Siria: no repetir el error de Iraq

Desde hace años –con el horrendo balance de la indebida invasión de Iraq en la memoria y el corazón, y ante el obsceno espectáculo, después, del asesinato de Gadafi– vengo insistiendo en que es indispensable y urgente una refundación del sistema de las Naciones Unidas. Un nuevo ataque sin esperar a conocer el veredicto de los inspectores de las Naciones Unidas –como sucedió en el caso de Iraq con la mentirosa suposición de que el régimen de Sadam Husein poseía arsenales de destrucción masiva– constituiría un nuevo y ensangrentado desaire a sus competencias.

“Hay sólo una salida de emergencia: ¡las Naciones Unidas reunidas!”, escribía en abril del 2011. Y el 13 de febrero del 2012: “¿Siria? Unas Naciones Unidas unánimemente respetadas, la única solución”. Proponía dos fases en el proceso de refundación del sistema de las Naciones Unidas: una, inmediata, en que la Asamblea General designara unánimemente a un interlocutor para establecer los contactos oportunos con el Gobierno de El Asad y llegar a los acuerdos pertinentes gracias a la inmensa autoridad que esta representación le concedería. En una segunda fase, se establecería una Asamblea General en la que hubiera una representación de estados equivalente al 50% de sus miembros y el otro 50% estuviera integrado por representantes de la sociedad civil. Además, al actual Consejo de Seguridad, sin veto pero con voto ponderado, se añadirían un Consejo Socioeconómico y un Consejo Medioambiental.

¿Cómo pretenden mandar 8 o 20 países al conjunto de los habitantes de la Tierra pertenecientes a 196? El sistema actual ha conducido a la debacle ética, social, económica, medioambiental… y ha puesto de manifiesto su incapacidad total: las invasiones de Kosovo, de Iraq, la forma brutal y cruenta en que se han resuelto estos conflictos..., la carencia de normas y de vigilancia mundial de los procesos de cambio muestran la arbitrariedad de un mundo sin brújula, falto de asideros y referencias éticas.

Hasta hace poco, los pueblos se hallaban inermes ante el poder absoluto masculino que ha tenido secularmente en sus manos las riendas del destino común. Pero ahora, en muy pocos años, el poder ciudadano se ha desarrollado extraordinariamente gracias a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. Anhela unas instituciones que lo representen y escuchen y ya no consentirá el acoso de los poderosísimos lobbies del gran dominio (militar, energético, financiero y mediático).

Occidente –por las ambiciones hegemónicas globalizadoras que favorecieron la plutocracia y el mercado– ha perdido autoridad y legitimidad. Carece de liderazgo político y moral. Europa, arredrada, amilanada, con un sistema de seguridad dependiente, obcecada por las primas de riesgo y los equívocos repuntes económicos, no ha sabido jugar el “alto papel que le corresponde en las crisis, enfrentamientos y convulsiones recientes” (24 de agosto del 2013).

Presidente Obama: actúe con las Naciones Unidas. Sólo usted podría, con el apoyo presencial y virtual de un gran clamor popular, repetir, en su segundo mandato, la hazaña del presidente Roosevelt..., pero contando ahora con la gente, con los pueblos. No intervenga antes de conocer por las Naciones Unidas –y no por otros desacreditados conductos de inteligencia– quiénes son los responsables. Y no lo haga sin contar con la aprobación del Consejo de Seguridad. Sería una gran decepción y constituiría una nueva irresponsabilidad bombardear con unos cuantos misiles lanzados desde portaaviones para demostrar al Gobierno sirio la fuerza occidental, sin importar los efectos colaterales –que nunca han importado al gran lobby– y sin saber a ciencia cierta a quién se está beneficiando (porque poquísimo se sabe sobre la oposición y lo que se sabe no es todo trigo limpio).

La opinión de Hans Blix, inspector jefe de las inexistentes armas terroríficas de Iraq, es muy importante: esperar, ha dicho, a tener el informe de las Naciones Unidas y, entonces, actuar en consecuencia. En el 2003 no se esperó y el trío de las Azores decidió intervenir. Las atroces consecuencias están a la vista: muertos, mutilados, desplazados... Diez años después, la sangría continúa.

Uno de los tres, el ex primer ministro británico, Tony Blair, acucia a la intervención ( El País, 29/VIII/2013). No lo escuchen. Desoigan la voz de uno de los que deberán responder ante la historia del horrendo e inhumano ataque que provocaron.

Antes de disparar, señor presidente, mire a quienes le están induciendo a apretar el gatillo. Piense en la gente de ambos bandos. Y no lo haga.

Presidente Obama: tiene usted hoy la oportunidad de iniciar la gran inflexión de la oligarquía a la democracia, de una cultura de dominio, imposición y violencia a una cultura de conciliación, alianza y paz. De la fuerza a la palabra.

Aprovéchela.

Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Fundación para una Cultura de Paz.

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