Sobre la visión de Angela Merkel

Mientras Europa se esfuerza por salvar el euro, el coro de quejas por la falta de una firme capacidad de dirección en las economías más importantes del mundo suena más fuerte. Muchos han señalado a la Cancillera alemana, Angela Merkel, por no fomentar una visión de Europa similar a la de su predecesor y mentor, Helmut Kohl. ¿Están en lo cierto los críticos?

Parte de lo que hacen los dirigentes eficaces es comunicar una visión que dé sentido a las políticas e inspire a otros para que los mueva a apoyarlas (y a quienes las proponen). Es una de las formas como los dirigentes contribuyen a la creación de objetivos compartidos y activan la actuación común. Semejante visión suele aportar un plan para el futuro destinado a alentar el cambio, aunque también puede representar el status quo –o el pasado– como atractivo, con lo que alienta la resistencia al cambio.

En cualquiera de los dos casos, sin una visión es difícil guiar a los demás a parte alguna. Frederick Smith, director general de Federal Express, ha sostenido que “la tarea primordial de un dirigente es la de comunicar la visión y los valores de una organización”.

Pero hay que ser cauteloso con las visiones. A veces los dirigentes creen que la visión puede resolver la mayoría de sus problemas, pero una visión errónea –o demasiado ambiciosa– puede perjudicar. George H.W. Bush fue criticado (y se autocríticó) por carecer de lo que llamó “el asunto de la visión”. Cuando su personal lo apremió para que hablara más audaz y extensamente, respondió: “No es algo propio de mí”.

Después de la conmoción provocada por los ataques terroristas de septiembre de 2001, su hijo, George W. Bush, formuló una visión mucho más ambiciosa. Como dijo un ex asesor, “sentía una atracción irresistible por las ‘grandes ideas’, como la de llevar la democracia a Oriente Medio, y que contrastaban rotundamente con el prudente papel desempañado por su padre”. Sin embargo, la política exterior de Bush padre resultó mejor.

Algunos aspirantes a dirigentes creen que deben proclamar una visión que deslumbre a sus seguidores. Sin embargo, en la práctica una visión lograda surge con frecuencia de las necesidades del grupo, que después el dirigente formula y articula. La visión que Martin Luther King, Jr., expresó en su discurso “Tengo un sueño”, por ejemplo, estaba profundamente arraigada no sólo en los valores de igualdad y no exclusión profesados por los Estados Unidos, sino también en la experiencia de subordinación y exclusión de los afroamericanos.

Al mismo tiempo, la presión para que articule una visión puede crear dificultades a un dirigente. Como dijo un presidente de universidad: “Todo el mundo pregunta: ‘¿Cuál es su visión?’ Pero, si respondes demasiado rápidamente. ofendes a mucha gente y te metes en líos. La respuesta inteligente es empezar así: ‘¿Qué le parece a usted?’, y después escuchar antes de articular tu visión”.

Una visión lograda tiene que ser atractiva para los diversos círculos de seguidores y partes interesadas. Lo que funciona con un grupo puede sentar mal a otro y, para ser sostenible, una visión lograda debe ser también un diagnóstico eficaz de la situación que afronta un grupo. Los dirigentes deben saber formular bien la pregunta antes de proponer respuestas. Para elegir metas y articularlas en una visión, deben no sólo solicitar aportaciones de sus seguidores, sino también entender el marco de sus opciones. Deben saber calibrar la realidad con precisión.

La audacia de una visión varía con el tipo de dirigente de que se trate. Los dirigentes de movimientos sociales pueden evocar visiones más amplias que los funcionarios públicos. El dirigente de un movimiento puede fomentar una visión que vaya muy adelantada respecto de sus seguidores, mientras que un primer ministro con múltiples objetivos y cometidos debe mantener un diálogo continuo con el público, que le impida dejar demasiado atrás a los ciudadanos. Después de que el ex Vicepresidente Al Gore perdió en su intento de obtener la presidencia en 2000, pasó a ser un dirigente del movimiento social de lucha contra el cambio climático y su estilo cambió de pragmático a inspirador y profético.

Los analistas juzgan la visión de un dirigente gubernamental en función de si crea un equilibrio sensato entre el realismo y el riesgo y si contrapesa los objetivos con las capacidades. Cualquiera puede confeccionar una lista de deseos, pero las visiones eficaces combinan las inspiraciones con la viabilidad.

Los críticos del ex Primer Ministro Tony Blair, por ejemplo, reconocieron que su capacidad para articular una visión era uno de sus mayores puntos fuertes como dirigente, pero se quejaron de su falta de atención a los detalles. Asimismo, dos presidentes de los Estados Unidos del siglo XX, Woodrow Wilson y George W. Bush, tuvieron gran capacidad para articular una ambiciosa visión de la política exterior, pero no para perfeccionarla y remodelarla cuando chocaron con dificultades para aplicarla. Los dos fomentaron la democracia, pero lo hicieron de un modo que provocó una violenta reacción en contra.

Desde luego, la prudencia no basta. A veces los dirigentes deben ampliar los limites del realismo para inspirar a sus seguidores y animarlos a hacer un mayor esfuerzo, como Winston Churchill en Gran Bretaña en 1940, pero, sin cierto grado de prudencia basada en la comprensión del marco circunstancial, las visiones pasan de grandiosas a grandilocuentes y socavan los valores que pretenden fomentar.

Como Franklin Roosevelt, quien actuó con mucha prudencia para intentar convencer a la opinión americana de que abandonara el aislacionismo en el decenio de 1930, Merkel ha actuado con prudencia para salvar el euro. Ha afrontado el escepticismo público ante la idea de utilizar fondos alemanes para rescatar la economía griega. Su coalición estaba dividida al respecto y su partido perdió elecciones regionales. Si hubiera actuado con mayor audacia, podría haber perdido incluso más apoyo, pero las medidas que aceptó aplicar resultaron insuficientes para tranquilizar a los mercados.

Sin embargo, al final de octubre, articuló por fin una visión del futuro de Europa que convenció al Bundestag alemán para que aprobara un plan de medidas a fin de salvar el euro. En los próximos meses sabremos si esperó demasiado y si su visión resultará convincente.

Joseph S. Nye Jr., ex Subsecretario de Defensa de los Estados Unidos, profesor en Harvard y autor de The Future of Power. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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