Sostenibilidad y humanismo en sanidad

Todo empezó hace 2.500 años con Hipócrates y su Escuela de Cos. Con ella, se pasa de considerar las prácticas esotéricas –la magia, la superstición y los dioses– como causas de los males que aquejaban al hombre, a que el problema, la enfermedad, encuentre su origen en una reacción del cuerpo frente a un desequilibrio de las fuerzas interiores cuyo motivo había que conocer para poder curar. Con Hipócrates, se humaniza la Medicina y se inicia la anamnesis, entendida como el acto médico para conocer los antecedentes y entender lo que le pasa al paciente, lo que supone el punto de partida para la base de la relación entre los médicos y los pacientes, desde entonces hasta ahora, la cual se caracteriza porque necesita tiempo para que fragüe la relación de confianza.

Todos los estudios de todas las épocas, a partir de entonces, han evolucionado en la ciencia y en la técnica, pero no en el Arte de la Medicina, y prueba de ello es que siguen vigentes, 25 siglos después, valores tan básicos para cualquier profesional como el Juramente Hipocrático, o principios como el que «lo primero es no hacer daño». Durante 2.500 años la relación médico-paciente se ha visto imbuida en un paternalismo verdadero porque realmente la figura del médico para el paciente seguía el principio elemental del cuidado diligente que debe de tener el padre con sus hijos, porque esto es la vocación médica; el servicio a los demás, el humanismo entendido como el comportamiento que antepone al ser humano por delante de cualquier cosa y viene caracterizado por los valores de la bondad y la compasión.

Pero ese humanismo en el quehacer médico, empezó a quebrarse hace 30 años, fruto, entre otras cosas, de la revolución tecnológica que se ha producido, la cual nos ha acabado llevando a renegar de la relación natural médico-paciente para ir transformándola, casi, en una relación proveedor-cliente, produciendo con ello, y de forma inexorable, la deshumanización de la Medicina. En 30 años, gracias a la evolución tecnológica, a la innovación terapéutica de la farmacología, hemos conseguido incrementar la esperanza de vida hasta medias insospechadas de manera fulgurante y han aparecido de repente problemas relacionados con el sobrecoste económico de ese éxito debido al crecimiento, también vertiginoso, de la cronicidad y de la dependencia, porque antes los pacientes se morían de enfermedades a las que hoy, afortunadamente sobreviven. Todo esto ha generado el debate de la sostenibilidad del sistema. Debate, en realidad, estéril, a día de hoy, porque ya sabemos que no existe financiación suficiente para cubrir todas las demandas sociales de la población y que en la búsqueda de métodos para tratar de ser lo más eficientes posibles hemos perdido el foco de lo que en realidad es lo más importante y posiblemente lo más barato; el que los profesionales tengan tiempo para atender a los pacientes y puedan ganarse su confianza. Un paciente que tenga un profesional en el que confíe a la larga genera menos gasto que un paciente que no lo tenga, porque es verdad que la somatización es causa determinante de las enfermedades y de su evolución y debe de afrontarse desde un punto de vista humano, no técnico.

La evolución de la ciencia y de la técnica ha hecho que ahora no sólo no se tenga en cuenta la relación médico-enfermo, ni siquiera ya la relación con un proceso, sino ha dado pie a la superespecialización y con ello a que los médicos lo sean de órganos, produciendo la necesidad de que para poder valorar al enfermo sea necesario recurrir a la concurrencia de varios profesionales sin que ninguno lleve la bandera que representa la confianza del paciente y produciendo una frustración en la vocación del profesional.

Pero no solo ha sido la evolución de la ciencia y la tecnología médica la causante la deshumanización de la Medicina. Sin duda, la evolución de las tecnologías de la información contribuyen a que el paciente este más informado que nunca y pretenda, en ocasiones, saber más que el profesional exigiendo lo último y lo más novedoso. En un entorno en el que parece que el individuo debe tener acceso gratuito a todo lo que implique asistencia sanitaria, le hace merecedor de unos supuestos derechos que contribuyen a poner en guardia al profesional, el cual ya no es quien dirige la evolución del proceso sino que está mediatizado por la responsabilidad profesional que se puede generar por el incumplimiento de expectativas. Y con ello surge la burocracia legal y administrativa, imprescindible de cara a garantizar esos derechos de los pacientes pero, sin duda, protagonista de la modificación de los hábitos de los profesionales más preocupados en la regulación de su actividad que en conseguir ganarse la confianza del paciente.

Para plantear la humanización de la Medicina es preciso analizar las causas que produjeron su deshumanización, porque la Medicina, en origen, es inseparable del humanismo. Deberíamos de dar un paso atrás a fin de tomar distancia y reflexionar sobre cómo es posible combinar lo bueno que ha aportado los avances de la tecnología y de la ciencia con recuperar la esencia del acto médico como base y punto de partida de la relación con el enfermo. Por supuesto que hay que contar con el paciente y hacerle partícipe de su proceso, pero hay que empezar por dar más tiempo a los profesionales para que puedan ganarse su confianza. Tendremos médicos más implicados, menos frustrados y posiblemente todo nos salga mucho más barato a todos.

Juan Abarca Cidón, presidente de HM Hospitales.

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