Sólo hay una alternativa al PNV en Euskadi

Es insólito que un partido como el PNV, que nunca ha conseguido la mayoría absoluta en unas elecciones vascas, haya gobernado la comunidad autónoma desde 1980. La única excepción es el periodo 2009-2012, cuando lo hizo el PSE (apoyado por el PP) en un contexto puntual marcado por la ilegalización de la izquierda aberzale.

Más insólito aún es el dominio del PNV en el territorio histórico de Bizkaia, donde se encuentra la sede central del partido. Territorio que el PNV controla sin interrupción desde el inicio del periodo democrático en 1979 gracias a sus resultados en las elecciones forales. En Bizkaia, el partido nacionalista tampoco ha conseguido nunca la mayoría absoluta, aunque sí los mejores resultados.

Esos resultados le han bastado para permanecer en el poder siempre, generalmente en coalición con el PSE. Partido al que se le ha concedido, como ocurre en el caso del Gobierno vasco, cierta parcela de gestión administrativa siempre alejada, eso sí, de su verdadero núcleo de decisión política (Hacienda, Cultura, Economía y Presidencia).

¿Es posible entonces una alternativa al PNV en las instituciones vascas?

La única alternativa posible es la que se empezó a bosquejar desde que la coalición EH-Bildu dio un giro pragmático en sus políticas a raíz de la desaparición de ETA en 2011.

La entrada en escena de Podemos también contribuyó a visualizar dicha alternativa. De hecho, la dirección de este partido en el País Vasco, tras los resultados electorales de las elecciones autonómicas de 2020, se mostró especialmente activa en este sentido.

La actual composición de la cámara vasca es la siguiente. De los 75 parlamentarios que la integran, el PNV tiene 31, EH Bildu 21, PSE-EE 10, Elkarrekin Podemos 6, PP más Ciudadanos otros 6 y Vox 1. El actual Gobierno de Iñigo Urkullu está sostenido por los parlamentarios del PNV y los del PSE-EE, una mayoría suficiente de 41 escaños.

Pero si EH-Bildu, PSE-EE y Elkarrekin Podemos unieran fuerzas, llegarían hasta los 37. Y la mayoría absoluta en el Parlamento vasco es de 38. Por un solo voto no hay ahora una alternativa en el Parlamento vasco.

Pero que no haya alternativa no significa que esta no sea posible. Porque nadie se imagina al PNV uniendo fuerzas con el único escaño de Vox para echar abajo un Gobierno de izquierdas. Y es que la legendaria capacidad del PNV para pactar con todo el arco parlamentario tiene su única excepción en los de Santiago Abascal.

La posibilidad de una alianza entre EH-Bildu, Elkarrekin Podemos y el PSE-EE tendría muchas justificaciones históricas y algún impedimento coyuntural.

Empecemos por las primeras.

De entrada, la propia EH Bildu es una coalición donde el núcleo duro de la izquierda abertzale (el partido Sortu) está acompañado por dos partidos de izquierdas.

Uno nacionalista, la declinante y casi agonizante Eusko Alkartasuna, sumida en una crisis de liderazgo de la que no acaba de salir.

Y otro no nacionalista, que es Alternatiba, representada en el Congreso de los Diputados por la sempiterna figura de Oskar Matute.

Este último coaligado nos informa de la existencia de una izquierda de ámbito español que desde el principio fue propensa a entenderse con todos los radicalismos nacionalistas.

Estamos hablando de partidos como el PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España), escisión del PCE de los años 80 con presencia en el País Vasco, algunos de cuyos militantes recabaron en Alternatiba, y que ya planteaba en su fundación la posibilidad de la autodeterminación de los distintos territorios del Estado español si así lo decidían estos.

Hay episodios propios de la España más carpetovetónica que ilustran esa alianza de intereses entre la izquierda más radical y el independentismo vasco de entonces, como el de un pueblo de Sevilla llamado Badolatosa donde pusieron a una barriada el nombre del líder aberzale Santiago Brouard, asesinado en 1984.

El nombre duró una década (luego lo sustituyeron por el del Che Guevara) durante la cual fue habitual la visita al pueblo de personajes señalados de la izquierda aberzale como Jon Idígoras, entre otros (este lo contó en su libro de memorias El hijo de Juanita Gerrikabeitia).

