¿Sobrevivirán la UE y la OTAN?

En el 2005, la CIA publicó un pronóstico en el sentido de que en el plazo de los próximos quince años ya no existirán la Unión Europea ni la OTAN (a menos que se reformen drásticamente).

En su momento nadie prestó demasiada atención, en parte porque el historial de las dotes de la CIA en cuestión de pronósticos no ha sido especialmente digno de admiración. No pronosticó, por ejemplo, la caída de la Unión Soviética. No pronosticó la crisis económica mundial de 2008-2009 ni tampoco la pronosticó la mayoría de los economistas profesionales. ¿Qué razones dieron en su día? En primer lugar, que el Estado de bienestar se había encarecido excesivamente, lo cual es enteramente correcto. (Pero también se aplica al gasto estadounidense en materia de salud a pesar de que EE. UU. no es un Estado de bienestar). Sin embargo, como han demostrado Suecia y otros países, el Estado de bienestar se puede reformar y ser menos costoso, e indudablemente no fue tal la razón de la crisis europea de los últimos años.

En segundo lugar, la CIA dijo en el 2005 que el crecimiento económico en Alemania era tan bajo como para desalentar a las restantes economías europeas. También en este caso resulta difícil atribuir a este factor la recesión europea actual o su lenta recuperación. ¿Por qué es tan difícil pronosticar el rumbo de la economía?

Por el elevado número de elementos implicados. Algunos son de entrada impredecibles, otros no guardan relación con la economía, sino que son de orden político o psicológico. Cabe afirmar sin temor que si los bancos lanzan especulaciones desatinadas o imprudentes, algunos habrán de pagar por ello tarde o temprano. Sin embargo, puede suceder también que el proceso se desenvuelva de manera ordenada sin que necesariamente se desemboque en una quiebra del sistema. Claro que, asimismo, podría producirse una situación de pánico y carreras hacia los bancos, en cuyo caso todo es posible, incluida una caída generalizada. Y, por último, pronosticar es difícil pues casi todo depende de lo que hagan un gobierno o grupo de gobiernos con una crisis y nadie puede decir con certeza lo que harán.

En la actualidad, los principales economistas de Occidente están divididos en sus puntos de vista sobre el futuro de la zona euro yde la Unión Europea. Una mayoría parece creer en su supervivencia, simplemente porque la experiencia histórica enseña que una vez que ha nacido una determinada organización importante, seguirá existiendo incluso en una época de crisis, simplemente porque el cambio radical sería aún más costoso. También creen que, aunque se produjera la quiebra, no sería total. Actualmente se observa un consenso en el sentido de que resultó equivocado pensar que una unión económica y una moneda común pudieran existir en Europa sin mayor supervisión y regulación dejando, por ejemplo, que cada país decida el nivel de presión fiscal sobre la ciudadanía.

Hoy, los países europeos y sus gobiernos se sienten escasamente inclinados a renunciar a sus derechos soberanos para avanzar por esta senda. Pero cae perfectamente dentro de lo posible que, si la crisis se ahonda, se apreciará una mayor disposición al respecto, de modo que en una fecha futura pueda existir más inclinación a contar con una unión económica dotada de controles políticos mucho más estrictos a partir de una instancia central.

Igualmente resulta una posibilidad que la zona euro y la UE sobrevivan a la crisis actual, pero no a la siguiente. Todo lo cual demuestra lo difícil que es pronosticar.

Considérese, por ejemplo, el ejemplo de la OTAN, que en su reciente reunión en Lisboa adoptó una cifra no inferior a 52 resoluciones. La OTAN se constituyó en 1949 por la razón por las que suelen nacer las coaliciones, la existencia de un enemigo común. Pero, finalizada la guerra fría, ya no se cierne el peligro de una invasión. ¿Por qué debería sobrevivir la OTAN? La OTAN declaró literalmente en Lisboa que Rusia ya no constituye un peligro. La nueva doctrina estratégica de Rusia (2010) no va tan lejos. El ministro ruso de Asuntos Exteriores dijo que la OTAN ya no supone una amenaza, tan sólo un peligro; la diferencia no está muy clara, pero es evidente que quiso decir que es menos peligrosa. Los rusos están dispuestos incluso a participar en el escudo antimisiles de acuerdo con la OTAN. Están impacientes por disponer de un sistema de defensa conjunto rusoeuropeo, de preferencia sin el concurso de Estados Unidos pero, en caso necesario, juntamente con esta potencia.

Europa y Rusia hacen frente a peligros en común. Pero está claro que una OTAN del siglo XXI será muy distinta de la del siglo pasado. Aunque, desde luego, no cabe hablar aún de una gran confianza mutua. En efecto, muchos rusos creen que la ampliación de la OTAN hacia el Este representa una amenaza para Rusia aunque por ahora la idea de una nueva ampliación de la OTAN (Ucrania y Georgia) se ha desechado. Y Occidente no está tan seguro de que la actual disposición de Rusia a colaborar en temas de defensa vaya a durar siempre. Muchos rusos siguen creyendo que Occidente ha sido su enemigo durante mucho tiempo y en ningún caso se le puede otorgar plena confianza.

Pero este es un tema aparte y complicado al que me gustaría volver en otra ocasión.

Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.