Siria: el papel de EE.UU. (1)

A la hora de exponer sus razones para una operación militar contra Siria, la Administración Obama ha argumentado que “el riesgo derivado de no actuar es mayor que el riesgo de actuar” y que la defensa de la norma internacional que data de hace casi un siglo contra el uso de armas químicas ayudará a proteger tanto el territorio estadounidense como a las fuerzas estadounidenses que operan en todo el mundo frente a esas armas terribles.

“El uso de armas químicas en Siria es no sólo un ataque contra la humanidad, es una grave amenaza para los intereses de seguridad nacional de EE.UU. y de nuestros aliados más próximos”, dijo el secretario de Defensa, Chuck Hagel. “No podemos permitirnos que Hizbulah o cualquier grupo terrorista decidido a atacar a EE.UU. cuente con incentivos para obtener o usar armas químicas". Pese a las reiteradas preguntas del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el equipo directivo de seguridad nacional de Obama se atuvo a las líneas principales del guión de la Casa Blanca y pasó por alto las preocupaciones de los senadores por las posibles consecuencias no intencionadas de atacar a El Asad, en especial la posible escalada de las hostilidades armadas en la región y el mayor involucramiento de EE.UU. en Siria.

El secretario de Estado, John Kerry, pintó un panorama de color de rosa, en el marco del más optimista de los escenarios concerniente a una acción militar de EE.UU. para obligar a El Asad a cambiar sus cálculos acerca de sus posibilidades de ganar la guerra civil, impedir que Irán se haga con un arma nuclear y disuadir a Hizbulah de desafiar a Israel y a EE.UU. en el futuro. Pensada para convencer a un Congreso y a una sociedad estadounidense sumidos en dudas sobre el peligro de otra aventura militar en tierras musulmanas, la exposición de Hagel y de Kerry recalcó la supremacía del poder militar americano y menospreció a sus adversarios, algo cuestionable y peligroso a la luz de las guerras posteriores al 11-S.

Una y otra vez, Kerry desechó el temor a represalias por parte de El Asad por considerarlas como una reacción suicida. “Si El Asad es tan arrogante –y tan necio e imprudente– como para ejercer represalias (…), EE.UU. y sus aliados tienen muchos modos de hacer que se arrepienta de esa decisión sin ir a la guerra”, dijo Kerry.

Bueno, si El Asad fuera tan necio como para usar armas químicas y arriesgarse a una intervención militar occidental, podría como máximo jugárselo todo a una carta disparando cientos, si no miles, de misiles contra países aliados de EE.UU., desencadenando así una conflagración que alcanzaría a toda la región. En entrevistas recientes, El Asad ha advertido de “repercusiones” en una peligrosa región que se halla al borde de un estallido. Desde el inicio de la revuelta siria, la Administración estadounidense se forjó una idea errónea de El Asad e infravaloró su capacidad de resistencia y voluntad de lucha. En su valoración sobre la posible reacción de El Asad, las autoridades estadounidenses deben tener en cuenta que el conflicto sirio se ha transformado en una guerra civil en la que ambas partes creen que la lucha constituye un combate a vida o muerte.

Lejos de modificar sus cálculos, El Asad aglutinaría a su base social y a sus partidarios en los países árabes vecinos y se presentaría como un héroe árabe frente a unos Estados Unidos con afán de dominio. Mientras Kerry y Hagel evalúan pros y contras a fin de menoscabar el arsenal químico y el aparato militar de El Asad, este cifra su máxima preocupación e interés en enarbolar el discurso antihegemónico de desafío y resistencia. El enfrentamiento de El Asad con EE.UU. representaría una pesada carga sobre su maquinaria militar, ya suficientemente desbordada por la situación, pero elevaría su prestigio e imagen en Siria y en círculos más amplios.

Si los misiles estadounidenses atacan Damasco, reavivarán la memoria colectiva árabe de la dominación occidental en cuestiones tales como la pérdida de Palestina o la invasión y ocupación de Iraq liderada por EE.UU. Junto a la emisión de imágenes espantosas de civiles muertos en Siria por televisión, la cuestión del supuesto uso de armas químicas por parte de El Asad sería reemplazada por las informaciones de la agresión norteamericana, en defensa por tanto del discurso de El Asad.

Aunque El Asad es demasiado débil para ejercer acciones de represalia en el plano militar, sus aliados en la región –Irán y Hizbulah– quizá las llevarían a cabo, con repercusiones terribles para la seguridad y la paz regional e internacional. El secretario de Estado, Kerry, aludió a esa amenaza ante el comité de Relaciones Exteriores del Senado. Preguntado por el senador Risch sobre la posible reacción de Hizbulah a ataques estadounidenses contra Siria y sobre el riesgo de una escalada entre Israel y Líbano, Kerry dijo haber hablado con el primer ministro israelí, Netanyahu, que le aseguró que Israel está en condiciones de habérselas con Hizbulah.

Kerry no abordó plenamente la preocupación de Risch y su respuesta demuestra que la Administración no ha reflexionado sobre las consecuencias no intencionadas de su conducta. Si los ataques de EE.UU. amenazan la supervivencia del régimen de El Asad, la probabilidad de acciones de represalia de Hizbulah contra Israel es muy elevada. Lo que Kerry no dijo al senador Risch es que una guerra israelo-libanesa podría provocar miles de víctimas civiles y devastación en ambos países.

Fawaz A. Gerges, profesor Relaciones Internacionales de Oriente Medio en la London School of Economics. Traducción: José María Puig de la Bellacasa

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