Slim y Sigman: el riesgo de que los millonarios financien las vacunas contra el coronavirus

El hombre más rico de Latinoamérica —y uno de los más importantes del mundo—, el empresario mexicano Carlos Slim Helú, se ha asomado con pretensiones de héroe salvador al escenario del continente, un espacio conflictuado por la pandemia del COVID-19 y por el consecuente agravamiento de la situación económica en los países de la región.

Con la poderosa chequera como inapelable superpoder, el nombre de su fundación personal estampado en el pecho del vestuario de temporada y un labrado historial de aprovechamiento de toda oportunidad para conseguir alguna ganancia, pequeña o grande, Slim se ha mostrado como el financista propicio para la conjunción de esfuerzos entre Argentina y México, en una primera fase, a fin de producir una vacuna contra el coronavirus.

La propuesta parece inatacable: la Fundación Carlos Slim (con la advertencia de que no le mueve un “ánimo de lucro”) pone el dinero para iniciar y continuar el proceso de producción de una vacuna que cuenta con la participación determinante de la Universidad de Oxford y de los laboratorios AstraZeneca. Lo esencial será realizado en Argentina, en el Grupo Insud, del que forma parte el laboratorio mAbxience, cuyo jefe de producción, Lucas Filgueira Risso, le ha dicho a Reuters que esperan “hacia fin de año empezar a hacer los primeros lotes a escala y principios del año que viene los primeros lotes comerciales para enviar a México”, donde la empresa Liomont se encargará de la producción.

El citado Grupo Insud es propiedad de Hugo Sigman, a quien ahora empiezan a llamar el “Slim argentino”. El empresario le dijo a Radio Mitre que “ningún gobierno jugó ningún papel, fue una negociación de privados (...) Se nos acercó AstraZeneca —laboratorio asociado a Oxford— y entendió que la mejor fábrica que había en la región era la nuestra”.

Sin embargo, el súbito e inusual rol de los dos empresarios está desbordando la hipótesis de mero comportamiento altruista que, sobre todo en el caso de Slim, se le ha ido dando al tema.

Sigman es un empresario cercano al poder presidencial en turno de su país, ejercido por Alberto Fernández en el marco de la corriente del kirchnerismo. Slim siempre ha estado asociado al poder presidencial mexicano, y su despegue se dio a cuenta de la aún polémica compra que hizo de Teléfonos de México durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, a quien el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, suele mencionar como el principal jefe de la mafia del poder en México y como “padre de la desigualdad moderna”.

Justamente, el empresario Slim es un ejemplo de esa desigualdad, al haber concentrado una descomunal riqueza que ha fluctuado en los primeros lugares de las clasificaciones mundiales de máximo poder económico durante varios años, mientras en México se agravaba la corrupción, la injusticia y el desaliento económico para las mayorías; es decir, todo ello a niveles proporcionales al enriquecimiento de unas cuantas firmas y familias.

Hasta ahora, Slim había mantenido una relación de altibajos con el presidente mexicano de centroizquierda, quien canceló proyectos de construcción relacionados con el multimillonario, y cuyo posicionamiento respecto al empresariado tradicional mexicano —muchas veces asociado a gobiernos corruptos— ha llevado a amagos de rupturas que luego han sido conjurados mediante el ungüento también tradicional de la asignación de ciertos contratos y beneficios.

Sin embargo, con el tema del financiamiento de la vacuna contra el COVID-19 Slim está produciendo resultados incluso políticos. Según dijo el propio presidente López Obrador, Slim le comentó del proyecto de financiamiento de la mencionada vacuna durante la visita que hicieron a Washington para una cena con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca, con empresarios relevantes de ambos países. De aprobarse la aplicación de tal vacuna, en México se distribuirá de manera gratuita y universal en el primer trimestre de 2021, a pocos meses de unas competidas elecciones en todo el país.

El gobierno de López Obrador dedicará unos 25,000 millones de pesos mexicanos (unos 1,120 millones de dólares, al tipo de cambio actual) para comprar las vacunas y entregarlas gratuitamente a la población. Esa compra significaría en parte el “retorno de inversión”, según lo dicho por Arturo Elías Ayub en funciones de vocero de la Fundación Carlos Slim.

El lance sanitario emprendido por México y Argentina tendrá también repercusiones en la política internacional, pues ambos gobiernos buscarán convertirse en proveedores de otros países. Ayer mismo se llevó la noticia al seno de la Cumbre de Estados Latinoamericanos y el Caribe (CELAC), que sesionó de manera virtual con sede en Paraguay. El diario argentino Página 12 adelantó: “El encuentro del lunes (17 de agosto) tendrá como protagonista principal al acuerdo que permitió que ambos países latinoamericanos participen en la producción de la vacuna que terminaría con la pandemia internacional (...) El cónclave (la reunión de la CELAC) será una oportunidad para oxigenar el organismo multilateral después de la oleada de gobiernos liberales que intentaron vaciarla”.

A fin de cuentas, dos empresarios, el mexicano Slim y el argentino Sigman, están asumiendo un papel estratégico en cuanto a producción y distribución de la citada vacuna, con la consiguiente disminución del papel de los respectivos Estados y en una preocupante fusión de poderes económicos y políticos.

Julio Astillero es periodista. Es columnista del diario ‘La Jornada’ y conduce en redes sociales los programas ‘Videocharlas Astilladas’ y ‘Astillero Informa’.

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