Sin puertos en plena borrasca

Por Jesse Jackson, pastor baptista y excandidato demócrata a la presidencia de EEUU (EL PERIÓDICO, 03/03/03):

Los norteamericanos tienen motivos más que suficientes para estar preocupados por el traspaso de la gestión de 21 puertos a una empresa propiedad de Emiratos Árabes Unidos. Pero no por la trampa de la retórica impulsiva, xenófoba y antiárabe de políticos que corren para ponerse a cubierto. No. Esto no tiene nada que ver con arabofobia. Tiene que ver con la triste incapacidad de EEUU para garantizar la seguridad de sus puertos y fronteras.
Dubai Ports World compra una empresa británica que gestiona seis de los puertos más importantes de EEUU, y la Administración lo trata como una transacción comercial más. No se informa ni a los gobernadores de los estados ni al Congreso. Y a la que se desata el escándalo, la Administración alega que no podía discriminar a una empresa por ser propiedad de un emirato árabe.
Bush dijo que no había que preocuparse, porque la seguridad de los puertos está bajo control norteamericano, porque serán norteamericanos sindicados los que trabajarán en los puertos. Pero de hecho eso no es cierto: la empresa contratará y gestionará al personal de seguridad.
El auténtico problema está en quién gestiona esos puertos, en que nuestra seguridad portuaria está muy mal. Inspeccionamos menos del 3% de los contenedores que entran y se escanea menos del 40%. El proceso de seguimiento que se inicia cuando se cargan los contenedores queda en la práctica fragmentado y desfasado. Llevamos cuatro años metidos en esta guerra contra el terror, y aún no controlamos nuestras fronteras y puertos.
La compra de Dubai Ports World ha disparado la alarma, pero el problema hace décadas que se arrastra. En 1984, en mi primera campaña presidencial, estábamos metidos de lleno en una guerra abierta contra la droga. Sabíamos dónde se fabricaba y cómo entraba en Estados Unidos. Y sorprendentemente, Ronald Reagan se lanzó a recortar presupuestos de los guardacostas y a debilitar el control de nuestras fronteras, mientras hacía encendidas defensas de la guerra contra la droga. Dos dé-
cadas después, seguimos sin controlar nuestras fronteras, ni existe ningún plan de seguridad serio para nuestros puertos.

ES NORMAL QUE los americanos sientan un cierto recelo hacia una empresa propiedad de los Emiratos Árabes Unidos. No hay que olvidar que éste es uno de los pocos países que reconoce a los talibanes y es la tierra de dos de los terroristas del 11-S. Sostiene Bush que estamos en guerra y bajo fuego enemigo. Ha dedicado cuatro años a levantar todo tipo de temores domésticos sobre los terroristas. El 11-S, dice, lo cambió todo. El problema es que eso no es cierto. El 11-S no cambió todas las prioridades del presidente. Es cierto que dio dinero al Ejército, pero no facilitó ni las tropas ni el equipo necesarios para una sangrante ocupación de Irak. Va camino de gastarse un billón de dólares en la guerra iraquí, pero no teman que pida a los ricos o a las grandes empresas que donen lo que han ganado con las notables rebajas de impuestos. Afirma que su norte es nuestra seguridad, pero luego llena el Departamento de Seguridad Nacional hasta los topes de amigos y colegas políticos. Y pase lo que pase, no interrumpirá la inercia de siempre.
¿Le preocupa al norteamericano que los puertos de EEUU puedan estar en manos árabes o chinas? Pues deberá irse acostumbrando. Cuando Michael Chertoff, el desventurado director de Seguridad Nacional, afirma que no se quiere interrumpir "ese flujo comercial tan robusto" con los Emiratos Árabes Unidos, lo que hace es reconocer de forma tácita nuestra vulnerabilidad. Bajo esta Administración, hemos acumulado más de dos billones de dólares en deuda externa, hemos registrando déficits comerciales insostenibles y hemos desmantelado la industria norteamericana. Los acreedores extranjeros hasta ahora han estado coleccionando dólares, pero es inevitable que pronto se lancen a comprar propiedades, empresas y demás activos norteamericanos. Ya nos está costando Dios y ayuda fabricar armas de sofisticada tecnología sin tener que recurrir a empresas chinas e indias.

ÉSA ES LA nueva realidad. Con Bush se han malogrado vidas y recursos en una guerra que nos ha hecho más débiles. Hemos dilapidado centenares de millones de dólares en recortes de impuestos que han beneficiado a unos pocos y a lobis corporativos, mientras al mismo tiempo éramos incapaces de invertir para poder controlar nuestros puertos y fronteras. Y hemos desmantelado nuestro sector manufacturero mientras iba creciendo nuestra deuda con los acreedores extranjeros. El presidente Bush es un experto en pisotear leyes y libertades en nombre de la guerra contra el terror. Pero es un poco torpe a la hora de ofrecer a los norteamericanos la seguridad más básica.