Sin salida de Afganistán

A pesar de la frecuencia con que sufre desórdenes e invasiones, Afganistán se ha mantenido prácticamente sin cambios por siglos. Hace unos 120 años, Winston Churchill describió la inutilidad de hacer la guerra en la región: “Es una ruina en términos financieros. En lo moral, un desastre. En lo militar es una pregunta abierta y políticamente es una metedura de pata”. Sin duda sus palabras suenan ciertas hoy en día a muchos funcionarios y oficiales de EE.UU. y la OTAN, cuando intentan salir del más prolongado compromiso de combate en el exterior en la historia de Estados Unidos.

Si bien es posible que la guerra de Afganistán haya causado menos muertos y heridos estadounidenses que en otros conflictos en que el país se haya visto involucrado en el pasado, el coste humano sigue siendo sustancial, especialmente después de factorizar los muertos y heridos afganos. Más aún, se han derrochado billones de dólares y los pocos efectos positivos para la intervención militar encabezada por EE.UU. se están comenzando a desvanecer, mientras que sus muchas consecuencias están comenzando a desestabilizar la región.

Hoy el Presidente Barack Obama intenta negociar un nuevo acuerdo de “correlación de fuerzas” con el gobierno afgano para determinar cuántos soldados estadounidenses permanecerán en Afganistán y las condiciones de su despliegue. Pero la realidad es que EE.UU. está buscando salir de un conflicto que ha perdido tal como ocurriera en Vietnam hace casi 40 años, dejando a la población asediada a que se las arregle con sus propios recursos.

En lugar de admitir la derrota, las autoridades estadounidenses apelan a recursos retóricos para esquivar el tema. Por ejemplo, en un discurso pronunciado recientemente en Nueva Delhi, el Secretario de Estado John Kerry señaló que la clave para estabilizar Afganistán es construir una “nueva ruta de la seda” que lo conecte con Asia Central, un cínico ardid que al parecer apunta a arropar y ocultar el fracaso de Estados Unidos con ilusiones de relaciones comerciales futuras. La insistencia de Kerry de que EE.UU. no se está retirando sino “bajando” es un evidente intento de manipulación.

No hay duda de que la presencia estadounidense ha generado importantes vínculos regionales; lamentablemente no del tipo que da sustento a la renovación económica. Las décadas pasadas de guerra y ausencia del imperio de la ley han facilitado el desarrollo de los talibanes en Pakistán y Afganistán, haciendo que se consideren a sí mismos una fuerza indestructible… creencia que puede hacer que sus líderes se nieguen a adoptar cualquier medida que vaya en dirección a una mayor estabilidad.

De hecho, la confianza en sí mismos que sienten los talibanes ya los hizo interrumpir planes de establecer conversaciones de paz con el gobierno afgano. Tras aceptar abrir una oficina en Qatar exclusivamente para llevarlas a cabo, en junio los talibanes abrieron una cuasi-embajada del “Emirato Islámico de Afganistán”. El gobierno afgano respondió con la suspensión de las conversaciones, así como las negociaciones con Estados Unidos sobre la “correlación de las fuerzas”.

Pakistán recomienda buscar un espacio alternativo para las negociaciones con los talibanes, en lugar de abandonar del todo las iniciativas de reconciliación. Son buenos augurios para la reanudación de las conversaciones, ya que este país jugó un papel clave en el surgimiento de los talibanes y alberga hoy al consejo de gobierno de los talibanes afganos, incluido su líder Mullah Omar, junto con los talibanes paquistaníes.

El ex embajador de la India en Afganistán, Vivek Katju, confía en que la rabia del Presidente afgano Hamid Karzai ante la jugada de los talibanes en Qatar no demore demasiado las negociaciones. (De hecho, se dice que ya se ha reunido con representantes de los talibanes en conversaciones secretas que apuntan a reanudar la iniciativa de paz.)

Katju atribuye la inevitabilidad de la reanudación a la “desesperación estratégica” de Estados Unidos, tan aguda que incluso se vería en problemas para concretar el compromiso de Kerry de anularlas si se encontrara algún vínculo con Al Qaeda. Después de todo, EE.UU. ya ha aceptado las poco realistas promesas de los talibanes de que no usarían Afganistán como base desde donde “fomentar problemas” (es decir, lanzar ataques terroristas) en otras áreas.

Por suerte para EE.UU., los talibanes ya no son un grupo homogéneo. Tras una década de huir y ocultarse de una persecución incansable y ataques con aviones no tripulados, el movimiento se ha dividido. Sin embargo, como ha hecho notar el experto en seguridad Sajjan M. Gohel “los jóvenes talibanes desplazados y desilusionados de hoy han encontrado refugio y sentido en una interpretación extremadamente radical del islam”. Puede que los talibanes ya no sean una fuerza unificada, pero claramente siguen siendo peligrosos.

Todos estos acontecimientos han puesto a la India en una posición muy complicada. En Afganistán, el ejército estadounidense dependía en lo táctico de Pakistán a tal punto que, en varias ocasiones, incitó a la India a limitar proyectos de desarrollo, como la reconstrucción de la infraestructura afgana. Tras la retirada militar de EE.UU., lo más probable es que Afganistán retorne a las condiciones anteriores a la guerra, Pakistán retome su terrorismo de estado contra la India y el extremismo se propague al estado indio de Jammu y Cachemira.

Para aprovechar de la mejor manera una situación de por sí sombría, la India debe estar preparada para proteger sus intereses al coste que sea. Después de todo, a medida que Estados Unidos vaya saliendo de su embrollo afgano, sus propios intereses nacionales seguirán teniendo prioridad por sobre las demás consideraciones. Pero China, Pakistán e Irán también tienen sus propios intereses de seguridad nacional en Afganistán, y cada uno intentará protegerlos como pueda. Así, si bien las tropas estadounidenses pueden estar retirándose del país, sigue siendo un sueño distante el fin de la violencia gatillada por la guerra a la que dieron origen, especialmente para los vecinos del sureste asiático de Afganistán.

Jaswant Singh is the only person to have served as India’s finance minister (1996, 2002-2004), foreign minister (1998-2004), and defense minister (2000-2001). While in office, he launched the first free-trade agreement (with Sri Lanka) in South Asia’s history, initiated India’s most daring diplomatic opening to Pakistan, revitalized relations with the US, and reoriented the Indian military, abandoning its Soviet-inspired doctrines and weaponry for close ties with the West. His most recent book is Jinnah: India – Partition – Independence. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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