El alcalde de ese pueblo sevillano era el ya fallecido Juan Antonio Romero, apodado "El Comandante". Juan Antonio Romero era muy amigo de Antonio Romero, el conocido diputado de Izquierda Unida en el Congreso, que sin embargo no menciona en absoluto aquel episodio en sus memorias.

Aquel apoyo del comunismo andaluz al independentismo terrorista vasco removió algunas conciencias en la militancia local, que no obstante no dejó de apoyar al partido por eso. De hecho, hasta las municipales de 2015 no perdió la alcaldía, que pasó al PSOE.

En cuanto a Podemos, tras sus arrolladoras victorias en el ámbito vasco en las elecciones generales de 2015 y 2016 (en las que se situó como primera fuerza vasca, venciendo incluso al PNV y reduciendo drásticamente el rendimiento electoral de la izquierda aberzale), las trifulcas y los escándalos de sus dirigentes nacionales han provocado la progresiva pérdida de fuerza de su sucursal vasca.

Pero su conexión con el nacionalismo sigue viva. Recordemos que Podemos celebra también de modo muy activo el Aberri Eguna, una fiesta tradicional de uso exclusivo nacionalista.

Hay un detalle que no debemos olvidar. Sabemos que una de las enmiendas de EH Bildu a la Ley de Memoria Democrática que se tramita ahora en el Congreso contempla la extensión hasta 1983 de la investigación de violaciones de los derechos humanos por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Se dice que esa ampliación busca incluir el caso de Lasa y Zabala, asesinados precisamente en octubre de 1983 por los GAL.

A propósito de esto, no debemos olvidar un hecho significativo, y es que la hermana de uno de esos dos asesinados, concretamente la de Joxi Zabala, es Pili Zabala, que fue la candidata a lehendakari de Podemos en las elecciones autonómicas vascas de 2016.

Sus discretos resultados electorales, muy lejos de las expectativas del partido, unidos a una campaña en su contra por la compra de un chalet, hundieron su imagen pública, llevándola a anunciar su abandono de la política a la mitad de aquella legislatura.

¿Y qué decir que no sepamos del PSE-EE y su conexión con el nacionalismo radical? Ahí está la amistad reconocida y divulgada por tierra, mar y aire entre Arnaldo Otegi y Jesús Eguiguren, que durante doce años (2002-2014) fue presidente del PSE-EE, la federación vasca del PSOE.

Ambos dirigentes mantuvieron conversaciones secretas, de las que luego dieron cuenta, en un caserío de Elgoibar (Guipúzcoa) durante nada menos que once años, entre 2000 y 2011. Conversaciones que fueron engrasando la declaración del final de alto el fuego y posterior disolución de la banda terrorista ETA.

Eguiguren acudió en representación del PSE-EE a la Conferencia de Aiete de 17 de octubre de 2011, donde se puso alfombra roja a la declaración de disolución de ETA conocida tres días después. El propio Eguiguren siempre ha dicho que la izquierda aberzale acabará condenando a ETA. Cosa que, de momento, no ha ocurrido.

Con estos mimbres, a nadie mínimamente conocedor de la política vasca le debería extrañar la posibilidad de una coalición que planteara una alternativa al PNV en el País Vasco entre esos tres partidos.

Aunque los obstáculos para ello serían varios.

El primero y principal, el resultado de las próximas elecciones generales, previstas para 2023, que podrían reeditar la situación actual y donde el PNV resultaría necesario para apuntalar un Gobierno de izquierdas. Con un escenario como este, a nadie le interesaría descabalgar al PNV del Gobierno vasco.

Si esto no se produce y cambia el signo del Gobierno del Estado, como es más que previsible, habría que esperar al resultado de las propias elecciones autonómicas vascas, previstas para 2024. Si ahí dan los números, la cuestión a dilucidar sería quién encabezaría el posible Gobierno vasco.

Y si la fuerza mayoritaria es EH-Bildu, dado su pragmatismo de estos últimos años, es difícil que se lo jugaran todo a imponer la figura de Otegi en lugar de otra mucho más digerible por el resto de partidos coaligados.

Con ello, la posibilidad real de una alternativa en el País Vasco al PNV quedaría despejada.

Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.

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