Sin más ingresos, adiós al bienestar

A primera vista, 2013 ha sido un buen año para el déficit público. El Gobierno ha conseguido un éxito notable haciendo público un déficit del -6,6% del PIB para el conjunto de las Administraciones públicas (AAPP) y sin tener en cuenta las ayudas bancarias. Así, nos hemos quedado muy cerca del objetivo comprometido con Bruselas del -6,5% del PIB. El éxito es aún mayor si tenemos en cuenta que, hace apenas unas semanas, la mayoría de las predicciones arrojaban cifras más negativas. Por ello, no podemos comenzar este artículo sin felicitar al Gobierno en general y al Ministerio de Hacienda en particular. Dada la coyuntura económica actual, conseguir estos números es un éxito en sí mismo.

¿Cómo hemos llegado a esta cifra? En 2012, el déficit fue del 6,84% del PIB, por lo que durante 2013 este se ha reducido en 0,22 puntos de PIB. La reducción se debe, principalmente, al aumento de los ingresos (0,59 puntos de PIB) ya que el gasto aumentó en 0,38 puntos de PIB.

Pero no todo son luces, también hay sombras. Primero, parte del éxito se lo debemos al comportamiento de los Ayuntamientos, que han conseguido un superávit histórico del 0,4% del PIB. Es difícil pensar que ese dato podrá repetirse en un año preelectoral como el 2014.

Segundo, a pesar de los muchos intentos, los datos indican que seguimos teniendo un grave problema de ingresos públicos. ¿Por qué decimos eso? Porque el Gobierno no ha conseguido cumplir con sus objetivos recaudatorios. El presupuesto para el año 2013 recogía una previsión de ingresos impositivos de 174.099 millones de euros, pero solo se ha conseguido recaudar 168.847 millones. Destaca el caso del IVA, donde muchas esperanzas estaban depositadas tras los cambios normativos de finales de 2012. El presupuesto para 2013 recogía la intención de recaudar casi 55.000 millones siendo al final la recaudación de 51.900 millones. Este problema recaudatorio se refleja en unos ingresos sobre PIB muy bajos cuando nos comparamos con Europa (37,8% frente al 45,4% de la UE-27). La baja presión fiscal crea serias dudas sobre la sostenibilidad de nuestras cuentas públicas a largo plazo.

Tercero, los datos de los gastos tampoco son tan buenos como parecen ya que estos siguen estando por encima del 44% del PIB. Si comparamos esta cifra con nuestra baja presión fiscal, que lleva desde el inicio de la crisis por debajo del 38% del PIB, entendemos el porqué de las dudas sobre la sostenibilidad de nuestras cuentas públicas a largo plazo. Necesitamos generar más ingresos públicos, de eso no hay duda, porque en los próximos años hay dos partidas que subirán irremediablemente: el pago por intereses y el gasto asociado al envejecimiento de la población. Por ello, la única salida pasa por aumentar los ingresos. El Gobierno sigue resistiéndose a aceptar este hecho.

Como muestra de esa resistencia, el informe de la comisión de expertos sobre la reforma tributaria presentado hace unas semanas trabajó sobre el supuesto de mantener una presión fiscal por debajo del 40% del PIB (como se refleja en el programa de estabilidad enviado por el ejecutivo a Bruselas). Aún coincidiendo con la mayoría de las recomendaciones de la comisión, nos parece imposible sostener nuestro Estado de bienestar con una presión fiscal tan baja. Cuanto antes se tomen medidas para aumentar la presión fiscal, mejor. Una reforma tributaria sin aumento de la presión fiscal es un sinsentido. No dejemos que los (innegablemente) buenos datos de 2013 nos confundan en este sentido. Es deshonesto hacer creer a los españoles que podemos mantener el Estado de bienestar que tenemos con la baja presión fiscal de la que disfrutamos. O aumentamos los ingresos o estaremos obligados a desmantelar algunos programas del Estado de bienestar. Esta es la realidad.

