Socialistas que se hacen los tontos frente al separatismo

Los mismos que ahora explican la remodelación del Gobierno como una vuelta al PSOE son los responsables de la campaña el PSOE ha vuelto de hace años.

Incapaces de modificar gramática y vocabulario, entonces y ahora, hunden al partido usándolo como simple carcasa electoral. Con cambios cosméticos intentan parar la sangría de electores socialistas que no soportan más la trampa de que se les pida el voto para un fin y se haga lo contrario.

Por muchos kilómetros de falsificaciones, de faroleos del sanchismo mediático para modificar hechos, no se podrá enmascarar la evidencia. Pedro Sánchez ha condenado al Partido Socialista a una única opción de gobierno, la de la alianza con secesionistas y comunistas: 120 + 30 + 40 escaños. Esa es la realidad de la que escapan en masa electores que han comprendido, al fin, qué es el sanchismo.

Aún no habían tomado posesión los nuevos ministros y ya los aliados fatídicos, desde Cataluña y País Vasco, recordaban quién manda. “Ahora hablamos nosotros” les decían, haciendo referencia a los Presupuestos de 2022 que Europa exige con el objetivo de incorporar condiciones ineludibles.

No es fácil ocultar ese elefante con la campaña vuelta al PSOE. Los muertos no vuelven, salvo en forma zombi, como un Cid atado al caballo para lograr victorias milagrosas. Ese partido ya no existe, y los réditos electorales de una marca a la que han vaciado de contenido se están agotando.

Impresiona la última imagen del Comité Federal del PSOE, la exhibición de su irrelevancia. Sorprende que socialistas como Josep Borrell, Margarita Robles, José Bono o Abel Caballero, con conciencia exacta de la extrema gravedad para la democracia española de las cesiones al independentismo, banalicen la deriva actual del partido.

La filósofa alemana Hanna Arendt acuñó el concepto de banalización del mal a propósito de su experiencia personal de los años 30. Ante los malentendidos se vio obligada a explicar su significado: “No es banal en el sentido de algo corriente, sino como hacerse los distraídos ante hechos graves”.

Nunca ha sido una respuesta útil hacerse el tonto ante las catástrofes colectivas. Como advirtió Andrés Trapiello en la plaza de Colón, la actitud ante las transacciones de Pedro Sánchez “tiene consecuencias políticas y morales”.

Pocos como Borrell conocen los intentos del PSC por colonizar el PSOE para ponerlo al servicio de sus objetivos soberanistas en Cataluña. Me pregunto por qué líderes con una trayectoria constitucionalista impecable se aquietan cuando Sánchez, desde una lógica de poder personal, ha quemado las naves y ha convertido al partido en un PSC para toda España. En muleta de independentistas.

Que todo se hará dentro del perímetro constitucional es parte de la argumentación falaz con la que se pretende tranquilizar a los electores socialistas. Electores a los que se aplica el principio del efecto de la rana en la olla. Si ponemos una rana en una olla con agua caliente, saltará. Pero, si subimos la temperatura de manera gradual, se cocerá hasta morir.

¿Es posible un golpe contra la Constitución respetando sus mandatos? Si alguien tiene dudas, puede leer Cómo mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. O, si se prefieren explicaciones más directas, ahí está el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, para demostrar en un minuto cómo se puede superar el marco constitucional sin romper un huevo. “Paso a paso”.

Sobran ejemplos para quienes se aferran a eso de “cómo va el PSOE a saltarse la Constitución”. Cuando la Generalitat emplea dinero público para buscar apoyo internacional a su proyecto anticonstitucional utilizando las embajadas del procés socava nuestro Estado de derecho sin que se hayan producido cambios constitucionales. Como ocurre con la eliminación en la enseñanza de la lengua materna del 80% o del 55% de la población, según territorios. “Y por su propio bien” dicen. Pero hacerse el tonto no modifica los hechos.

Hay un ejemplo especialmente sangrante. En el apartado sobre seguridad y defensa del documento Transición nacional de Cataluña se puede leer que el control de las fronteras de la nueva república tendría dificultades iniciales de imposible solución. Pues bien, estos días hemos visto cómo la Guardia Civil ha recibido el encargo por parte del Gobierno de la formación de los Mossos para el control de la frontera marítima. Y lo decisivo no es que se sustituya policía nacional por policía autonómica, sino con qué fines. En Cataluña o en Navarra.

Robles, Bono, Borrell o Guillermo Fernández Vara (y otros) no ignoran las razones por las que consideran imprescindible la continuidad de Sánchez quienes se dedican a debilitar nuestra cohesión nacional. Está grabado en las investigaciones judiciales de los líderes del procés. Le quieren de presidente “aunque sea gratis”. Para hacer esto digerible se sitúa a los votantes socialistas, no ante el desafío del soberanismo, sino ante un supuesto conflicto entre la izquierda y la derecha. “O damos los indultos o viene la derecha”.

Lo confiesan sin complejos. Quienes se oponen a las concesiones a los proyectos de plurinacionalidad son conservadores, cuando no fachas, y los que apoyan la aventura de Sánchez, de izquierdas. Que líderes como Borrell se hagan los distraídos es determinante para que la falsificación cumpla su función. Para que la rana no salte de la olla.

Son los facilitadores políticos y mediáticos los que blanquean estos procesos con su banalización. Sin su charlatanería diaria, sus toneladas de bullshit, no se habría asentado en gran parte de la opinión pública española, especialmente del electorado socialista, la idea de inevitabilidad del proceso de plurinacionalidad.

Conscientes o no, cooperan con la estrategia subyacente de los secesionistas. Provocar un momento de irreversibilidad, a semejanza del brexit, para forzar la España plurinacional que persiguen. Los faroles a los que se refería la exconsejera fugada, Clara Ponsatí, para interpretar el golpe del 1-O a veces tienen éxito. Cuidado con quitar importancia a la amenaza que representa el sanchismo.

Lo que importa ahora es fortalecer una reacción nacional en defensa de nuestro sistema constitucional. Entender que Sánchez ha encadenado el PSOE a los comprometidos con la plurinacionalidad. Y no perder de vista que el presidente utiliza el marco izquierda-derecha para engañar al electorado socialista, inequívocamente constitucionalista.

Quienes, desde la defensa del sistema del 78, caen en la trampa de situar el debate en una fase más del bipartidismo, en una disputa entre conservadores y progresistas, refuerzan las prácticas falsificadoras del sanchismo. Hoy, el constitucionalismo está obligado a algo más que políticas partidarias.

Lo que está en juego es más básico. Cuando a Hanna Arendt le preguntaban por su experiencia en la Alemania de 1930, recordaba que para ella lo decisivo era que, si era atacada por ser judía, debía defenderse como judía. En la España del Gobierno sanchista, si te atacan por ser español, debes defenderte como español.

Cuando este PSOE es tratado por los soberanismos no como un socio, sino como una oportunidad, hacerse el tonto nos pone en peligro a todos.

Jesús Cuadrado Bausela es geógrafo, miembro de Ciudadanos y exportavoz de Desarrollo Rural del PSOE.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *