¿Sin municiones para combatir la recesión?

Los pronósticos económicos para 2017 proyectan una fragilidad constante en la economía global, y un crecimiento inferior a lo esperado para la mayoría de los países y regiones. Los problemas económicos obvios incluyen los bancos débiles de Europa, el mercado inmobiliario distorsionado de China, la incertidumbre política en Occidente, los récords históricos de deuda privada y pública -225% del PIB, según el Fondo Monetario Internacional- y la reticencia por parte de Grecia y Portugal, dos países sumamente endeudados, a cumplir con los programas del FMI.

Los riesgos económicos globales adicionales, como una alteración importante del mercado petrolero que podría hacer subir los precios, no son tan obvios y, por ende, reciben menos atención. Los economistas catalogan a estos episodios como "shocks" precisamente porque se producen de manera inesperada y pueden tener consecuencias de amplio alcance.

El estímulo monetario de largo plazo sin precedentes y las alzas masivas de las cargas de deuda pública han dejado a los gobiernos muy mal equipados para hacer frente a la próxima desaceleración económica, ya no si se produce o no, sino en el momento en que llegue. La próxima recesión probablemente no sea tan mala como la última, pero las economías avanzadas estarán mucho mejor preparadas para hacerle frente si, mientras tanto, llevan a cabo una normalización gradual de la política monetaria y una consolidación fiscal.

Con respecto a la política monetaria, la tasa de desempleo de Estados Unidos, que ronda el 5%, está cerca de lo que la mayoría de los economistas consideran pleno empleo, y en términos generales se espera que la Reserva Federal aumente su tasa de interés objetivo nuevamente en diciembre. Pero la Fed se mueve a un ritmo muy lento.

El Banco Central Europeo probablemente extienda su programa de compra de bonos; pero tiene motivos para cuestionar los resultados de su política de alivio cuantitativo, considerando que el desempleo en la eurozona todavía promedia el 10%, lo que indica una brecha de producción considerable. Mientras tanto, la economía japonesa sigue avanzando con dificultad: el Banco de Japón ahora "maneja la curva de rendimiento" en otro intento de aumentar la inflación y el crecimiento con respecto a sus bajos niveles actuales.

En términos de política fiscal, las finanzas públicas de la mayoría de las economías avanzadas se ven afectadas porque los responsables de las políticas económicas no han podido implementar suficientes reformas estructurales del lado de la oferta para controlar el crecimiento de las pensiones públicas, reformar los impuestos que inhiben el crecimiento y liberalizar los mercados laborales. Esos fracasos en materia de política fiscal han depositado una carga demasiado pesada en los bancos centrales, aunque el crecimiento muy probablemente se aceleraría con medidas del lado de la oferta que mejorasen la productividad.

Últimamente, los economistas que más influyen en los políticos de izquierda parecen albergar la esperanza de que el crecimiento, el empleo y los ingresos aumenten si los responsables de las políticas económicas acogen un nuevo gasto masivo financiado por déficit para crear demanda de bienes y servicios. Sostienen que con costos de endeudamiento tan bajos, el gasto basado en déficit es prácticamente gratis y no necesitamos preocuparnos por los altos niveles de deuda.

Sin embargo, este argumento ignora la brecha normalmente grande entre lo que los economistas planifican y lo que los políticos prometen, y lo que los programas de gasto público en verdad ofrecen. Como dijo el presidente del BCE, Mario Draghi, "No hay muchas inversiones públicas con una tasa de retorno elevada". Los gobiernos, ciertamente, deberían recortar los impuestos y financiar aquellas iniciativas que superen pruebas rigurosas de costo-beneficio. Pero los nuevos programas amplios de gasto normalmente no ofrecen un impulso económico significativo o inmediato.

Por empezar, el gasto suele producirse en el futuro, cuando se proyecta una mejora de las condiciones económicas. Como terminó admitiendo el presidente Barack Obama, en referencia a su firma del proyecto de ley de estímulo de 2009, "las palas no estaban listas". De la misma manera, Japón ha intentado estimular el gasto del gobierno durante décadas, pero es poco lo que puede mostrar en términos de crecimiento económico general a partir de esta estrategia.

Sin duda, los grandes déficits pueden ser benignos o inclusive deseables durante las recesiones y las guerras, o cuando se los utiliza para financiar inversiones públicas productivas mientras que, en una recesión profunda y duradera, con tasas de interés cero o cercanas a cero, una respuesta fiscal oportuna y sensata teóricamente puede ayudar en el corto plazo. Pero los estudios demuestran que el efecto multiplicador del gasto del gobierno -cuando puede aumentar el PIB en mucho más que el gasto- se achica rápidamente después de unos trimestres y luego se vuelve negativo. Por cierto, el efecto multiplicador puede incluso ser negativo durante las expansiones económicas cuando los bancos centrales mantienen tasas de interés cero y los hogares esperan que los impuestos aumenten cuando aumentan las tasas de interés.

Como las nuevas compras del gobierno pueden degenerar en despilfarros políticos contraproducentes que generan escaso crecimiento económico, otra propuesta que se suele escuchar es expandir los pagos de transferencias gubernamentales. Dejando de lado el hecho de que los pagos de transferencias ya son fiscalmente insostenibles en la mayoría de los países (porque fueron adoptados y ampliados en mejores condiciones económicas y demográficas), ¿podrían hacer crecer la economía?

Un estudio reciente aborda precisamente esta cuestión. Según la ex economista jefe de la administración Obama Christina Romer, y David Romer de la Universidad de California, Berkeley, hasta los incrementos de los pagos de transferencias permanentes ofrecen un estímulo sólo por unos pocos meses, y el efecto no se propaga al empleo. El estudio concluye que los beneficios de las transferencias son "mucho menos persistentes, y mucho menores en general, que los de los cambios tributarios".

En las economías donde los programas de estímulo se revisan minuciosamente y se pueden implementar de inmediato, cualquier gasto temporario del gobierno debería estar acompañado de una consolidación fiscal gradual, para minimizar el riesgo económico y los costos a largo plazo. Como indican la historia y la teoría, esta consolidación fiscal debería suceder a través de un menor crecimiento del gasto futuro, especialmente en pagos de transferencias. Los responsables de las políticas económicas deberían prestar atención a esta lección para que puedan reamarse gradualmente; de lo contrario, podrían quedarse sin potencia de fuego cuando más la necesitan.

Michael J. Boskin is Professor of Economics at Stanford University and Senior Fellow at the Hoover Institution. He was Chairman of George H. W. Bush’s Council of Economic Advisers from 1989 to 1993, and headed the so-called Boskin Commission, a congressional advisory body that highlighted errors in official US inflation estimates.

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