Sinwar en la Casa Blanca

Resulta que el máximo responsable de Hamás y de la orquestación de la masacre del 7 de octubre de 2023 en suelo israelí estaba en Gaza. Lo mató allí el ejército de Israel. Era un objetivo buscado desde que se invadió militarmente la Franja, pero se daba por supuesto que a Yahya Sinwar no se le ocurriría quedarse en Gaza, a riesgo de ser localizado y muerto por la incursión israelí. Sin embargo, allí estaba. Los israelíes tampoco daban demasiado crédito al principio. La unidad militar que escudriñaba entre escombros tres cuerpos de combatientes de Hamás tras un enfrentamiento armado reconoció, entre los muertos, a quien podría ser Sinwar. Han tenido que ser pruebas de ADN las que lo confirmaran. El porqué Sinwar permanecía en Gaza aguardando la muerte en una acción selectiva israelí o, como parece ser el caso, en una escaramuza sobrevenida es un misterio.

Ahora la cuestión es que la muerte de Sinwar abre el camino a una tregua en Gaza y allana la liberación del centenar de rehenes israelíes todavía bajo secuestro por Hamás. Eso es lo que están difundiendo fuentes israelíes y estadounidenses, amplificándose en medios de información europeos. La lectura no es, sin embargo, tan sencilla, como nada de lo que ocurre en Oriente Próximo.

Las negociaciones entre Hamás e Israel, con el patrocinio estadounidense y la intermediación de varios países (Turquía, Egipto, Emiratos), se han venido manteniendo con altos y bajos, supuestamente conducidas, en la parte de Hamás, por Sinwar. Que ahora la muerte del líder negociador las desatasque hacia un alto el fuego en Gaza con liberación de rehenes es probable, pero tiene menos que ver con el descabezamiento de Hamás que con la oportunidad táctica para todos los involucrados en un contexto estratégico que ya había superado hace tiempo a Sinwar.

Si una sucursal del terror iraní como Hamás, que ha demostrado poseer un agudizado sentido prospectivo, siendo capaz de planear una masacre para desencadenar una reacción israelí que a todas luces iba a implicar la invasión de Gaza, no tenía amortizado a un Sinwar a quien cualquiera podría considerar un muerto viviente, es que entonces Hamás no es lo que parecía que era. Es como decir que Hezbolá no tiene sustitutos para sus líderes mermados en Líbano o que Irán no ha previsto recambios para los generales de la Guardia Revolucionaria discrecionalmente muertos por EE UU e Israel. Un absurdo. Por tanto, es el momento táctico en una estrategia a largo plazo lo que cuenta y no el mártir Sinwar circulando por una Gaza asolada esperando el instante de que la mecánica de precisión israelí le segara la vida.

Quizás habría que verlo al revés. La muerte de Sinwar no facilita las negociaciones, sino que el acuerdo quedaba a expensas de localizarlo y matarlo. Y, mientras tanto, avanzar en un entorno que facilite fronteras 'desiranizadas' para Israel. Ese entorno está muy condicionado por EE UU, que es el apoyo militar de Tel Aviv. Digamos que no sería posible, ni militar, ni financiera, ni operativamente para Israel mantener frentes de guerra sin el concurso estadounidense.

Que Gaza y Líbano estén intersectados con intereses de Washington mantiene a Netanyahu en una disyuntiva endiablada desde hace meses. Si el primer ministro israelí tuviera claro qué signo estratégico respecto a Irán tendrá la Casa Blanca a partir de 2025, ese momento táctico que mencionábamos sería distinto, tal vez Sinwar no habría estado en Gaza para que lo mataran y quizás se habría desencadenado ya una guerra de escala regional con Irán. Pero Netanyahu no tiene claro quién será el próximo presidente estadounidense. La resultante es de lo más ambigua y ni el todopoderoso Mossad debe de atreverse a anticipar un desenlace.

Si Netanyahu vislumbrara que Trump fuera a ganar, ya habría atacado Irán. Si Israel ya hubiera incursionado militarmente en Irán, los analistas pronostican que habría favorecido electoralmente a Trump. Sin embargo, la apuesta habría sido un riesgo insensato para Netanyahu porque: ¿Y si aun aumentando el belicismo contra Teherán, escenario del gusto del electorado trumpista, el candidato no venciera a Kamala? Entonces Netanyahu se encontraría con una presidenta hostil y rencorosa en Washington y empantanado en una guerra contra Irán.

Ante la incertidumbre, hay que esperar, poner una vela a Dios y otra al diablo. Si triunfara Kamala Harris, en cambio, la opción militar contra Irán se minimizaría, a priori, y la posibilidad de un Estado palestino tutelado por árabes y estadounidenses sumaría enteros. En este contexto, sugerir, como se está haciendo ahora, un acuerdo para Gaza beneficiaría las posiciones de Kamala y fortalecería a un Netanyahu concentrado en Líbano. Quienes están insinuando eso, las voces que ahora equiparan la muerte de Sinwar con una posibilidad de rehabilitación de Gaza y de liberación de secuestrados, sutilmente están instalando en una fugaz opinión pública el relato de una mujer en la Casa Blanca.

Andrés Montero, expresidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia.

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