Soy viejo y hago lo que quiero

Carmen no quiere eufemismos. Cada vez que escucha expresiones como persona mayor, persona de edad, persona en la tercera o cuarta edad o adulto mayor se subleva con una vehemencia inimaginable a sus 87 años. “Somos viejos, o ancianos, o abuelos, si quieres. No hay nada malo en llamar a las cosas por su nombre”. A Carmen no le ofende que la llamen vieja; sabe que lo es y lleva con orgullo el privilegio de su edad. “Porque lo importante no son los años sino estar sano y seguir haciendo lo que a uno le gusta hacer”, concluye.

Envejecer es un proceso natural, pero envejecer saludablemente supone pasar a la acción. Así lo considera al menos la Organización Mundial de la Salud que, al declarar 2020-2030 como la Década del Envejecimiento Saludable, señala que no se trata tanto de llegar a la vejez libre de enfermedades sino de “fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez”. Es decir, “ser capaz de hacer durante el máximo tiempo posible las cosas a las que damos valor”.

Vivir en la vejez sin padecer algún tipo de enfermedad es posible, aunque no es lo habitual. Desde una perspectiva biológica el envejecimiento implica una reducción progresiva de las capacidades físicas y mentales, lo que se traduce en un aumento del riesgo de desarrollar enfermedades crónicas. En los últimos años, debido a cambios en la alimentación, a la polución o a hábitos de vida poco saludables, entre otros aspectos, ha aumentado la prevalencia de las enfermedades crónicas. En América Latina y el Caribe, por ejemplo, las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad y morbilidad entre los mayores de 60 años. En México, la diabetes y la artritis se encuentran entre los principales determinantes de la dependencia futura.

Se considera que una persona tiene dependencia cuando no puede realizar al menos una actividad básica de la vida diaria, como bañarse, alimentarse o moverse libremente en una habitación. Esta es una situación en la que se prevé que se encuentren a mediados de este siglo más de 27 millones de latinoamericanos mayores de 60 años, es decir, un buen número de quienes hoy superan los 30 años.

Para evitar llegar a esa situación lo fundamental es llevar una vida saludable desde los años jóvenes. Hoy sabemos que hay cuatro factores de riesgo, todos ellos modificables con nuestra conducta, que determinan el desarrollo de enfermedades crónicas del estilo de la diabetes, las complicaciones cardiovasculares o el cáncer: el uso del tabaco, el consumo excesivo de alcohol, la alimentación no saludable y el sedentarismo. La participación en actividades intelectuales, además, permite mantener las funciones cognitivas a medida que envejecemos y una vida social activa está ligada al bienestar subjetivo, que contribuye igualmente al envejecimiento saludable.

Sin embargo, a pesar de que tomemos todas estas medidas, es probable que llegue el momento en que necesitemos algún tipo de apoyo, porque la probabilidad de tener dependencia aumenta con la edad. Una vida saludable puede prevenir el desarrollo de enfermedades crónicas a los sesenta o setenta años, pero a los ochenta o noventa es posible que surja alguna enfermedad. Incluso para quienes se mantienen libres de dolencias es de esperarse que requieran la asistencia de otras personas no solo para sobrevivir y realizar actividades básicas de la vida diaria, sino para hacer las cosas que quieren o suelen hacer.

Es aquí donde cobran importancia los servicios de apoyo a la autonomía y la atención a la dependencia implicando, más que servicios de cuidado, ofrecer el soporte necesario para que podamos seguir haciendo lo que valoramos. Es algo que deben tener en cuenta los poderes públicos, que están obligados a fomentar el envejecimiento saludable con sus políticas, servicios, entornos y estructuras y, además, a dar respuesta a una demanda creciente de servicios de atención a la dependencia.

El contexto actual y las previsiones de envejecimiento en América Latina y el Caribe hacen necesario dar protagonismo a este tema. Para contribuir a que esta región se prepare para hacer frente a los múltiples desafíos del envejecimiento el Banco Interamericano de Desarrollo mantiene el Panorama de Envejecimiento y Atención a la Dependencia, un portal centrado en informar sobre las condiciones de salud y las necesidades presentes y futuras de servicios de apoyo para los adultos mayores. La última publicación, Envejecer con cuidado, explica por qué y cómo deben responder los países para crear sistemas de apoyo que permitan un envejecimiento saludable. Una forma de que ancianos como Carmen puedan seguir haciendo lo que quieren, sin que importe su edad.

Pablo Ibarrarán es especialista líder en la división de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.

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