Soy César Carballo, soy todólogo y estoy orgulloso

Es curioso. En estos tiempos de redes sociales (concretamente, Twitter) en los que basta escribir unas palabras en el móvil y darle a "enviar" para insultar, he tenido un coro de odiadores que intentaban hacerlo conmigo llamándome "todólogo".

Multitud de memes a mi costa han versado sobre el tema. Da igual de qué vaya mi tuit. Enseguida aparece una ristra de perfiles (muchos de ellos, troles) en los que esa palabra, "todólogo", o sus derivadas aparecen repetidas.

Incluso se ha hecho un anuncio de chocolate utilizándola (me quedé estupefacto y me hizo gracia cuando lo vi).

Una buena amiga me aconsejó en la última cena que compartimos, no sé si en broma o en serio, que la registrara. Contrariamente a la intención de estos sujetos, cada vez que leo esa palabra asociada a mi nombre tengo la sensación de que estoy haciendo algo bien. La RAE define todólogo como "la persona que cree saber y dominar varias especialidades".

Soy un orgulloso urgenciólogo. La RAE también tiene una definición para esta palabra: especialista en la atención hospitalaria en Urgencias. Además, mi otra especialidad es Medicina Familiar y Comunitaria.

Ambas especialidades abarcan conocimientos muy diversos. Podemos atender patologías que abarcan todos los órganos y sistemas. Los pacientes acuden a nosotros relatando síntomas en ojos, oídos, corazón, pulmones, riñón, órganos sexuales, traumatismos, heridas o accidentes de tráfico. Incluso somos los encargados de atender grandes catástrofes, como la que vivimos por desgracia en Madrid aquel triste 11 de marzo.

Todas estas patologías se integran en el día a día de unos especialistas en todo: los nuevos todólogos. Si alguna palabra nos define es esta. Atendemos en la calle, en supermercados, en el metro, en los propios domicilios y, por supuesto, en hospitales y centros de salud. Somos la base del sistema sanitario.

Si alguna evidencia nos han dejado estos casi tres años de pandemia es que nuestro Sistema Nacional de Salud no era tan fuerte como nuestros políticos presumían. La base del sistema ha colapsado y llevamos varios años con graves carencias en Atención Primaria que, por desgracia, estamos empezando a ver también en Urgencias.

El paciente sufre una grave crisis de confianza en su "médico de siempre" y va donde siente que le pueden resolver su problema, aunque entienda que este no es urgente y que podría ser resuelto en su centro de salud. Esto, a su vez, colapsa los servicios de Urgencias, que cada vez tienen que derivar más recursos y atender patologías que deberían ser atendidas en una Atención Primaria que no da abasto.

No es culpa de los pacientes. Muchos de ellos vienen con el mensaje claro: "Doctor, sé que esto no es urgente, pero en mi centro de salud me dan cita para dentro de diez días, y yo no puedo estar así diez días". Tampoco es culpa de los profesionales que trabajan en los centros de salud, con agendas cada vez más repletas, lejos de los cinco minutos por paciente que se reclaman desde hace años.

Nuestro sistema de salud tiene grandes superespecialistas capaces de codearse con los mejores del mundo. Pero hemos abandonado desde hace décadas un sistema que nos aseguraba un correcto seguimiento de patologías básicas como la hipertensión, la diabetes o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Un sistema que, además, servía de cribado y diagnóstico precoz de patologías como cáncer de mama, de colon, etcétera.

Esa base del sistema, tan necesaria, la forman las especialidades de Atención Primaria y Urgencias (esta última, sin especialidad todavía). Hemos invertido en grandes hospitales y superespecialistas. Si preguntamos a nuestros jóvenes estudiantes de Medicina por la especialidad que escogerán en el futuro, muchos dirán Cirugía, Dermatología, Cardiología, Radiología. Pero pocos dirán Atención Primaria.

Y, como no les dejamos, tampoco pueden ser urgenciólogos.

Hemos desincentivado el interés de nuestros médicos por especialidades cruciales que conseguían un manejo de las patologías básicas impidiendo y retrasando patologías más graves, que permitían hacer diagnósticos precoces que aseguraban la supervivencia con buena calidad de vida o la remisión completa de cánceres de todo tipo. Consiguiendo, además, que los ciudadanos se sintieran bien tratados por aquella o aquel al que siempre habían llamado "su" médico.

La última y devastadora noticia que apoya lo que digo es que  en la convocatoria de plazas para médicos residentes (MIR) de este año han quedado desiertas más de 200 plazas de médico de Primaria. Y, para agravar esta situación, durante los próximos diez años se jubilaran más de 80.000 médicos en nuestro país, lo que supone uno de cada tres facultativos en activo.

Ya sabemos, además, que con las plazas MIR convocadas, esos médicos no van a poder ser repuestos. Sabemos que tendremos que buscar médicos en otros países, seguramente con peor formación que la que se ofrece en nuestro país. Este problema se agrava en Atención Primaria y Urgencias, con unas condiciones de trabajo cada vez peores, y con unos contratos de trabajo cada vez más precarios.

Esto se venía venir desde hace años. La cuestión es por qué nadie ha tomado cartas en el asunto. Pero esto da para otro artículo.

O intervenimos ya incentivando estas especialidades, mejorando sus condiciones de trabajo, invirtiendo en una mayor formación complementaria y ofreciendo contratos dignos, sumado a la creación de la especialidad de Urgencias y, a medio plazo, a la propuesta de un nuevo modelo de Sanidad, o vamos a sufrir una crisis sanitaria sin precedentes durante los próximos diez años.

Necesitamos todólogos para que nos cuiden en un futuro muy próximo. Pero, o cuidamos también nosotros de ellos, o el futuro de nuestro sistema sanitario a corto, medio y largo plazo se antoja complicado.

Ser todólogo en nuestro país debería estar valorado, reconocido e incentivado. Sin embargo, no se cumple ninguna de estas premisas. Pese a lo cual, muchos estamos orgullosos de serlo.

Así que sigan llamándome todólogo. Se lo agradezco.

César Carballo es médico, emergenciólogo y comunicador sanitario, y adjunto del servicio de urgencias del Hospital Universitario Ramón y Cajal.

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