Suplantación de la historia valenciana

El primer paso para aniquilar un pueblo es borrar su memoria. Milan Kundera.

Llevamos los valencianos más de un siglo viendo cómo se reescribe la historia, ajustándola a los intereses partidistas de quien la encarga. El pancatalanismo tiene el propósito de apropiarse de la lengua y cultura valencianas para borrar el pasado y construir otra realidad. En el colmo del despropósito estamos empezando a ver libros en los que la paella, las Fallas, las Gayatas o el Misteri de Elche se presentan como exponentes de la cultura catalana. Cuatro ejemplos, entre otros cientos, que podrían formar parte del club del chiste si no fuera porque cuentan con el respaldo oficial de instituciones catalanas y muchos millones de euros.

Las razones de ese expansionismo hay que buscarlas en las características de Cataluña: una región con una burguesía potente, consciente de que su lengua peligra arrinconada entre dos gigantes como el castellano y el francés, necesitada por tanto de ampliar sus fronteras. Esa política expansiva liderada por un catalanismo de carácter antihistórico ha encontrado apoyos en los grandes partidos españoles por el hecho perverso de que el nacionalismo catalán ha venido siendo clave en el Congreso para conformar mayorías.

El primer paso para lograr el objetivo de configurar unos países catalanes ha sido hacer pasar la lengua valenciana por catalana. El catalán necesita un prestigio literario del que carecería si no fuera por los clásicos del XV, todos ellos valencianos. Lo reconocía el erudito barcelonés Miquel i Planas: «Privar a Cataluña y a su literatura de la aportación que representa la producción de las letras valencianas de aquella época (…) sería dejar nuestra historia literaria truncada en el centro de su crecimiento y ufanía; más aún: sería arrancar de la literatura catalana la poesía casi por completo». Pues bien, pese a que todos aquellos escritores afirmaron en sus obras que escribían en lengua valenciana, hoy aparecen en las enciclopedias y portales como autores catalanes. Una vez unificada groseramente la lengua, el imperialismo intenta identificar lengua y cultura, por más que ese planteamiento lleve a conclusiones absurdas: por ejemplo, que no existe la cultura andaluza por el hecho de expresarse en castellano. No por casualidad, en los mapas que el catalanismo hace de las naciones de la península, Andalucía aparece como parte de Castilla. Esa tesis desemboca en la máxima de «una lengua, una nación», de espeluznantes resonancias.

Pero lo cierto es que la Comunidad Valenciana jamás en su historia ha dependido políticamente de Cataluña. Jaime I constituyó en el siglo XIII un Reino de Valencia independiente de los otros Estados de su corona y lo dotó de un derecho propio (els Furs) que garantizaban y reconocían la personalidad preexistente a la conquista, propia y diferenciada de los valencianos. Esos fueros se escribieron originariamente en latín. Más tarde, Jaime I los ordenó traducir a la lengua que el pueblo hablaba y entendía: el romanç, primitivo valenciano. Ciento cinco veces aparece en els Furs la expresión «arromançat per lo señor rey». Nunca nombra otro idioma (catalán), simplemente porque no existía.

El Reino de Valencia como Estado soberano en la Corona de Aragón contaba, además de con leyes propias, con Cortes independientes, con moneda propia, con pesos y medidas distintas a las del resto de la Corona de Aragón. El único elemento en común que tenía con el resto de Estados era el rey. Si quisiéramos buscar hoy un ejemplo de organización política semejante al de la Corona de Aragón podríamos encontrarlo en la Commonwealth, a excepción de la política exterior, que era conjunta.

De esa continuidad histórica del pueblo valenciano como particular y diferenciado da cuenta el hecho de que en vísperas de la aprobación de los Estatutos de autonomía durante la República, la lengua valenciana fuera parte esencial para su aceptación.

Los intentos de suplantación histórica han dado lamentablemente sus frutos: aun teniendo el mismo reconocimiento que el resto de las lenguas oficiales, la valenciana queda anulada, obviada, relegada o maltratada no sólo por los medios de comunicación, sino, mucho más grave, por aquellos que tendrían la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes.

Joan Ignaci Culla es escritor, investigador y autor de Cronologia historica de la llengua valenciana.

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