Además, y sin pretender entrar en el pesimismo, hay que destacar que la mayor parte del control del gasto se ha hecho de nuevo reduciendo la inversión (cae más del 17%). Nuestro stock de capital público se está deteriorando, lo que tendrá grandes efectos negativos sobre nuestro PIB potencial. Por el contrario, el gasto corriente ha aumentado con respecto a 2012.

Pero volvamos a las luces. Uno de los mayores logros de Hacienda durante la presente legislatura ha sido introducir una mayor transparencia contable. Muchos y buenos son los datos que ahora están a disposición del público. Además, todo parece indicar que la contabilidad de las AAPP se está haciendo bajo criterios más cercanos al (más razonable) criterio de devengo de lo que históricamente se solía hacer. Esto se puede ver claramente en la evolución de los consumos intermedios durante el 2013 en comparación con el año previo. Mientras que los consumos intermedios aumentaron considerablemente durante los tres primeros trimestres de 2013 en términos interanuales, se redujeron dramáticamente en el cuarto.

Este hecho llevó a muchos analistas a desconfiar de las cuentas públicas del cuarto trimestre, queriendo ver artimañas donde solo hay un criterio de devengo más en línea con el sentido común. Ahora los consumos intermedios se contabilizan de forma más uniforme a lo largo del año, mientras que antes se concentraban en el cuarto trimestre. Este razonable cambio de criterio contable es, además, una de las razones por las que muchos analistas (entre ellos nosotros) predijeron un mayor déficit del finalmente publicado.

Pero esta no es la única razón detrás de los errores predictivos. Antes de la publicación del dato de déficit para 2013 el pasado 31 marzo, las estadísticas del ministerio reflejaban que el déficit a 30 de septiembre era de casi 50.000 millones de euros. A 31 de marzo de 2014 ese número ha bajado en casi 4.000 millones. ¿Cómo es eso posible? No estamos seguros, pero es algo confuso y que debería ser explicado, ya que genera incertidumbre innecesaria. Hacienda no puede dejar que sombras como esta manchen los logros conseguidos en relación a la transparencia contable. Una mejor política de comunicación sería deseable, sobre todo en relación a los dos puntos que acabamos de mencionar.

Por último, y desgraciadamente, una muy oscura sombra se cierne sobre casi todas las luces: la deuda pública. Esta ha llegado a casi el 94% del PIB, lo que nos hace pensar que llegará al 100% al final del presente año. Además, hay que destacar dos cosas importantes y preocupantes.

En primer lugar, la deuda ha aumentado más que el déficit (sin tener en cuenta la parte asociada a la ayuda al sistema financiero) y lleva comportándose de esta manera desde 2011. Principalmente esto se debe a los planes de pago a proveedores, a las aportaciones al Mecanismo Europeo de Estabilidad y a la deuda de tarifa eléctrica. Y en segundo lugar, la deuda es del 94% del PIB, cuando la caja del Tesoro se ha reducido en unos 12.000 millones de euros durante 2013. Si la caja se hubiese mantenido en el nivel con el que comenzó el año, la deuda hubiese alcanzado mayores niveles. Esta creciente deuda es, de nuevo, un reflejo de nuestra baja presión fiscal. Necesitamos más ingresos.

Así llegamos a la conclusión. Aunque es fundamental aclarar las posibles dudas detrás del buen dato de 2013, el auténtico dilema al que nos enfrentamos como sociedad es el siguiente: o subimos los ingresos o desmantelamos algunos programas clave de nuestro Estado de bienestar. ¿Tendrá el Gobierno la valentía de plantear esta pregunta a los ciudadanos o se esconderá detrás del buen dato de déficit de 2013?

José Ignacio Conde-Ruiz (Universidad Complutense) y Juan Rubio-Ramírez (Universidad de Duke), ambos son investigadores de FEDEA.

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