Socialismo diferencial

Hasta dos y tres meses puede demorarse la investidura de un lehendakari en Euskadi. La legislación no prevé plazos y deja el procedimiento al albur del ritmo de los partidos en constituir la nueva cámara legislativa. Aunque la incertidumbre es la más fiel compañera del futuro, casi puede asegurarse que Patxi López será gobernador de los vascos y las vascas. De este modo, la democracia pone fin a tres décadas largas de dirección jeltzale en Vascongadas. No se elimina, no obstante, la sensibilidad nacionalista de la población o, por mejor decir, la sensibilidad hacia el hecho diferencial. Tal vez el socialismo vasco sea el hecho diferencial.

Entre el nacionalismo españolista y el nacionalismo regionalista hay un espacio intermedio, conformado alrededor del hecho diferencial. Es curioso lo que ocurre en política con las izquierdas y las derechas. Ni en Euskadi ni en Cataluña la derecha o los conservadores del PP tienen afinidad con las (que podríamos etiquetar como) derechas nacionalistas de CiU y PNV. Es cierto que Aznar se entendió en algún momento con CiU, pero siempre a nivel de España interesada por los catalanes, nunca en territorio de la propia comunidad autonóma. En ambas regiones diferenciales, por el contrario, la izquierda socialista ha tenido una comunicación más fluida, incluso relación de gobierno en Euskadi, con las derechas nacionalistas. Cierto es también que la relación socialismo-nacionalismo conservador en Cataluña ha sido menos potenciada, sencillamente porque ambas allí son competencia directa de gobierno. Ahora y desde hace algún tiempo también lo son en Euskadi, luego la comunicación con el PNV se resentirá nada más que por eso.

La tercera vía para que exista una alternativa sólida al nacionalismo en Euskadi es gestionar el hecho diferencial vasco. Hacerlo política y socialmente. El hecho diferencial tiene que ver con la cultura, con los modos pautados y recurrentes de pensar, sentir y actuar en una población. En Euskadi es la lengua y la identidad, pero también la fiscalidad y la economía que tienen un diseño diferencial en el seno de la España común. Eso cabe en la España de las autonomías. En definitiva, eso es la España de las autonomías.

El plus que propone el nacionalismo jeltzale sobre el socialismo vasco es el derecho a decidir, es decir, la autodeterminación. En realidad el planteamiento peneuvista es una falacia, puesto que el derecho a decidir ya existe en Euskadi. Con independencia del encaje constitucional del término, el Gobierno autonómico vasco decide sobre una buena mayoría de las cuestiones que afectan al ciudadano. Si decide el Gobierno vasco, está decidiendo el ciudadano autodeterminado. Hay que reconocer, por otra parte, que todavía existen un abanico de transferencias pendientes de ejecución. Y no permanecen pendientes tanto por una limitación de la capacidad vasca de decisión como por el resultado de las tensiones entre administraciones públicas en el reparto del poder y, en grandísima medida, del dinero público.

El vasco y la vasca de la calle son quienes han compuesto el puzzle del Parlamento de Euskadi para que haya una nueva ecuación de las mayorías y minorías de decisión. El éxito de un alcalde es gestionar y defender la realidad diferencial de su pueblo, haciéndolo progresar. De igual manera, el éxito de Patxi López dependerá de su capacidad para defender lo vasco. Lamentablemente para el ciudadano, el juego político no sólo versa sobre la defensa de los intereses diferenciales de la población, sino también sobre la pervivencia del grupo político en un estatus de poder. Y ahí se le van a enredar las cosas al futuro lehendakari socialista.

El primer director socialista para la orquesta de Euskadi tendrá complicado tocar la partitura del hecho diferencial. Arrancará la función con los votos populares en la investidura, pero gobernará en solitario. Si quiere imprimir progreso a Euskadi tendrá que ser diferente. Y si no, que mire lo que ha ocurrido en Galicia. El propósito de todo político que conquista un gobierno históricamente monopolizado por otra sensibilidad es lograr la segunda legislatura. Así calculan los estrategas de los partidos. La política socialista en Euskadi durante los próximos cuatro años distanciará a Patxi López de los populares. La prospectiva interna del PP está condicionada por la conciencia de que nunca gobernarán en Euskadi. A partir de esa conciencia, los populares pueden elegir un apoyo estable al PSE o garantizar la investidura de Patxi López para inmediatamente después descolgarse de los socialistas y negociar cada votación en el Parlamento. Por instinto elegirán lo segundo. Todavía no creo que tengan calibrado si les interesa más aparecer como un apoyo sólido del socialismo en Euskadi o caer en la tentación de dejar que Patxi López se ahogue en la matemática parlamentaria, enrojeciendo en el mapa español un fracaso autonómico socialista. Habrá que observar la dinámica.

En orden a planificar las estrategias, las calculadoras internas de los partidos políticos se estarán preguntado a costa de qué o de quién han obtenido sus votos y, sobre todo, de dónde pueden sacar más. En términos de votos, el socialismo ha crecido en Euskadi un poco menos de lo que ha perdido el PNV y casi el equivalente a lo que ha perdido el PP. Si los socialistas hubieran obtenido su resultado a costa del voto jeltzale la estrategia sería más sencilla. Querría decir que hay un trasvase de voto nacionalista moderado al socialismo. No puede asegurarse que esto haya sido así, de momento. Lo que aparece claro a la luz de los resultados es que algunos ciudadanos constitucionalistas, indecisos y previamente votantes del PP, son quienes han ejercido el voto útil hacia el socialismo. También que el socialismo ha recibido algunos (probablemente menos) votantes nacionalistas desencantados con el soberanismo de Ibarretxe. Los unos y los otros han puesto a Patxi López ante un desafío formidable.

El reto al que se enfrenta Patxi López y por extensión Zapatero es que Euskadi no sea como Galicia. Tal vez el socialismo no ha reeditado allí porque el Gobierno de Touriño no tenía política propia. Lo que cada vez quieren más los electorados son gobiernos que no les haga pupa y que propongan una diferencia de progreso respecto de las alternativas. La clave para el socialismo en Euskadi será desarrollar una política progresista sin complejos pero incardinada de hecho diferencial sin llegar a ser nacionalista. La cuadratura del círculo... que haciendo un gobierno de independientes, mucho me temo, no va a conseguirse. Los independientes, por definición, son indefinidos. El próximo lehendakari de Euskadi tiene que definirse y hacerlo de modo distinto al jeltzalismo orgánico o al nacionalismo centralista.

Si el socialismo vasco quiere aumentar su mayoría en Euskadi, tiene dos vectores estratégicos para desarrollarse: o pescar en el río nacionalista o laminar la base electoral del PP. El último de ellos no es demasiado posible y el primero tampoco si se practica una política que parezca nacionalista. La tercera vía es el camino, un socialismo de la diferencia, del hecho diferencial que haga encajar lo local en lo global, que desde un vasquismo no rupturista proyecte cada identidad de Euskadi en eso que se viene en llamar 'glocalización'.

Naturalmente, habrá muchas dificultades. Antes de mitad de legislatura el PP sufrirá las pulsiones internas para hacer fracasar al socialista, pero al socialista de La Moncloa. Es absurdo, pero así será. Entonces el PNV puede aproximarse a Patxi López como redentor, trasladando el mensaje de que sin la 'sensibilidad' de Sabin Etxea en la ecuación de Ajuria Enea no existe gobierno viable en Euskadi. Cuanto más genuinamente diferencial sea Patxi López, más ventaja competitiva acumulará.

Andrés Montero Gómez, director del Instituto Mogz de Ciencias del Comportamiento.