Superar el olvido

Ayer falleció Carlos Castilla del Pino. Nacido en San Roque (Cádiz) en 1922, Carlos Castilla del Pino estudió Medicina en Madrid, donde fue interno de Psiquiatría en el Hospital Provincial entre 1943 y 1946, bajo la dirección del profesor López Ibor. Su primer interés fue la neurología y la histología del sistema nervioso y colaboró en el Instituto Cajal de Madrid alentado como muchos de los neurocientíficos españoles por la admiración que siempre sintió hacia ese gran sabio español. Su tesis doctoral en 1947 cabalgó entre la Fisiología y la Anatomía de la percepción óptica, aunque durante su realización se interesó ya por las alteraciones de ese tipo en las esquizofrenias. En 1949 obtuvo por oposición la plaza de jefe de los Servicios Provinciales de Psiquiatría e Higiene Mental de Córdoba, que dirigió hasta su jubilación en 1987.

Trabajando en Madrid había contactado, entre otros, con Luis Martín Santos y Félix Letemendía y con intelectuales progresistas como Juan Benet, Javier Pradera y Aranguren, afiliándose al cabo de unos años, y por poco tiempo, al Partido Comunista Español. Según cuenta en una entrevista (Miguel Mora, 'El País', noviembre de 2004) se alejó del Partido Comunista, porque era «más bien un francotirador». Ello no impidió que participara en numerosos actos políticos en España, entre otros, en conferencias multitudinarias con los estudiantes universitarios de distintas ciudades, que le dieron un perfil mítico y le crearon no pocos problemas con el Gobierno de la Dictadura. Tuvo un éxito notorio con su libro 'Psicoanálisis y Marxismo', en el que insistió en la importancia de la antropología, la sociología general y la economía como determinantes fundamentales de la Historia.

Entre 1952 y 1969 realizó en cuatro ocasiones oposiciones a cátedra de Psiquiatría (en una de las ocasiones junto a Luis Martín Santos), pero no la obtuvo, pese a su brillantez, al ser considerado persona non grata por el régimen franquista. No fue sino tres años antes de su jubilación cuando fue nombrado por decreto, ya durante el régimen democrático, junto a otros intelectuales marginados, catedrático de Psiquiatría. Pese a los impedimentos que se le pusieron (y en parte gracias a ellos), su magisterio desde el modesto servicio de Córdoba fue impresionante y fueron muy numerosos los psiquiatras españoles que se formaron a su lado. Incluso personas ajenas a la psiquiatría (como Alfonso Guerra), acudían a los seminarios que allí desarrollaba, y que se convirtieron en un foco intelectual potente.
Fue 'Un estudio sobre la depresión' el libro que le hizo ser conocido entre los intelectuales españoles, y sus siguientes obras, 'Fundamentos de Antropología dialéctica', 'La incomunicación', 'Cuatro estudios sobre la mujer', 'Sexualidad y represión', fueron un referente indiscutible de la cultura progresista durante la Dictadura. Más tardíos fueron sus estudios más directamente psiquiátricos como 'El discurso de la mentira', 'De la identidad', 'Hermenéutica del lenguaje', o su obra de madurez 'Psico(patología', en la que desarrolla sus concepciones teóricas. En 1997 publicó el primer tomo de su biografía, 'Pretérito imperfecto. Autobiografía (1922-1949)' y en 2004 el segundo tomo, 'Casa del Olivo. Autobiografía (1949-2003)', que fueron el colofón de su obra y le merecieron un sillón en la Real Academia de la Lengua Española.

En sus autobiografías contó con una pluma magistral y de forma descarnada sus experiencias infantiles durante la Guerra Civil española, en la que le tocó vivir en el bando franquista. Narró también con ecuanimidad sus posteriores actividades médicas, literarias y políticas, en páginas que constituyen uno de los mejores testimonios de esa convulsa época española.

Su vida familiar fue truncada por la muerte en circunstancias trágicas de cinco de sus siete hijos y la separación de su primera mujer, en parte consecuencia de esas tragedias. En una entrevista de Arcadi Espada ('El País Semanal', septiembre de 2002), se refirió a esas tragedias con una sinceridad que criticaron algunos intelectuales. Castilla reconoce su «incompetencia como padre y educador». Cuenta que sobrevivió a la pena refugiándose en el trabajo, en su «proyecto de vida», que aprendió a perseguir con pasión, siguiendo las directrices de la Institución Libre de Enseñanza, «que nos enseñaba a buscar siempre la línea recta: vaya hasta donde pueda ir», «llega a ser el que eres». «Todas las muertes de mis hijos me causaron un gran pesar, pero no impidieron mi proyecto de vida (...) lo que impidió realmente mi proyecto de vida fue no lograr la cátedra».

Durante mi adolescencia la figura de Castilla y sus obras fueron claves para que me decidiera a estudiar Psiquiatría. Le conocí ya terminada la especialidad y me distinguió siempre con su consideración y sobre todo, con su afecto. Me costaba tratarle de tú como a todos los que fueron mis maestros, como Ajuriaguerra o Bustamante, quienes a su vez le respetaban mucho científicamente. De inteligencia privilegiada, y con textura física sólida, su bella cabeza enmarcada por melenas y barba era un prodigio de fuerza y expresión. De temperamento vivo, podía ser irritable y antipático, pero rectificaba si era necesario y era generoso y, a veces, cálido. Recuerdo con emoción la visita al Museo de Bellas Artes de Viena donde admiré su prodigiosa cultura; los encuentros en Córdoba, con ocasión de las reuniones de los patronos de la Fundación que le dedicó la Junta de Andalucía y de la que me hizo patrono; las presentaciones de dos libros míos en Bilbao, y su invitación a participar en un pequeño grupo para mejorar el lenguaje de la Psiquiatría cuando fue nombrado académico de la Lengua.

En una de las últimas entrevistas que concedió ('El País', 25 de julio de 2006) dijo «hay quien actúa con el solo propósito de dejar memoria de su existencia (...). Sólo cuando se es olvidado por aquellos que nos recordaban, o cuando éstos han perecido, se puede afirmar que inexistimos (...). El olvido sella la muerte de todo ser que alguna vez existió. Por el contrario, sobrevive mientras se le recuerde (...). Tener memoria del otro, recordarlo, es dotarlo de existencia».

Carlos Castilla del Pino existirá durante mucho tiempo.

José Guimón, catdrático de Psiquitaría de la UPV-EHU.