Si queremos eliminar los combustibles fósiles debemos cambiar nuestras edificaciones

Un trabajador instala páneles solares }Hayward, California, el 29 de abril de 2020. (AP Photo/Ben Margot, File)
Un trabajador instala páneles solares }Hayward, California, el 29 de abril de 2020. (AP Photo/Ben Margot, File)

Casi todo el mundo entiende que dejar de utilizar combustibles fósiles es fundamental para nuestros objetivos climáticos. Sin embargo, lo que pocas personas comprenden es que no podremos hacerlo si no cambiamos fundamentalmente nuestros edificios.

Los edificios consumen un promedio de cerca de 40% de la energía de Estados Unidos. En algunas ciudades ese número es mucho mayor y puede superar 70%.

Los gobiernos locales están tratando de abordar esto mediante la aprobación de legislaciones que les exigirían a los propietarios de edificios reducir las emisiones de su uso de energía. La Ley Local 97 en la ciudad de Nueva York, por ejemplo, les exige reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en 40% para 2030 y en 80% para 2050. Quienes no alcancen los objetivos podrían enfrentar severas sanciones económicas.

Estas son medidas valiosas que ayudarán a “electrificar todo”: una estrategia que alejará a los edificios de los combustibles fósiles sucios, como el gas natural, y los acercará a la red eléctrica. Mientras tanto, podemos trabajar para lograr que la red sea más limpia mediante la expansión de las energías renovables, como la eólica y la solar.

El problema es que, para que esto funcione, vamos a necesitar mucha más energía renovable. Un modelo de la Universidad de Princeton muestra que un camino plausible hacia la descarbonización requeriría 590,000 kilómetros cuadrados dedicados a la energía eólica y solar, lo cual sería aproximadamente el mismo tamaño que Connecticut, Illinois, Indiana, Kentucky, Massachusetts, Ohio, Rhode Island y Tennessee combinados.

Hay otro problema: nuestras necesidades de energía varían drásticamente según la temporada. En verano, están dominadas por la electricidad para el aire acondicionado; en invierno, están dominadas por la demanda de calefacción, principalmente de gas. Por lo tanto, eliminar de forma gradual los combustibles fósiles también significaría cambiar el momento en el que ejercemos mayor presión sobre la red eléctrica.

Para ayudar a visualizar el problema, hemos desarrollado lo que llamamos la “curva halcón”. La calefacción eléctrica en invierno reduciría el uso de combustibles fósiles, pero esta nueva demanda adicional de electricidad sería suficiente para cambiar la red del pico de verano a uno que alcanza el punto máximo en el invierno. Lo llamamos la “curva halcón” porque estos nuevos picos extremos en diciembre y enero, cuando se trazan en el transcurso de un año, parecen las puntas de las alas de un halcón.

Sin edificios energéticamente eficientes, la demanda de electricidad aumentará de manera drástica durante el invierno. El aumento de la demanda sería casi 30 veces nuestra producción actual de energía eólica o más de 300 veces nuestra producción de energía solar.

Esta es la razón por la que es tan importante: si todos los edificios electrifican sus necesidades de calefacción con las tecnologías menos eficientes del mercado, necesitaríamos 28 veces más energía eólica de la que tenemos actualmente o la impactante cantidad de 303 veces más energía solar para poder gestionar el incremento de las demandas de electricidad por el uso de energías renovables.

Sin embargo, hay formas de aplanar la “curva halcón”.

“Tecnología de eficiencia energética” quizás suene aburrido, pero es una forma poderosa para que los edificios reduzcan las necesidades de energía, especialmente durante los momentos de máxima demanda. La tecnología de edificios saludables, como los sensores de calidad del aire, se puede utilizar para distribuir aire solo cuando y donde se requiera, en lugar de soltar aire de forma aleatoria en salas de conferencias vacías. También podemos usar lo que se denomina “ventilación de recuperación de energía”, lo que simplemente significa que después de gastar toda esa energía para calentar o enfriar un edificio, no nos limitamos a expulsarla del edificio. Eso sería como calentar tu casa en el invierno y luego dejar las ventanas abiertas. En lugar de eso, el aire malo es expulsado, pero primero se transfiere ese aire caliente o frío al suministro de aire entrante.

Mientras tanto, la tecnología climática, como las bombas de calor geotérmicas conectadas en red, una tecnología que está siendo implementada en Massachusetts, puede conectar los vecindarios urbanos con energía geotérmica extremadamente eficiente. También podemos desarrollar y desplegar almacenamiento de energía a largo plazo para que la energía renovable capturada en las horas que no son pico se pueda utilizar cuando la demanda se incremente.

En conjunto, la electrificación eficiente puede reducir de manera significativa la necesidad de energía renovable. En lugar de tener que multiplicar nuestra capacidad de energía solar y eólica por 28 o 303 respectivamente, sabemos que dicha tecnología podría reducir la necesidad de energía solar y eólica a 4.5 o 36 veces nuestra producción actual. Eso es mucho más alcanzable.

Hacer una transición que nos aleje de los combustibles fósiles también generaría un gran bono adicional: una mejor salud para los humanos. Nuestro análisis publicado el año pasado reveló que entre 2008 y 2017, la cantidad de muertes causadas por la quema de carbón se redujo de unas 60,000 a cerca de 10,000 por año. Ciertamente, con el declive del carbón como fuente de energía, la principal fuente de daño a la salud por contaminación del aire proviene ahora de la quema de combustibles fósiles en los edificios.

Estos problemas están interconectados. Si no hacemos esto bien, podríamos caer con facilidad en un camino de electrificación ineficiente. Eso nos obligaría a posponer el cierre de las plantas de energía de combustibles fósiles o a continuar utilizando combustibles fósiles en nuestros edificios u otras fuentes de energía renovable, como la madera o los biocombustibles que, aunque pudieran ser neutrales en carbono no son neutrales para la salud. Eso podría poner en peligro cualquier plan ambicioso de descarbonización y todos los beneficios para la salud resultantes.

Pero podemos —y debemos— tomar un camino distinto. La tecnología que necesitamos ya está disponible. Solo necesitamos usarla.

Joseph G. Allen es profesor asociado y director del programa de Edificios Saludables de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard. Parichehr Salimifard es profesor adjunto de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Estatal de Oregón. Jonathan Buonocore es profesor adjunto de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston.

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