¿Sin filosofía?

Personalmente creo que la filosofía occidental es una intentona fallida por esclarecer lo que luego han revelado la física teórica –ontológica y la neurofisiología– epistemología. Las preguntas que planteó Platón siguen vigentes y sin responder, porque con palabras no se llega a más.

Lo único útil de esta filosofía es la ética y por eso Savater, que es el más listo, se dedicó a ella. Isaiah Berlin, que aún era más listo que Fernando, se dedicó a la historia de las ideas porque vio que en filosofía pura no se avanzaba.

Algunos nos explicamos el mundo por medio del taoísmo y en esa escuela entra de lleno Heráclito, el más útil, sutil y original de los filósofos occidentales: el único, el Oscuro. Con Lao-Tse, Heráclito y Epicuro uno tiene bastante amueblada la cabeza. Con Aristóteles la tiene clasificada y con Sócrates, revuelta. De Hegel mejor no hablar, ni leer, claro.

Todo esto para decir que, pese a semejantes carencias, eliminar la filosofía o la historia de la filosofía de los currículums de bachillerato es una barbaridad –propia de bárbaros– impropia de gente civilizada como los ministros del PP. A menos que obliguen a todo el mundo a estudiar neurofisiología para saber cómo surge el conocimiento, en vez de cómo lo explica Hume y les enseñen mecánica cuántica para saber qué es la materia, la sustancia, el átomo, la gravitación, todo eso que preocupaba a los griegos cuando se preguntaban cómo era el mundo.

Me sabe mal que quiten filosofía de los currículums pero debo reconocer que, fuera de la ética, no sirve para casi nada. Platón definió conceptos, Aristóteles las reglas lógicas para confirmarlos y formar argumentos. Esas reglas, se quedaron cortas cuando Heisenberg descubrió que la realidad –en su caso partículas subatómicas– no se comporta de manera racional, siguiendo las reglas de la lógica, sino de modo surrealista. Tan surrealista que el físico inglés Eddington escribió: “El electrón es partícula los lunes, miércoles y viernes, pero es onda los martes, jueves y sábados”.

Heisenberg en Physics and Beyond explica que la lógica aristotélica no le servía para escribir y explicar sus experimentos y conclusiones, pero que no tenía otro lenguaje a mano que el racionalista. Todavía no hemos salido de esa cárcel de la realidad inventada por la mente humana.

Parménides afirmó que la realidad era racional, o sea, se comporta según el paradigma mental racionalista inventado por el hombre, y que por eso pensando llegaremos a conocerla. Falso. La realidad no es racional porque no tiene por qué parecerse al juego mental inventado por cuatro griegos y fomentado por otros tantos alemanes hipnotizados por sus propias palabras, que logran alargar y construir mejor que otros idiomas.

Con palabras sólo se pueden obtener más palabras. Y aunque con palabras se pueden dar instrucciones para realizar experimentos, al final lo que vale es el experimento, o sea, lo que expresa la realidad, no las palabras. Porque el mapa no es el territorio y nadie va al restaurante para comerse el texto del menú. Entre la filosofía y la realidad hay la misma distancia que entre el texto del menú y el plato que se come. Dalí dijo que el máximo instrumento del conocimiento es la mandíbula y que en la Residencia se comieron un armario de luna (un armoire à glace) para conocer su realidad.

La ontología explica qué son las cosas: fuego, agua, átomos, dijeron los griegos. Palabras representando los elementos, en cambio la física cuántica explica cómo es un átomo y cómo interacciona. Lástima que cuando ya creemos saber lo que es la materia, nos dicen que es energía, la cual es una onda electromagnética, la cual es algo intangible, vibrante sobre no se sabe qué, un éter sin sustancia. Total, tampoco sabemos qué es la gravitación, porque una fuerza que atrae a distancia es inaceptable en el paradigma mecanicista. ¿Con qué atrae la Tierra a la Luna? Si no es con algo material estamos en “l’amore che muove il sole e l’altre stelle” de Dante, en plena magia medieval.

Mejor suerte correrá, espero, la epistemología o teoría del conocimiento, ¿cómo aparecen las ideas? Hume lo explicó todo lo bien que pudo por medio de palabras, pero ahora, con la neurofisiología y la bioquímica estamos más capacitados para responder con mucha más precisión que con palabras. La malla neuronal y sus sinapsis, las conexiones de ese enorme ordenador que es el cerebro, con sus células y las conexiones entre ellas se irá desmenuzando hasta conocer la estructura del cerebro en todos y cada uno de sus detalles. Entonces estamos mucho más cerca de saber cómo surgen, cómo se forman las ideas en la mente, que se supone está en el cerebro. Pero esa es otra guerra. Hasta que todo esto llegue, que enseñen filosofía.

Luis Racionero

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