Tanta mentira no sale gratis

La ministra del mundo exterior, con su visión cósmica vedada a los terrícolas, se raya cuando le preguntan si el gobierno sigue considerando a Guaidó el líder adecuado para sacar a Venezuela de su actual situación: «He dicho todo lo que tenía que decir», repetía y repetía. ¿Y qué tenía que decir? Que Guaidó es presidente y líder de la oposición.

De entrada sospeché que la ministra era una nueva versión de R2-D2, y que en su programación simplemente no había nada más sobre Venezuela. ¿Qué iba a decir la pobre? Luego contemplé la posibilidad de una lectura cuántica de Guaidó: quizá estaba sugiriendo un caso de superposición. Después recordé que la luz se puede comportar como onda y como partícula. Recalé entonces en San Agustín («Yo soy dos y estoy en cada uno de los dos por completo»), y acabé en la niña de «El Exorcista», cuyo demonio okupa se permite citar a San Marcos con voz de cazalla: «Mi nombre es Legión porque somos muchos».

Esto me pasa por buscarle alguna lógica alternativa a una triste traición, la del Gobierno español al pueblo venezolano, a los Derechos Humanos, a la Unión Europea y al resto del mundo libre, que tiene a Guaidó por presidente encargado y que, por ende, solo puede responder «sí» a la cuestión planteada. Por eso acaban de recibirlo con honores de jefe de Estado Trump y el Congreso estadounidense, la canciller Merkel, los primeros ministros Trudeau y Johnson, y el presidente Macron. Justo antes de ser recibido a golpes en Caracas por los agitadores de Maduro, el empleador de Rodríguez Zapatero.

La ministra del mundo exterior juega al rojo, al negro y al cero de la ruleta. Quiere que las democracias nos sigan considerando un socio fiable y, a la vez, complacer a su presidente y a su vicepresidente decantándose más bien por la presidencia de Maduro. Como bien apuntó Alsina, es por este por el que hay que preguntar al gobierno. ¿Es Maduro presidente o no? ¿Eh?

Francia y Alemania no se fían de este gobierno social-comunista y prefieren darle a Polonia el papel protagonista que nos correspondería, con todos los recelos que en la Unión Europea ha provocado la línea política autoritaria de Andrzej Duda y el partido Ley y Justicia, presidido por Jaroslaw Kaczynski. No parece que su etiqueta de ultraderechistas, ni su orientación sobre la muy sensible inmigración, ni sus delirantes zonas libres de LGTBI les alejen del liberal Macron. Ese cuyo supuesto rechazo a Ciudadanos por entrar en gobiernos con el voto de Vox tanto aireó la prensa socialdemócrata. Por cierto, Francia y Alemania también nos han ignorado en los primeros contratos para el desarrollo del futuro avión de combate europeo.

España no va bien, hay que afrontarlo. La jefa de la diplomacia no es muy diplomática y el ministro del Interior exterioriza demasiado su impostura. Dejemos constancia de que, en la última sesión de control al gobierno, mintió. Ya sabemos que eso es lo que define al sanchismo-redondismo, pero algún día nos sorprenderemos del abismo moral que nos separa de las sociedades donde la mentira se paga con el cargo. Especialmente si se vierte en el Parlamento, y respondiendo a la oposición. ¿Qué es eso de que Delcy «no entró en espacio Schengen»? Por supuesto que entró, y el ex juez ex prestigioso lo sabe porque no ignora el Derecho. Encastillarse en una mentira tras otra es lo que hará estallar con estrépito el escándalo Delcy.

A todos los efectos, consultadas las sanciones impuestas por Europa, y también de acuerdo con el Tribunal Constitucional, las zonas de tránsito aeroportuarias son territorio español y, por tanto, espacio Schengen. Tampoco podía Delcy, según las restricciones, volar por el espacio aéreo español. Ese tránsito aéreo debió impedirse desde el mismo momento en que se supo que el nombre de una pasajera se encontraba en los anexos de la Decisión PESC 2017/2074, de Consejo de 13 de noviembre de 2017. Marlaska mintió.

Y sí, el nombre de la vice tirana constaba en tierra porque el sistema PNR (Passanger Name Record) obliga a todos los transportistas aéreos a informar sobre los pasajeros en vuelos con destino a un país miembro de la UE, incluyendo escalas. Así lo establece la Directiva 2016/681 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 27 de abril de 2016. Marlaska mintió.

Eso no se puede hacer en Estados Unidos, ni en el Reino Unido, ni en Francia, por ejemplo. El ministro que lo haga está acabado, y más cuando la verdad es tan fácil de exponer, y tan breve. No escojo esos países por casualidad. Son tres de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, y es interesante que su postura coincidente sobre quién es Guaidó (y sobre quién es Maduro) contraste con los otros dos miembros: China y Rusia. ¿Por qué es interesante, y preocupante? Porque es con estos últimos -una dictadura comunista y una autocracia expansionista- con quienes nos han alineado Sánchez, Ábalos, Iglesias y González Laya. Al coro, el resto de Viva la Gente.

Ya teníamos un problema serio con el secesionismo y este gobierno lo ha agravado, poniéndose a desjudicializar, cuando la cosa estaba más o menos encarrilada por la Justicia. Ahora nos han fabricado un problema no menos grave deslizando a España hacia la condición de apestado. Las titulares de Defensa y Exteriores desafían a la primera potencia mundial y la amenazan con la risible represalia de dejar de colaborar militarmente. Luego insistimos en la tasa Google.

Lo pagaremos, lo estamos pagando ya, con aranceles, con informes injustos y nocivos sobre el peligro que visitar España supone para las mujeres. Por no mencionar las advertencias del Departamento de Estado norteamericano por el affaire Delcy: «Tenemos muchas preguntas que vamos a intentar que responda el Gobierno español. Pero ciertamente estos desarrollos no es que sean bienvenidos».

Vamos a ver qué les parece lo de las cuarenta maletas, y si las relacionan con las rutas del oro incluidas en la lista de la oficina de control de activos del Departamento del Tesoro. Ábalos ha mentido siete u ocho veces. Marlaska ha mentido. La ministra del mundo exterior miente en una de sus dos afirmaciones cuánticas, y Sánchez es una cara mentira en sí mismo.

Juan Carlos Girauta

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