Sobre la consulta y sobre ETA (y II)

Criticábamos en el articulo anterior (EL CORREO, 9-10-07) dos de los argumentos utilizados para rechazar la consulta con ETA activa, porque, se nos decía, con su violencia se vería deslegitimada la consulta, bien por un situación de desigualdad generada por la amenaza terrorista, bien porque las decisiones políticas que en la misma se adoptasen estarían determinadas por la violencia. Argumentábamos cómo tal desigualdad no existe en la práctica a la hora de afrontar una eventual consulta, y que por otro lado el impacto de la violencia de ETA en las conductas políticas individuales y colectivas en modo alguno resultaba determinante.

En este sentido, conviene volver a recordar cómo sociedad y clase política han retirado a ETA su estatus de interlocutor político (en su día sí lo tuvo). Sociedad y clase política entienden que ETA con su violencia ha liquidado tal reconocimiento político. No es sólo porque creen que no representa a nadie. Es sobre todo porque consideran que su conducta violenta la descalifica, la deslegitima como actor político. Se la ha retirado la dignidad y el respeto que, en principio, merece cualquier actor político o social. A un grupo político convencional se le escucha, atiende y eventualmente se le puede hacer caso. A un grupo como ETA resulta imposible, porque ni siquiera se le escucha. Está fuera del espacio público. Con su violencia se ha ganado a pulso la expulsión del mismo. La frase que resume esta situación es el habitual comentario frente a una acción o comunicado de ETA: ¿Que nos dejen en paz! Lo que quiere decir: No nos interesa ni lo que son ni lo que quieren y por tanto no van cambiar en lo sustancial nuestros proyectos, deseos y esperanzas colectivas; en última instancia nuestra forma de decidir cómo queremos construir nuestra comunidad política.

Imaginemos un banda de violentos neonazis. Quizás algún sector de la población podría coincidir con algunos mensajes políticos de tal banda, y sin duda y afortunadamente con la inmensa mayoría de la población no se daría coincidencia alguna. Pero a nadie se le ocurriría tomar decisiones políticas orientadas a apaciguar a tales bandas. Los contenidos reivindicativos de unos y otros (ETA y neonazis) son distintos. Pero tal diferencia resulta irrelevante desde la perspectiva del impacto político. En ningún caso el mensaje llega. No es tenido en cuenta en virtud de la indignidad de su emisor.

El tercer argumento utilizado en contra de la consulta es el famoso 'balón de oxígeno'. Ahora la indeseada interferencia de ETA no se produce porque nosotros -ciudadanos y políticos- tomemos decisiones políticas marcadas por el temor a ETA o porque las mismas pueden influir en la estrategia política violenta de ETA. Ahora, se nos dice, determinadas decisiones políticas (consulta) fortalecen objetivamente (oxígeno habemus) a ETA. El problema de esta teoría es que se puede aplicar a todos los supuestos de acción o inacción política. En consecuencia posturas radicalmente distintas provocan siempre el mismo resultado. Por ejemplo, si se propone una consulta y el Gobierno central la rechaza, balón para ETA. El rechazo genera frustración, rabia y propósitos de acción violenta. Pero si el Gobierno central no la impide y se celebra, también balón para ETA. Ahora aspira oxígeno porque, se nos dice, con la consulta han sido reconocidas sus reivindicaciones. Pero todavía obtiene más oxígeno si el Gobierno vasco no convoca el referéndum. Ahora, se nos dice, su furia y activismo será más terrible por que se sentirá más justificada para luchar contra el traidor (el Gobierno vasco ) que contra el enemigo tradicional (el central ).Y de nuevo así sucesivamente hasta el aburrimiento argumentativo. Hagamos lo que hagamos (o no hagamos) ETA siempre acabará chupando oxígeno.

El razonamiento es falso. No se sostiene por ningún lado porque se sigue apoyando en el desatino tanta veces comentado: el de conceder a ETA la categoría de interlocutor inmerso en el juego político convencional de causas y efectos. Lo reiteramos: ETA no está en el juego, por lo que nos resultan estrictamente indiferentes, despreciables, los supuestos beneficios o perjuicios 'políticos' que ETA dice que logra de nuestra acción política.

A mayor abundamiento, es absurdo seguir otorgando a ETA capacidad de discernimiento político adecuado a las correspondientes coyunturas. En ETA sólo existen dos estrategias en juego. Una, hoy en horas muy bajas, consistente en cerrar cuanto antes un acuerdo de cese definitivo con el Gobierno sobre ellos mismos (presos, entrega de armas y poco más). No sólo, añadimos por nuestra cuenta, tal acuerdo sería razonable sino que es el único posible, tal como por otro lado planteó Batasuna en el -nos tememos que por ellos mismos olvidado- mitin de Anoeta. La otra estrategia, por llamar de alguna forma a tan abrumadora sinrazón, es la vigente, y consiste en algo tan estúpido como creerse (y actuar en consecuencia) que cuanto más bombas se pongan, más, en un acuerdo con ellos, cederá políticamente el Gobierno. Aquí no hay ni discernimiento, ni adecuación de medios a fines, ni análisis de coyunturas, ni nada. Sólo sectarismo ignorante.

Y ahora debemos formularnos una pregunta que se deduce de todo el relato contenido en los dos artículos. Las argumentaciones empleadas -temor, efectos políticos indeseados, ayudas oxigenadas- no sólo son insostenibles, sino que además contradicen frontalmente la premisa principal sostenida por los mismos que apoyan tales argumentaciones. Nos explicamos. Las mismas voces políticas y ciudadanas que niegan todo reconocimiento, legitimidad, capacidad de influencia a ETA luego, ahora en este caso de la consulta, afirman lo contrario. Que ETA influye, o determina, o desvirtúa, o manipula a su favor esta concreta propuesta política. ¿Por qué esta contradicción? Quizás en algunos casos se deba a una ignorante buena fe, pero sospechamos que, en general, se mantiene por razones de funcionalidad política. Porque una cosa es negar a ETA y otra muy distinta renunciar a utilizar el argumento/coartada de ETA para justificar, legitimar un discurso político previamente adoptado. Hay partidos y políticos y ciudadanos que no están de acuerdo con la consulta. Tienen todo el derecho a oponerse. Y seguro que tienen buenos argumentos políticos, sociales e identitarios con los que defender su posición. A lo que no tienen derecho es a utilizar el argumento de ETA que ellos mismos saben que es falso. Tienen otros argumentos. Que los expliquen.

Pedro Ibarra, José Manuel Castells, Baleren Bakaikoa y Jon Gurutz Olaskoaga