Sumar o dividir, esa es la cuestión

La regla de sumar o dividir opera en los sistemas electorales cuando en cada fracción ideológica hay dos o más opciones. Y esa norma sirve sobre todo, como así ha sido, cuando el sistema proporcional se aplica a múltiples circunscripciones, con dos partidos con opciones de formar gobierno o convertirse en oposición. Y así ha funcionado en la práctica totalidad de las elecciones habidas en España. Cuando izquierda y derecha se presentan con muchas ofertas la aritmética se traslada de la resta a la división, y el resultado es catastrófico para el que presenta más divisores en forma de partidos. La izquierda tuvo en Podemos su experiencia más cercana; dividió el voto y perdieron escaños. Ahora todo apunta a que la transferencia de voto de vuelta al PSOE va a serle muy beneficiosa a Sánchez. Al otro lado, la derecha ya sufrió ese desgaste en capitales y autonomías y parece que ahora va a ocurrir en las generales.

Lo complicado es explicar a cada votante que para cada elección el voto funciona de forma diferente cuando la oferta es variada. En las elecciones del próximo abril no ganarán las ideas, pues estas ya han ganado; ganarán las insoslayables reglas aritméticas. Por eso Sánchez adelantó las elecciones al comprobar que con Vox se dio el vuelco electoral en Andalucía, consciente de que los restos operan en función del número de diputados a elegir. Un ejemplo: Huelva elige once escaños en el Parlamento andaluz y cinco en el Congreso. Donde hay restos que suman para Andalucía, hay restos que dividen para España. Mismo elector y mismo cuerpo electoral, distinto resultado.

España va a votar igual que en 2011. PP, Ciudadanos y Vox van a sumar el mismo número de votos que los populares en aquellas elecciones. Los mismos votos pero fragmentados en tres partidos. PSOE y Podemos más IU exactamente igual que aquel PSOE de Zapatero/Rubalcaba, esta vez en dos. La coyuntura es la siguiente: el voto al PP de hace cuatro años difunimándose hacia Cs y Vox; el voto al PSOE recibiendo los votos que perdió estos últimos años. Rajoy gobernó con autonomías y capitales gobernadas por la izquierda desde mayo del 2015. Con esta aritmética la división puede hacer que sea Sánchez el que gobierne a partir de abril cuando en mayo las capitales y autonomías podrían volver a manos del centro-derecha. Es decir, pese a que la mayoría social española votara a favor de un cambio de rumbo en La Moncloa, la división del centro-derecha puede dar como resultado que la actual izquierda pueda seguir gobernando. Y todo ello aunque estén en juego, de manera crítica y agónica, la complicada situación en Cataluña, la crisis económica, el sectarismo, la falta de proyecto nacional, las pensiones, la sanidad y educación, Europa, el paro, la competitividad de nuestras empresas, las exportaciones, las infraestructuras o la confianza del ciudadano/consumidor.

De Andalucía, la región más poblada, podemos extraer dos ejemplos. El PP 33 diputados en el Congreso en 2011; ahora puede que solo consiga 15 y que Cs se haga con 11 y Vox con 5. El centro-derecha, con los mismos votos, puede perder en abril de 2019 dos escaños en la Cámara Baja. Paralelamente, la izquierda con menos votos va a ganar esos escaños. Y en el Senado el PP podría perder 18 senadores, que los puede a ganar el PSOE. Esta tremenda situación se dará pese a que el bloque de centro-derecha aventaje a la izquierda por más de 50.000 votos en Andalucía.

Cataluña y el País Vasco no cuentan en esta regla porque estos territorios siguen una dinámica diferente: nacionalistas versus constitucionalistas. Y el número de diputados del País Vasco, por ejemplo, es de poca importancia pues solo el PNV ejerce su influencia cuando los grandes partidos en el resto de España no alcanzan mayorías absolutas. En Galicia tampoco regirá esta regla porque el PP sigue siendo allí muy fuerte.

En Madrid, Valencia y Alicante o Zaragoza el número de escaños puede permitir amortiguar la división del centro-derecha, pero en el resto de Aragón y en Castellón no la soportarán, como también puede ocurrir en las provincias más pequeñas de las dos Castillas. Y en todas ellas, Madrid, Comunidad Valenciana, Aragón, las dos Castillas, Canarias o Baleares el PP perdería decenas de senadores en favor del PSOE. Recordemos que el Senado es la Cámara que pone en funcionamiento del artículo 155 de la Constitución y, según los sondeos, parece que Sánchez puede gobernar hipotecado por los nacionalistas.

Ante este panorama, Pablo Casado ha de ser el presidente del Gobierno, lo quiero así porque creo en el PP y porque creo en España. No voy a extenderme en este argumento porque soy parcial en ambos casos y pretendo un artículo objetivo y científico. El debate político, ideólogico y electoral ya está substanciado. El camino es inexorable. Los partidos de centro-derecha y, sus electores, hemos de ser conscientes que dos más dos en elecciones no son cuatro. No pretendo que nadie retire su legítima expectativa y visión de España. Creo que se pueden llegar a acuerdos y compromisos en aras del futuro de la Nación, porque estamos en horas decisivas. Cada país tiene su sistema electoral, en el nuestro prima el bipartidismo. No hay más opción. Meter el océano en un cubo de agua es imposible. El océano de necesidad de cambio y de un Gobierno de verdad para España pasa por el cubo del sistema proporcional fraccionado en 50 circunscripciones, de toda una inmensa variedad en cuanto al número de diputados, de 2 a 37, incluidas Ceuta y Melilla con un diputado cada una de ellas hasta los 350.

Estos es lo que hay. O Pablo Casado o Pedro Sánchez y su batiburrillo independentista, filoetarra y populista radical. Depende de cada elector de centro, centro-derecha y derecha en cada circunscripción. El 28 de abril hay que hacerse dos preguntas: ¿cuántos diputados tiene mi provincia? y, en función del número, ¿a quién he de votar para que se produzca el cambio de Gobierno?

El año 2000 forjó la gran mayoría del centro-derecha español revalidando la continuidad del PP y sus políticas. El año 2011 un unánime sentido de vuelta a la normalidad, tras el zapaterismo, volvió a darle a los populares una nueva mayoría. Se han dado circunstancias de todo tipo y volver sobre ellas solo conduce a la melancolía pues aquellas mayorías se han fraccionado en tres opciones políticas. Y de las tres depende ahora asumir que vienen del mismo sitio y que las reglas electorales son las que, de manera inexorable, van a marcar el futuro de España. Sabemos cuáles son las ideas y las esperanzas; la aritmética marcará que se puedan aplicar o que todo se quede en una aspiración frustrada.

El 28 de abril en cada provincia de España los partidos de centro-derecha van a obtener en su suma la misma cantidad de votos que el PP en 2011, en aquella mayoría absoluta. Y esa mayoría solvente se pone en riesgo por la división en tres formaciones. Hay margen para que las tres opciones, con estrategia aritmética, obtengan mayoría absoluta parlamentaria.

Francisco Camps fue presidente de la Comunidad Valenciana.

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