Ser mujer en Kuwait

Por Tahar Ben Jelloum, escritor. Premio Goncourt 1987. Traducción: José María Puig de la Bellacasa (LA VANGUARDIA, 06/07/06):

Las elecciones legislativas celebradas en Kuwait el pasado 30 de junio demuestran, una vez más, que la democracia no es una técnica limitada al ejercicio del voto, sino una cultura necesitada de tiempo y pedagogía para asentarse en un país y, sobre todo, impregnar las maneras de pensar y calar en las costumbres y hábitos de una sociedad. En todo caso, tampoco se trata de reprochar a los kuwaitíes un ensayo acompañado del aroma de la democracia, al tiempo que los Estados Unidos de Bush proceden a poner en práctica sobre el terreno la tesis de la llamada exportación de la democracia en el mundo árabe. Exportación, por cierto, que en el caso de Iraq - mediando la invasión y ocupación militar- dista de haberse convertido en realidad. La democracia no se ejercita en condiciones de estrecha vigilancia bajo un ejército extranjero. Pero éste es otro problema. En esta ocasión, lo cierto es que Kuwait ha querido mover el asunto... Tanto mejor, aunque el resultado dista de ser satisfactorio.

Porque las 198.000 mujeres electoras (58% del censo) no han elegido a ninguna mujer para que las represente en el Parlamento. A ninguna de las 29 candidatas.

Lo peor del caso estriba en haber dado la mayoría a los islamistas, los mismos autores de una campaña de denigración contra las mujeres con una violencia inaudita.

Los hombres han sentido el ejercicio de este derecho como si de un atentado a sus tradiciones y a su bienestar personal se tratara. La mujer debe permanecer en el hogar y, sobre todo, no debe ocuparse de asuntos propios de la vida pública, como por ejemplo la política y el funcionamiento de las instituciones. Piensan que tras este derecho al voto reivindicarán otros derechos y se apoderarán paulatinamente de la esfera pública, factor susceptible de entrañar que los hombres deban contar con las mujeres y, especialmente, que dejen de considerarlas inferiores a ellos.

Dar a las mujeres el derecho de voto constituye un importante avance político en una región donde la charia ocupa el lugar de la constitución. Al lado, en Arabia saudí, la mujer no puede siquiera conducir un automóvil. La democracia no llueve del cielo; no surge en cualquier sitio como la huella de una divinidad o un milagro. Además, es menester preparar a la gente para esta perturbación y trastocamiento de las costumbres y los hábitos. Es posible que las electoras carezcan de la necesaria confianza en sí mismas para otorgar a otras mujeres el poder de representarlas en el Parlamento. Han elegido no sólo a hombres, sino a paladines de un islamismo que no abriga esperanza alguna en lo concerniente al futuro de la mujer en el seno de una sociedad de hombres. Se trata de una actitud prácticamente habitual, normal: hemos llegado a ver a mujeres manifestándose en las calles de ciudades árabes codo con codo con islamistas que les negaban todos sus derechos, hemos llegado a oír a mujeres justificar el repudio y la poligamia, manera - según sus palabras- de "luchar contra la prostitución".

La oposición islamista, que obtuvo 35 de 50 escaños, no dejará de torpedear la enmienda del artículo primero de la ley electoral de 1962, que cuenta con el visto bueno del jeque Al Ahmed Al Saba, emir de Kuwait, y que fue ratificada el 16 de mayo del 2005.

En este país de tres millones de habitantes, de los cuales dos millones son inmigrados, no existen partidos políticos, sino movimientos cuyo principal punto de referencia es el islam. El hecho de que de los 253 candidatos haya habido 29 mujeres es ya un paso adelante con relación a la manera en que son tratadas las mujeres en los países vecinos. Aunque, a decir verdad, tal extremo guarda una significación más bien parca y modesta.

El criterio más recto y ecuánime para valorar el grado de modernidad y progreso en un país sigue siendo la condición de la mujer. Estos países del Golfo poblados de antiguos beduinos se han enriquecido gracias al petróleo, aunque no por ello se han convertido en países modernos. La modernidad consiste en el reconocimiento del individuo, la igualdad jurídica de hombre y mujer, la cultura de los valores democráticos y la apertura al mundo.

Pero estos países que saben utilizar y beneficiarse de los avances tecnológicos rechazan no obstante dar un paso hacia esta modernidad, que tachan de occidental; es decir, "no buena ni positiva para sus tradiciones y su cultura", de modo que se remiten al Corán... para interpretarlo de acuerdo con sus intereses. Algunos recuerdan que las mujeres francesas no accedieron al derecho de voto hasta 1945 ¡y en algunos cantones suizos hasta principios de los años setenta!

La experiencia kuwaití es interesante y merece seguirse de cerca. Se trata de un gesto simbólico con relación al cambio, el cambio de las formas de pensar y de la manera de hacer política. Esta vez las mujeres han hecho su aparición; la próxima vez se abrirán paso en la escena política. Estamos aún lejos de la paridad occidental, pero esto no es más que un comienzo. La democracia es un dilatado combate. En Kuwait no ha hecho más que empezar.