Soluciones globales a los problemas de la globalización

Estas últimas décadas de globalización e innovación trajeron el progreso más veloz que haya conocido el mundo: se redujo la pobreza; aumentó la expectativa de vida; se creó riqueza en una escala que nuestros ancestros no hubieran podido imaginar. Pero no todo son buenas noticias: hoy los logros de la globalización están en riesgo.

El mundo se benefició con la globalización, pero al mismo tiempo no supo manejar las complicaciones derivadas de la mayor integración de las sociedades, de las economías y de la infraestructura de la vida moderna. Quedamos expuestos a peligrosos riesgos sistémicos que trascienden las fronteras.

Son amenazas que se derraman a través de los límites nacionales y de las líneas tradicionales de división entre industrias y organizaciones. La integración del sistema financiero propaga las crisis económicas; el transporte aéreo internacional esparce las pandemias; la red informática interconectada crea abundantes oportunidades para el ciberdelito; los yihadistas de Medio Oriente usan Internet para reclutar jóvenes europeos; suben los niveles de vida, y con ellos, la emisión de gases de efecto invernadero, lo que acelera el cambio climático.

Un subproducto de la globalización es que la misma crisis que ayer ardía en un lugar y se apagaba poco después hoy puede ser la chispa que inicie un incendio internacional. Una pandemia, una inundación o un ciberataque en la City londinense o en Wall Street pueden hundir al mundo en un caos financiero.

Para mantener los logros de la globalización, es necesario que los países acepten una responsabilidad compartida por el manejo de los riesgos que engendró. Ningún gobierno nacional (tanto si es poderoso, como los de Estados Unidos y China, o débil, como los de Irak y Liberia) podrá resolver solo estos desafíos complejos e interrelacionados.

Aunque los riesgos emanados de la globalización que exigen una respuesta verdaderamente global son relativamente pocos, son por definición riesgos que trascienden la nación‑Estado; de modo que no tendrán solución eficaz sin una acción coordinada. La naturaleza de la respuesta debe estar a la altura de la amenaza.

En el caso de las pandemias, la clave está en sostener a los países donde se produzcan brotes y ayudar a los que corran más riesgo de infección. Peligros que abarcan todo el mundo, como el cambio climático o una nueva crisis financiera, tal vez demandarán la cooperación de decenas de países y un amplio espectro de instituciones. Casi siempre se necesitará el esfuerzo de la comunidad internacional.

Una característica importante de los riesgos de un mundo globalizado es que suelen agravarse con el tiempo. Por eso, que un hecho aislado se convierta en una amenaza global puede depender de la rapidez con que se lo identifique y de la eficacia de la respuesta. Basta pensar en el ascenso del Estado Islámico, el brote del ébola, la lucha contra el cambio climático o el contagio financiero de 2008 para ver lo que sucede cuando un peligro pasa demasiado tiempo inadvertido o sin que se le dé una respuesta coordinada y correcta.

Y sin embargo, justo cuando más se necesitan instituciones regionales e internacionales sólidas, menos apoyo tienen. Cada vez más ciudadanos de Europa, Norteamérica y Medio Oriente culpan a la globalización por el desempleo, el aumento de la desigualdad, las pandemias y el terrorismo, y consideran que el aumento de la integración, la apertura y la innovación es más una amenaza que una oportunidad.

Esto crea un círculo vicioso. Los temores del electorado se manifiestan en su creciente apoyo a partidos políticos que piden más proteccionismo, menos inmigración y más control nacional de los mercados. Los gobiernos de Europa, Norteamérica, Asia y Oceanía están adoptando puntos de vista cada vez más provincianos, y privan a los organismos regionales e internacionales de la financiación, la credibilidad y el poder de liderazgo que necesitan para implementar una respuesta apropiada a los desafíos de la globalización.

Aunque en lo inmediato puedan evadir sus responsabilidades globales, los países no podrán tener a raya las amenazas transfronterizas para siempre. Los peligros endémicos de un mundo globalizado no dejarán de crecer a menos que se los enfrente. Los riesgos que plantea el Estado Islámico, el ébola, la crisis financiera, el cambio climático o el aumento de la desigualdad exigen abandonar el cortoplacismo político, o todos lo lamentaremos.

Ian Goldin, Director of the Oxford Martin School, Professor of Globalization and Development at the University of Oxford, and Vice-Chair of the Oxford Martin Commission for Future Generations, is the co-author of The Butterfly Defect: How Globalization Creates Systemic Risks, and What to Do about It. Traducción: Esteban Flamini.

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