Si los jueces alemanes supieran

Me resulta difícilmente comprensible la adjetivación de cualquier sustantivo, cuando a este se le añade la palabra político o política. ¿Qué añade a conciencia, vergüenza, valentía, presupuestos, coraje, salida… la adjetivación de política o político? Si acaso, se pretende reducir esos conceptos al ámbito de los políticos en ejercicio, se está cometiendo un reduccionismo incomprensible. O es que acaso alguien piensa que quienes se dedican a la política son poseedores de una conciencia, vergüenza, valentía o coraje distintos a los que posee el común de los ciudadanos. En las demás actividades de la vida —y la política es una de ellas— no se habla de esas virtudes adjetivándolas, ni de presupuestos caseros, médicos, escolares, universitarios o futbolísticos. Nadie dice que los presupuestos del Real Madrid o los del Barça son futbolísticos. ¿Por qué, entonces, se añade a los presupuestos de cualquier Gobierno el adjetivo “político”?

De igual manera, nadie dice que a un enfermo hay que buscarle una salida médica para curar su enfermedad o que a un alumno con dificultades académicas hay que buscarle una salida escolar o universitaria. Sin embargo, cuando no se sabe qué hacer ante un determinado problema, son muchos los políticos que se quitan el muerto de encima utilizando la socorrida y tópica expresión de “hay que buscar una salida política”.

Si los jueces alemanes supieran¿Qué quiere decir “salida política”? Algunos definen esa expresión por oposición a la “salida judicial”. Cuando el delito es cometido por quienes tuvieron la desgracia de nacer o vivir en el sitio equivocado —caso de muchos inmigrantes que vienen a nuestros edulcorados países en busca de libertad, democracia, paz, respeto, dignidad y bienestar—, a nadie se le ocurre decir que los delitos cometidos por ellos deben ser tratados no solo judicialmente, sino que hay que “buscar una salida política”. Cuando un monstruo machista asesina a su pareja, nadie osa levantar la voz para pedir “salidas políticas” a semejantes crímenes. ¿Por qué razón, entonces, cuando el delito es cometido por quienes alteran la convivencia y desoyen las leyes desde sus escaños o desde sus sillones gubernamentales, siempre hay alguien que pide “salidas políticas” para esos delincuentes?

Es la excusa de quienes no son capaces de mirar de frente al secesionismo catalán. Son aquellos que, frente al crimen, prefieren buscar el voto antes que la justicia. Son quienes creen que los niños mal criados y consentidos van a reaccionar positivamente ante la cesión al chantaje y al capricho. Son quienes se dejan vencer fácilmente ante la primera adversidad con que tropiezan en el camino.

Que Alemania sea la primera potencia económica europea no quiere decir más que eso, que su producto interior bruto y que su renta per capita es superior a la del resto de los países que forman la Unión Europea. Que les reconozcamos que saben fabricar mejores autos de locomoción que el resto de fabricantes no les da derecho a que tengamos que aceptar también que los autos de sus jueces y magistrados sean mejores que los nuestros.

La Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein ha dejado en libertad al expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. El tribunal alemán no aprecia el delito de rebelión. Para ello argumenta que “el comportamiento del que es acusado el señor Puigdemont no es penalmente punible en Alemania”, porque el delito alemán de alta traición —con el que se compara el delito español de rebelión— requiere que haya una “violencia” tal sobre terceros que presione al “órgano constitucional” hasta el punto de doblegar su voluntad. “Este no es el caso aquí”, sostiene la sentencia.

Es evidente que los jueces que componen ese tribunal no viven en España, ni son españoles ni sienten la violencia que hace meses soportamos quienes somos contrarios a la ruptura del único instrumento del que disponemos —quienes no tenemos otra cosa— para conseguir la armonía, la paz, la justicia y la igualdad en el país en el que vivimos. Muchos españoles somos víctimas de la violencia psicológica, que es el paso previo para la violencia física; si no fuera así, ninguna mujer podría acudir a una comisaría de policía cuando siente que la actitud de su pareja tiene que ver con lo que dice la ley española de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género aprobada en 2004. La violencia de género a la que se refiere dicha ley incluye la violencia física y psicológica.

Y si esos jueces germanos fueran testigos directos de lo que aquí ocurre, se darían cuenta de que la violencia que llevan ejerciendo los independentistas catalanes sobre terceros sí está doblegando la voluntad de quienes antes de esa violencia sostenían una posición y ahora, con la voluntad doblegada, proclaman que “hay que buscar una salida política”. Es decir, se rindieron por la violencia que se ha ejercido sobre ellos.

“La salida política” es la frase preferida por quienes no tienen ninguna salida que ofrecer a los ciudadanos y al conflicto que han generado quienes han decidido actuar por su cuenta y riesgo. El “hay que buscar” es la fórmula impersonal que nada dice y que sirve para evadirse. Cuando se dice que “hay que buscar”, ¿a quién o a quiénes se está señalando? ¿Quién es el sujeto del “hay”? ¿Por qué no se tiene el coraje de hacer propuestas inteligibles y firmadas para que todos sepamos qué piensan y quieren quienes se asoman a la plaza pública a proponer que “hay que…”?

De entrada, será necesario que todos sepamos a qué juega cada uno. Y, para eso, lo lógico será preguntar a la parte independentista lo siguiente: ¿Creen que su propuesta de independencia está amparada por la Constitución? Si la respuesta es negativa, ¿estarían dispuestos a indicar qué artículo o artículos querrían añadir en esa Constitución para que la propuesta independentista fuera constitucional? Si así fuera, ¿aceptarían que esa reforma constitucional fuera votada por el conjunto de los españoles acatando su veredicto final y actuando lealmente con el mismo?

En función de la respuesta a esas sencillas y elementales preguntas podremos hacernos una idea de si la respuesta que hay que dar tiene que transcurrir por la vía judicial o por la vía institucional, independientemente de lo que digan o dejen de decir quienes son buenos fabricando, pero no tan buenos juzgando. En algunas ocasiones históricas, incluso, se equivocaron gravemente en sus juicios y sentencias.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de Extremadura entre 1983 y 2007.

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