una fotografía convierte el derecho a decidir en el derecho a figurar. Para eso se hacen las fotografías. Para que se vean. Para estar. Es desesperanzador y, sin embargo, es tan real como Sebastopol. Unos sindicatos que han dilapidado su pasado y que, cuando descubren que hasta los pipiolos del asociacionismo les adelantan por la izquierda, se agarran desesperados a cualquier bandera; no, a cualquiera no, a la bandera de la patria, para no quedarse sin bandera, para tener algo que llevar en las manifestaciones. Unos sindicatos que culminan la manifestación de una huelga general o de un 1 de mayo sustituyendo el canto de la Internacional en catalán por el himno nacional de Cataluña. Unos sindicatos que ahora se retratan sonrientes con las instituciones de la oligarquía ante las ruinas de lo que fue el epicentro de la lucha obrera. Unos líderes sindicales que en esa misma foto consienten, el de Comisiones, sostener un cartel en el que ya se ha estigmatizado la palabra obreros, la palabra trabajadores y, para no citarlos, para no recordar de dónde se viene, se alude a ellos mediante el eufemismo del mundo del trabajo (el món del treball pel dret a decidir, este es el lema completo). Y el de UGT sujeta otro cartel donde contra todo respeto hacia una elección independiente se resalta la respuesta por la que Òmnium hace campaña (el rótulo dice És normal que un pais voti com pot viure millor, pero la palabra pais lleva sus dos últimas letras invertidas y pintadas de otro color formando el monosílabo sí).

Lo que se ve en esa foto, en realidad, es a dos dirigentes sindicales que han elegido una institución fundada por la oligarquía y el tipo de país que esta propone. Que, de algún modo, se han dado cuenta de que ser español es de pobres.

Javier Pérez Andújar es escritor. Premio Ciutat de Barcelona, es autor de Paseos con mi madre y Catalanes todos (de próxima publicación).

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