Fidel Castro ha decidido manejar personalmente el guión de la revolución cubana hasta el último capitulo. Ahora, cuatro días antes de que se reúna la Asamblea Nacional del Poder Popular en La Habana, para elegir al presidente de los consejos de Estado y de Ministros --es decir, al jefe del sistema cubano--, el veterano líder ha anunciado que no lo será más. Hasta ahora es lo único cierto. Renuncia al poder por voluntad propia. Nada sabemos del papel que se reserva en su nueva situación.
Naturalmente, las alarmas y las especulaciones se han disparado. ¿Significa este anuncio el comienzo de la transición en Cuba? Entramos en un terreno en el que los conceptos son determinantes porque no significan lo mismo para todo el mundo.
El sistema cubano ha sobrevivido sin grandes dificultades a la renuncia temporal de las funciones de Fidel a favor de su hermano Raúl. La superación de la gravísima enfermedad que pudo costar la vida al comandante no le ha permitido recuperar todas sus condiciones físicas. Desde la noche del 26 de julio del 2006, Fidel Castro, en pijama y zapatillas, ha sido una sombra sobre la vida de los cubanos, en la que Raúl ha asumido un liderazgo progresivo. Cuando el reloj ha llegado al punto de exigir una respuesta sobre su continuidad, él ha dicho sencillamente que ya no sigue.
Raúl Castro no ha permanecido impasible durante su liderazgo provisional. Personalmente convocó a los cubanos a manifestar sus verdaderas opiniones sobre la situación del país, asegurándoles que no habría represalias. Todo el mundo ha cumplido: los cubanos han exteriorizado con absoluta claridad su disconformidad con la calidad de vida que tienen. Y lo han podido hacer sin que nadie les pida cuentas.
Sus reivindicaciones han sido fundamentalmente económicas y también en contra de las limitaciones que tienen para viajar al exterior, utilizar los servicios turísticos de la isla, acceder a internet o trabajar por cuenta propia. Ahora mismo, podría decirse que en el interior de Cuba no existe un déficit político tradicional, porque la mayoría de sus ciudadanos priorizan las limitaciones económicas sobre cualquier otro aspecto de sus derechos.
Raúl ha señalado la necesidad de cambios estructurales en el sistema socialista. Existe un consenso en que esos cambios deben ser para el perfeccionamiento de un sistema que se considera esencialmente inalterable. Se trata, en opinión de la mayoría de quienes se han pronunciado, de salvar la revolución con ajustes que la hagan posible.
Se reclama el cambio y se desechan aventuras. Y el dilema se plantea en términos de averiguar qué entienden los futuros líderes de la revolución por "cambios estructurales". ¿Están pensando en un modelo semejante al chino, en el que una cierta economía de mercado sea compatible con un sistema de partido único? ¿El sistema cubano admite transformaciones sin que terminen con su propia existencia?
No hay a la vista un cambio en la tradicional actitud de Estados Unidos con respecto a Cuba. Todo ocurre en año electoral, en el que el peso de La Florida sigue siendo fundamental para quien pretenda acceder a la Casa Blanca. Cualquier modificación de la política norteamericana que favorezca un clima de transformaciones en Cuba tendrá que esperar a las elecciones del próximo noviembre.
Es muy pronto para saber cuáles son los límites del cambio que propone Raúl Castro. Incluso es aventurado asegurar que será él quien encarne en solitario el máximo poder de la revolución y del sistema cubano. Como en toda novela por entregas, cada capítulo tiene su desenlace parcial para garantizar que el público siga asistiendo al drama sin perderse ningún acto.
Ahora toca el turno de esperar para ver quién va a suceder a Fidel. Luego, al ritmo tranquilo de los sucesos de la mayor de las Antillas, habrá que interpretar gestos y adivinar actitudes, mientras el tiempo, el implacable, señala los límites de la supervivencia de una revolución cubana sin su comandante en jefe.
Carlos Carnicero